Por Miguel-A. Cibrián), paciente de Ataxia de Friedreich.
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Nota previa: "Villanueva de Odra es la población rural donde nací, en el año 1954... y, salvo los cursos que estuve en internados durante mi época de estudiante, he vivido hasta mis 61 años. Actualmente, resido en la ciudad de Burgos".
Sementera es el tiempo de sembrar, o enterrar la simiente para que dé fruto. Cada tipo de semilla tenía su tiempo oportuno de siembra.. La sementera temprana es de octubre a diciembre... y la tardía, de febrero a abril. Si bien la mayor parte de los cultivos, hasta la mitad de la década de 1960 eran de sementera temprana (ciclo largo se llamaba en alusión al tiempo que la planta tardaba en desarrollarse al completo, pues durante el invierno las plantas de los cultivos apenas se desarrollan)... mientras una semilla sembrada en primavera, debido a las temperaturas ambientales, crece rápidamente (ciclo corto).
Según afirmaba un viejo dicho: "La mejor sementera es de los Santos a San Andrés" (1 a 30 de noviembre)... Bueno... sí, pero ya se empezaba a sembrar en octubre (lo ideal, no quita a lo práctico... y la climatología (lluvias) y el excesivo tempero de la tierra, podían poner las cosas jodidas para poder sembrarse todo lo deseado, dependiendo de la cantidad de fincas que se tuviera para sembrar...
Hasta la década de 1970, las siembras tempranas, o de ciclo largo, eran predominantes en número sobre las de ciclo corto, o tardías. En incremento paulatino, se dio en dicha década llegó a darse el caso contrario debido al cultivo de variedades de primavera de cebadas cerveceras, mas productivas... Aunque Villanueva nunca podía hacerse planes de siembra: Las características del terreno en general, salvo zonas concretas, como la vega de río, no son aptas para poder sembrarse en primavera tras un invierno intenso en lluvia o nieves... y la climatología en esta zona geográfica es muy variable: unas veces llueve mucho... y otras no llueve nada...
En realidad, he hablado de épocas distintas, con preferencias diferentes en cuanto al tiempo de sementera: un tema donde naufrago y para el que no tengo explicación por ignorancia... Antes he hablado de variedades en semillas. ¿Pero qué es eso de variedades? Pues eso precisamente es lo que no sé. Hasta entonces y durante siglos, el trigo, era trigo, y la única variedad en Villanueva era el trigo llamado "rojo" (con garabasta). Se decía que era bueno cambiar de vez en cuando de semillas. Y el tal cambio consistía en no sembrar trigo de las propia cosechas, sino en comprar para simiente ese mismo trigo a otros agricultores de la llamada montaña...
En cuanto a la cebada, se sembraba hasta finales de la década de 1960 la denominada caballar (de 6 carreras, garabasta, y de ciclo largo... y mas bien poco, pues exigía fincas de buena calidad y con abundante abono orgánico)... Pero en la década de 1970 ya te ofrecían 6 u 8 variedades de cebada cervecera, y semillas certificadas R1 (caras por supuesto). ¿Eran tales R1 manipulaciones genéticas de algún aspecto de las plantas? Eso no lo sé... y no voy a afirmar nada sin ton ni son... No obstante, nadie podía sustraerse a la nueva ola, viendo una productividad mucho mayor.
Curiosamente otra vez se vuelve a los ciclos largos. Parece que la climatología ha cambiado (llueve poco), haciendo inviables las sementeras de primavera... o sea, lo contario de las tendencias de las pasadas décadas de los 70, 80, y 90. Y volveríamos a lo mismo: mi ignorancia para poder dar explicaciones: ¿Modifican algunas secuencias genéticas de las semillas a conveniencia creando nuevas va5riedades...? Científicamente sí es posible hacerlo... lo que ya no sé es si se hace o no se hace.
Y volviendo a la sementera de épocas del uso de parejas de labranza, antes de sembrar, seleccionaban (abañaban) las semillas con una criba. Después daban al grano un tratamiento de desinfección con piedralípe (¿sulfato de cobre?... tenía un color azul muy intenso), llamado encalar por la similitud de esta tarea con la de blanquear las paredes: Es decir, asperjaban el agua con la piedra disuelta sobre los granos con una escoba de palma. Debían realizar esta operación todos los días solamente sobre la cantidad prevista sembrar, de no ser así, la excesiva humedad del tratamiento podría hacer germinar las semillas haciéndolas inservibles... El priedralípe era altamente venenoso... por lo cual la operación de encalado había de realizarse con cautela para evitar su toxicidad... ¿Pero el priedralípe tenía base científica...? ¡A mí que no me la pregunten!.
Si hiciera falta, para repartir mejor las semillas, amelgaban la finca. Sembrar (granear) se hacía a voleo con una mano, mientras la otra mantenía abierta la boca de la "sembradera" colgada en el hombro del mismo lado. Un saco servía de "sembradera", atando con una cuerda un extremo de su boca con el cornijal de la misma cara... Parece tan antiguo como la parábola evangélica del sembrador. Sí eso mismo... Y así fue hasta alrededor de 1970... más allá incluso de la llegada de los tractores a Villanueva.
Sembrador... Foto de autor desconocido |
En lo relativo a sembrar, no es que no existiera máquinas sembradoras (supongo que sí). Pero en Villanueva, cuyas fincas eran poco productivas, harto tenían con pagar las letras del préstamo del tractor sin entrar a comprar aperos sofisticados, y se apañaban manualmente, como podían... En este aspecto de la siembra, lo primero en llegar al pueblo fueron unos imperfectos cajones hechos por algún taller mecánico, que, suspendidos en la pate delantera del tractor iban repartiendo las semillas... a la vez que las tapaba el apero de la parte posterior del tractor, llamado rastra... que, por cierto, hacía otro taller aprovechando las llantas de las ruedas de los carros, desguazados por innecesarios... ¡Cosas veredes, amigo Sancho!.
