Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Martín Zamorano, paciente de Ataxia de Friedreich, de Argentina.
Nota del Administrador del blog:
Hoy se enlaza con un cuento, en formato ".pdf", de mediano tamaño (7, u 8, folios, si estuviera impreso), de Martín Zamorano, paciente de Ataxia de Friedreich, de Argentina. Como anticipo y para muestra, pego dos párrafos:
Reconozco que es todo muy distinto a lo que alguna vez sin pensarlo
pensé. Para ir en orden, las sorpresas que me llevé fueron: primero, siempre
creí que él era ella, es decir que “el” era “la”, y la vicisitud del cambio de
sexo no sé bien si asimilarlo como algo negativo o como algo positivo;
digamos, si fuese femenino, como mi predeterminación esperaba, ya me
asustaba, ahora que sé que es un ente masculino... la verdad no sé.
Siguiendo con el orden de sorpresas que me llevé, y la coloco en segundo
lugar aunque podría considerarla como la que más me impactó de entrada
nomás, pues lo que me sorprendió como más llamativo fue el cambio de
forma. Por ahí esto me llamó poderosamente la atención por un tema
“cultural” o por una cuestión meramente tradicional porque desde chico, ya
sea por un dibujo animado, una película, algún cuento e incluso alguna
enciclopedia, siempre, siempre, la había visto flaca, muy flaca, desgarbada,
raquítica, esquelética. En cambio ahora se me aparecía gordo, fofo, culón,
cachetón y con una adormecedora cara de torta. Pero ¿por qué a mí?, o
mejor dicho ¿por qué ahora?.
No sé cómo pero esa tarde al verlo lo reconocí inmediatamente y eso
es raro porque la ciudad está repleta de gordos con cara de chanta. Pero éste
era único y aunque, como ya expliqué, en mi cabeza… la Muerte o la
Parca, era femenina y esquelética, no un desagradable gordo vestido de
traje, y lo que esperaba es que en la mano sostuviera una hoz, no un
maletín. La Muerte que me perseguía en mis pesadillas se movía
velozmente y era infatigable, jamás se detendría a descansar. Pero este
gordo que me perseguía no podía seguirme ni media cuadra y traspiraba
como esos gordos que se disfrazan de Papá Noel. Por un momento lo
pensé, si era él, si se había afeitado y era él, aunque como siempre había
sospechado la barba podía ser falsa y ahora que venía de civil aparecía
afeitado. Motivos tendría, eso no lo voy a negar, no pocas veces blasfemé a
sus renos a viva voz y más de una vez puse en tela de juicio su hombría
aludiendo a la ausencia de una Mamá Noel. Nunca lo logré, pero creo que
en dos años consecutivos estuve parte de la tarde del 24 de diciembre
trabajando minuciosamente en los cables de las luces del arbolito de
Navidad, procurando que el inadvertido gordinflón se quedase pegado
después de dejarme el hermoso y tan esperado par de medias. Por la fecha
podía ser, estábamos a mediados de diciembre, y quizá luego de meditar en
su iglú había decidido limpiar un poco el camino de viejas amenazas y
había arrancado la depuración por el Cono Sur, suponiendo que cuánto más
avanzara diciembre, por acá abajo, el calor y la humedad se tornarían más
pujantes.
Para acceder al cuento completo de Martín, en formato ".pdf", pinchar en: Cuenta impagá. Tras un dibujo, está el texto.
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2- Sección "Cantando por no llorar":
Hoy, contagiado por el acento de Martín, inserto el video de la canción "El tren del cielo", de una cantante folclórica argentina: Soledad Pastorutti. Si la melodía es bellísima,, y te deja enganchado (por lo menos a mí)... la letra es todo una pasada para quienes, ante la realidad de nuestra vida, sentimos la necesidad de soñar, y "volar con la imaginación"
Atentos al "tren del cielo", porque mañana iremos a Noruega... y vistos los terrenos, me parecen poco aptos para sillas de ruedas y andadores. Por supuesto, la excursión será gratuita... y al dueño del restaurante... ¡que Dios se lo pague...! :-)
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Gracias, Martín. No he podido avisartte, ni puedo, por averí1a informátic1a reciente. Borra1111111do de perfil.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A