La pagina web de "Ataxia y atáxicos" (información sobre ataxia, sin ánimo de lucro) es: http://www.ataxia-y-ataxicos.es/


lunes, 22 de mayo de 2017

1- CLARIDAD - Segunda parte (Sobre ruedas - De mayor, quiero ser...)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Mamen García, paciente de Ataxia de Friedreich, de Guadalajara.

Notas del administrador del blog:
El pseudónimo literario de Mamen García es María Narro.
He solicitado permiso a Mamen García (María Narro) para copiar, por capítulos, en este mismo blog, su novela autobiográfica. Y se hará... a no ser que muera en el intento :-) ... ninguna de ambas cosas me da miedo :-)
He dicho "copiar", como de costumbre (por respetar los formatos del blog). Es imposible mejorar nada, puesto que la presentación original, por parte de la propia autora, es inmejorable. Y puede verse en el blog: http://claridadlanovela.blogspot.com.es/.
Aquí se editará en días NO consecutivos, haciéndose constar los enlaces a capítulos anteriores
:
Capítulo 1 - I // Capítulo 1 - II // Capítulo 1 - III // Capítulo 1 - IV // Capítulo 2 - I // Capítulo 2, II // Capítulo 2, III // Capítulo 2, IV // Capítulo 3, I // Capítulo 3, II // Capítulo 3, III // Capítulo 3, IV // Capítulo 4, I // Capítulo 4, II // Capítulo 4, III // Capítulo 4, IV // Capítulo 5, I // Capítulo 5, II // Capítulo 5, III // Capítulo 6, I // Capítulo 6, II // Capítulo 6, III // Capítulo 7, I // Capítulo 7, I // Capítulo 7, I // Capítulo 7, II // Capítulo 7, III // Capítulo 7, IV // Capítulo 8, I // Capítulo 8, II // Capítulo 8, III // Capítulo 8, IV // Capítulo 9, I // Capítulo 9, II // Capítulo 9, III // Capítulo 10, I // Capítulo 10, II // Capítulo 10, III

Segunda parte: La segunda parte de la novela pega un giro, y empieza desde el final: 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1.
7- Clara oscuridad // 6- Teniente, sin galones // 5- Calidoscopio virtual // 4- Haciendo el pino // 3- El sueño de una noche de verano, o ciudad accesible // 2- Apaga la luz


1- CLARIDAD - Segunda parte - (Sobre ruedas - De mayor, quiero ser...):

De mayor, quiero ser...
... un caballo.

Nadie me hacía caso, ni siquiera me tomaban en serio. Aun siendo muy niña, sabía que esos animales poseen belleza, elegancia, bravura, nobleza... además de que los acariciaban, cuidaban y cepillaban su lomo.
¿Qué había de raro en que de mayor quisiera ser un caballo?.
O caballa... que, como aprendería después, en femenino se dice yegua... lo cual es más ‘fisnho’, pero por entonces, me daba igual.
Mamá no entendía que me pasara horas delante del espejo intentando relinchar, aunque mis intentos más bien parecían rebuznos. Ella, riéndose, decía:
- Caballo no sé si llegarás a ser, pero que en vez de hija, tengo una cabra, de eso no tengo la menor duda.
Y yo, mirándola con los ojos medio cerrados, pensaba: “sí, sí, ríete, ríete... ya verás, ya... la sorpresa que se va a llevar el mundo conmigo”
Pero mi voz, para desgracia mía, se iba modulando, suavizando y pareciéndose más a la de una mujer.
Ni relinchos, ni rebuznos, ni ná...


Me dejé el pelo largo. Al cogerme la cola de caballo, sentía como si me rebelara contra el destino... que, cada vez, me alejaba más y más de mi sueño.
A esto no ponía ninguna pega mamá, ni a que tuviera las paredes de mi habitación llenas de fotos de mi amor platónico: 'Furia' (caballo de una serie televisiva). Claro que, más de una vez mi pensamiento le fue infiel a 'Furia'. Siendo sincera, no toda la culpa fue mía: Nadie, y menos yo, se podía mostrar indiferente a la seductora mula 'Francis', por muy mula que fuera.

Y qué decir de la primera vez que me puse zapatos de tacón de aguja. Al finalizar la aburrida velada y quitármelos, tenía los pies tan doloridos que creí que había llegado el ansiado momento en el que se convertirían en pezuñas equinas.
Pero no.

Y los años seguían pasando, y ni orejas puntiagudas... ni se me alargaba la cara... ni mis brazos se convertían en patas delanteras... ni mis largas piernas en...
Los intentos de relinchos delante del espejo, dieron paso a intentos de besos.
Aprendí a madurar, dejando a un lado los sueños.

No del todo: Ya que cuando me casé y compramos nuestro piso, quería que fuera amplio por si un día... Mientras comíamos imaginaba lo incómoda que estaría sentada en un taburete, o si podría cocinar sujetándome sólo a dos patas. La verdad es que me imaginaba convertida en caballa, con un delantal de flores amarillas y pequeños rulos en mis crines y ¡¡¡ufffff!!! La imagen enamoraba.
O cuando me imaginaba yendo al mercado, andando sólo a dos patas para no llamar mucho la atención, con mis gafas negras y la mochila al lomo...
¡Me perdía soñando!.

Y esta mañana, cuando la ducha me despertaba, he visto cómo se empieza a cumplir mi sueño, al escuchar a mi marido mientras se afeitaba:
- Cariño, lo pasamos bien ¿eh?... ¡Si no fuera porque, en cuanto te duermes, empiezas a dar coces!.