En fin, las cosas no eran tan fáciles como comprar un tractor... y todo solucionado. No... De hecho, mi familia compró el primer tractor en el año 1967, pero siguió con una pareja de mulas, como apoyo al tractor, hasta 1975, en que la jubiló la compra de una cosechadora de cereal, y un segundo tractor al año siguiente.
Y volviendo a los tiempos del uso de parejas de labranza, normalmente, para sembrar la tierra debía ararse antes o tenerla barbechada de la anterior primavera, solamente en ocasiones especiales invertían la operación sembrando en rastrojo y tapando seguidamente el grano con el arado a poca profundidad... Sembrada la finca, repartidas las semillas, arada o en barbecho, debía taparse de inmediato para proteger las semillas de ser comidas por las bandadas de aves. Se hacía con dos aperos diferentes según el estado del terreno. Si estaba áspero empleaban la grada, útil de labranza de rejas en forma de ballestas.
Grada (en Villanueva de Odra)... Foto de autor desconocido |
No era necesario dejar un firme perfecto, aunque se intentaba: Aún se daba otra mano para allanado, en primavera, con las plantas ya nacidas. Para ello se utilizado era el rastro... El rastro era un apero de tracción animal, constaba de una lanza para tiro de la pareja, dos trencas de madera transversales con dientes de hierro y una manija. Tenía la particularidad de poderse llevar hasta la finca sin ruedas, arrastrando sobre dos palos gruesos... Como contaré más tarde, un año me tocó realizar a mí esta tarea, debido a un fallo de salud de mi padre.
El invierno, con su gélido clima, era la estación más sosegada en cuanto a tareas agrícolas. Si bien, nunca faltaba algo para hacer, aunque de forma más relajada. Algunas de estas tareas invernales, actualmente resultan del todo irrisorias: como limpiar surcos para que corriera el agua y no se dañaran las plantas... encauzar arroyos con una pala de cavar (como suena)... o cavarse la huerta con la citada pala manual.
Y ya comenzado el mes de marzo, empezaban otra vez las actividades a contrareloj: la antes citada labor de allanar los sembrados... realizar algunas siembras tardías... atender la huerta... y, sobre todo, realizar la barbechía (que, como se ha indicado, era arar dos veces... cuando acababan la primera vuelta, comenzaban la segunda). Por tanto los hombres estaban ocupados... Esta vez era a las mujeres a quienes les tocaba la tarea irrisoria: quitar de los sembrados cardos y otras plantas dañinas (nada de herbicidas... con una simple azadilla). Lo de los cardos y sus espinas tenía su "¡ay!": habría que manosear al menos dos veces los futuros brazados de mieses.
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Ahora pego un corto extracto sacado de mi autobiografía:
"Creo que fue hacia 1973 cuando hube de trabajar con una pareja de mulas. El sistema de cultivos en la comarca cambiaría radicalmente el la década de los 80. Por entonces predominaba el trigo de ciclo largo, leguminosas como las comuñas, y se practicaba mucho el típico barbecho (dejar la tierra descansando durante un año, pero arada para mantenerla libre de malas hierbas)... la cebada de ciclo corto, tan sembrada en decenios posteriores, apenas existía. Tampoco los tractores y sus aperos eran nada de otro jueves. Mientras hoy se usan con cerca de 200 cavallos de potencia y, a mayores, doble tracción, aquellos solamente rondaban los 60. Por tanto, las sementeras de otoño era necesario hacerlas deprisa comenzando a primeros de octubre, e, incluso, parte de ellas, antes de la llegada de las lluvias (denominada "sementera en seco"). Por lo cual el suelo no quedaba demasiado llano, necesitando de otro ligero allanado, con las plantas ya nacidas, hacia el mes de marzo... sobre todo las comuñas, que era necesario segarlas a ras de tierra.
Con tal allanado de la tierra después de ya crecidas, algunas plantas resultaban dañadas de muerte... pero la tradición decía que se beneficiaba a las restantes. No deja eso de ser una de tantas tonterías que perduran a través de los tiempos. De hecho ya se comenzaba a incrementar bastante, además, las densidades de semilla, que desde tiempos inmemoriales habían incluso servido para marcar extensiones. Una fanega no sólo era una medida de volumen que equivalía aproximadamente a 42´5 kg. de trigo, sino también a la porción de tierra que se sembraba con esa cantidad... y que en el sistema métrico a su vez la equivalencia en esta comarca era de 36 áreas, o a 1/3 de hectárea (obsérvese que las cuentas ni siquiera cuadran, en todo caso, un tercio de hectárea pudiera ser 33,33, pero no 36).
Mi padre estaba en operación quirúrgica con dos hernias, y mi tío barbechando. Hube de ocuparme yo de realizar esa tarea con las mulas. Mi abuelo me enseñó a aparejarlas y, con su cachaba, me acompaño la primera tarde. El resto del mes fue mío. Doy fe de que seguir a una pareja de mulas (a pie, claro) es arduo para todos, pero muy jodido para alguien con incipiente ataxia... No se me olvidará que un día las dejé solas en una finca y, sediento, me escapé a beberme "medio" río, sin miramientos a que el agua estuviera contaminada... No estaba seguro de hallar a las mulas allí a mí vuelta, pero no se movieron".
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