Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.
Nota del administrador del blog:
Este relato de Vicente se editará en cuatro capítulos, en días consecutivos, si en el intermedio no hubiera noticias relevantes de ataxia cuya emisión no admita dilación.
Para recordar: La leyenda de Plaspín (primera parte).
- II -
El viejo jorobado, Plasplín, alegó, antes de abrir la puerta, que era especialista en magia negra, y que no anduviéramos con bromitas. Luego dijo mil cosas más, que no logré entender. Y por fin, añadió al final:
- El conflicto es sexual. Yo soy muy viejo... y no puedo hacer... eso. Pero vosotros sois jóvenes y tiernos, y podéis... debéis hacerlo para sentirme partícipe. Si no, el cuchillo vengará el que yo me muera sin ser feliz y gozar lo que jamás gocé.
Después, me arrojó a la habitación. Yo caí como un saco de patatas. Se oyó un portazo. Se cerró una puerta. El viejo seguía carcajeando, y yo estaba muy nervioso.
- Tenéis quince minutos para preparar vuestras carnes -gritó el viejo.
En ese momento me percaté de la existencia de la muchacha. Era una linda joven rubia, de unos dieciocho años, e iba en ropa interior color azul celeste. Más tarde comprobé que era un bikini. Ella me miraba asustada, y en esa habitación hacía calor. Entre la paja del suelo, pues no había otra cosa, excepto un bajo ventanuco, vi una camiseta blanca y unos jeans shorts. Usando de mi lógica, pensé que pertenecían a la muchacha, callada hasta entonces.
- No... no me toque -dijo su vocecilla.
- Tranquila. Yo estoy en tu misma situación.
- He oído lo del viejo... ¡Es horrible! -yo no sabía que contestar. La muchacha estaba medio sentada, medio tumbada en una esquina del cuartucho, que olía a caballo. Me acerqué:
- ¿Cómo te llamas? -pregunté.
- Adela. Tengo 22 años. Soy de Zaragoza. Estaba de excursión y me perdí...
- ¡Vale, vale!, no hace falta me enseñes tu D.N.I.. Ese viejo me contó algo...
- ¡Lo oí todo! -gritó interrumpiendo mi hipnótico proceso de tranquilización, porque, yo, al verla, tomé el papel de "fuerte", y no lo era.
- ¡Bueno! Yo soy Pepejuán, y también soy de Zaragoza... ¡Ya hablaremos luego! ¡Ahora no hay tiempo!.
Adela se echó a llorar. No eran lágrimas histéricas sino nerviosas.
- Tranquilízate, Adela, todo pasará... -y se tranquilizó.
- ¿Has hecho él... amor alguna vez? -pregunté, descarado.
- ¿Qué? -se intimidó.
- Qué si eres virgen. - ¡Vaya!, ¡Por donde nos sale el jilipollas...!
- No es eso, hombre. Pretendo informarme de si tienes idea de lo que es el acto sexual. Vamos, que si nunca hubieras jodido sería más difícil.
- ¡Claro que he jodido! ¡No te jode...! Pero... ¿de veras piensas joder delante de ese viejo?
- Ya me dirás tú...
- Lo tienes claro. Tú lo que quieres es sacar tajada ¡Conozco a los hombres!
- ¡Anda la monja! -me enfadé-, si tienes una solución mejor, dila...
- Perdona, ¡Estoy un poco nerviosa!
- Perdonada. Yo empiezo a sentir un cosquilleo en los pies.
Vicente Sáez Vallés |
- La coagulación. El mejunje del viejo...
- ¡Ah! -chilló histérica.
- ¿Qué?
- ¡Otra vez!
- ¿Qué pasa?
- Una rata...
(Continuará mañana).
Nota segunda del administrador del blog:
Vicente falleció en el año 2006. Para acceder a una breve semblanza del autor del texto (escrita por su hermana, Cristina, también, como él, paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.
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