*****

Los caballos, la pasión de una niña que había entrado en la madurez enardeciéndola a orillas de los sueños, saboreándola en la escuela de Jerez, adorándola en las manadas del Rocío, tocándola en el Oeste andaluz...
Una niña que entró en la madurez revitalizando destinos.

- ¿Es la primera vez que montas a caballo? -preguntó el guía.
- ¡Sí! -contesté sin dejar de sonreír-- ... Bueno, no -añadí de repente-, cuando era pequeña, monté una vez en burro.
Juan se reía, caminando al lado del manso caballo. Pero el guía me miró con cara de: “Pobrecilla, además de ir en silla de ruedas, es tonta perdida”.

Llevábamos horas perdidos en el desierto de Tabernas. Encontramos la ciudad del Oeste cuando ya no la buscábamos. Al pie del seguro fuerte había un pequeño poblado indio, también la taquilla.
Imaginé que nada más entrar, nos recibiría el General Custer, o en su defecto John Wayne, aunque me conformaba con que fuera Clint Eastwood. Nada más lejos de la realidad. Al atravesar el umbral del fuerte, nos encontramos con la escuela... y, antes de entrar dentro, Laura Ingalls (protagonista de la serie televisiva 'La casa de la pradera) me saludó desde una ventana. Detrás de ella se encontraba su familia que había abandonado la casa de la pradera para saludarme.
Y sentada en las escaleras me encontré a la antipática Nellie... y la señora Oleson cruzaba la polvorienta calle corriendo a cortitas zancadas para besuquearme mientras me pellizcaba los mofletes...
“¡No!".
Recuerda: Salvaje Oeste. Insignias, revólveres, sheriff, indios, americanos, malhechores, forajidos, pieles rojas, toro sentado...
"Cambia el chip”.

Abandonamos la escuela, y pronto llegamos a la arenosa plaza. A un lado el Banco, al otro la Iglesia, la oficina del Sheriff, y la estafeta de correos. La diligencia acababa de llegar, en un rincón ahorcaban a un cuatrero, pero nosotros entramos al Saloom a tomar una coca-cola. Hacía mucho calor. El duelo empezaría a las cinco de la tarde: Nos daba tiempo a comernos un bocadillo y ver de dónde salían tantos caballos que paseaban turistas.

En la mochila llevaba un pantalón que había cogido por si se me presentaba la oportunidad de... Pero en los caballos sólo montaba una persona. Era un crimen que aquellos escuálidos animales cargaran con el peso de dos adultos. Decidí quedarme con la minifalda, y mirarlos desde mi silla. ¡Me habían dicho tantas veces que me sería imposible montar a caballo!.

Antes de abandonar la cantina, compramos dos baratos sombreros.
El sol caía sin piedad sobre el lejano Oeste.

Y paseando cerca de los establos, mi marido me dijo que sería imposible montar a caballo sólo cuando yo lo creyese... no los médicos... nunca una enfermedad.
- ¿Quieres, o no quieres montar?.
- ¡Claro que quiero! Pero yo sola, no me voy a poder sujetar.
- ¡Ya lo veremos! Si no puedes, te bajo.

Cuando tuve al caballo a mi lado y lo vi tan grande, me sentí diminuta y recordé que no podía montar, porque llevaba falda. ¡Pero cómo negaba con la voz, a la vez que afirmaba con los ojos!.
Juan y un amable piel tostada me subieron al colosal cuadrúpedo. Aferré mis manos a la silla de montar... me colocaron los pies en los estribos y... ¡Bingo!... ¡Me sujetaba!.

Preguntaron si dábamos un paseo, y afirmé con la cabeza, porque me daba miedo hablar, por si me despertaba.
Al ofrecerme las riendas, pensé que tenía bastante con agarrarme, y las rechacé.
Miré al suelo, luego al frente, y, emocionada, al cielo.
Y el caballo empezó a andar... mi marido siempre muy cerca de mí por si me desequilibraba... y yo creciendo y sonriendo, mientras a cada paso del brioso pura sangre, sentía más y más seguridad. Estaba cumpliendo el sueño de una niña... un poco tarde y quizá un poco mal, pero lo estaba cumpliendo.
Rayo Blanco, el caballo, no resistió la tentación de echarse un buen trago en el primer abrevadero que vio.
Me sabía John Wayne... con coletas.

La silla de ruedas se había quedado al lado de los establos. Y, después de dar una vuelta completa a la ciudad del Oeste, Juan me cogió de la cintura, y dejó a una mujer, henchida de felicidad, de nuevo sobre ruedas.

Por la noche, de vuelta en el hotel donde nos alojábamos, después de cenar mientras un camarero nos servía un cubata, me adentré en una solitaria pista de baile. Bajo las estrellas... con mi silla de anillos gigantes... al compás de nostalgias que ríen... imbuyéndome en una música que me echaba de menos... volví a bailar... aquella noche del verano, del noventa y cinco, a la luz de la luna... Como antes... como nunca... como siempre.
Bailé sin mover las piernas. A mi corazón le sobraba ritmo y se había olvidado de que no le gustaba que se fijaran en él.

El que, horas más tarde, mientras dormía, me cayera de la cama cuando no me había caído del caballo... eso es otra historia.

(Continuará).

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Booktrailer de esta misma novela: (video de tres minutos, alojado en "YouTube").



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