Por Miguel-A. Cibrián), paciente de Ataxia de Friedreich.
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Nota previa: "Villanueva de Odra es la población rural donde nací, en el año 1954... y, salvo los cursos que estuve en internados durante mi época de estudiante, he vivido hasta mis 61 años. Actualmente, resido en la ciudad de Burgos".
Beldar, o aventar, es separar el grano de la paja, mediante viento, por la diferencia de peso entre uno y otro... La herramienta más rudimentaria usada para ello era el bieldo para lanzar el material trillado contra el viento, que era la condición indispensable para esta tarea... Todavía, con este mismo fin, hacía falta otro tratamiento manual con cribas antes de poderse guardar el grano. Éstas, las cribas, eran un aro de madera con fondo de piel curtida con agujeros, denominándolas por el tamaño de éstos, o por el uso que habitualmente se daba a la criba: Harnero o desterrador, triguera, garbancera, etc.
Cribar consistía en zarandear la criba con movimiento continuo, mientras, otro trabajador suministraba despacio el material a cribar con un cubo. Para esta operación de cribado también era necesario el viento... Mientras el grano limpio pasaba por los agujeros, lo que restaba en la criba eran granzas... que y debían retirarse a menudo para no bloquear los agujeros.
Bueno, esto ha sido así durante siglos y siglos. Y aún siendo niño (nací en 1954), en mi familia solamente lo realizaba, con gran maestría, mi abuelo, y en partidas pequeñas a beldar. He de pensar que ni padre, por no haberlo realizado nunca, no sabía llevar a cabo esa operación... En realidad, siempre he conocido el hecho de que tuviéramos una máquina beldadora en mi familia... Pero sigamos con el relato para dejar clara la idea de la bielda:
Como no siempre el factor viento se daba, el hombre inventó una máquina cuya función era producirlo, y a la vez, moviendo algunas piezas, facilitar la limpieza del grano. La beldadora era movida por el hombre, a mano, mediante una manivela, llamada zancada... Y esto, beldar a zancada, sí he llegado a conocerlo. La zancada (manivela, accionada manualmente, trasmitía un movimiento giratorio a unas hélices en un "bombo", produciendo el viento necesario... a la vez que mediante una biela el anterior movimiento se transformaba en otro de vaivén en unas cribas de alambre... La máquina era alimentada paulatinamente del material a aventar por arriba, por una tramoya, con una garia... La mies trillada caía esparcida en las cribas, y mientras tanto, el viento artificial ejercía su labor... La paja salía expulsada por detrás. El material que pasaba la primera criba pero no la segunda, o granzas por un costado. La tierra y semillas diminutas caían por debajo a un cajón. Y el grano salía por delante, pero aún necesitaba otra limpieza con la misma máquina, pero con diferentes cribas.
No obstante, se podía añadir a la máquina el suplemento de un motor de gasolina de dos cavallos de potencia, puesto que aquello de moverla a zancada constantemente era un esfuerzo casi sobrehumano. En mi familia sí teníamos tal motorcillo suplementario... Era una beldadora de marca "Ajuria", exactamente igual a la de la foto... aunque de colores verdosos.
Beldadora de zancada... Fotografía extraída d Internet |
En esta beldadora de la fotografía se podía acoplar un motor, pero no lo tiene (como hemos explicado es un suplemento opcional): Es decir, la beldadora de la foto funciona a zancada de impulso manual. La tal zancada no se ve en la fotografía por estar situada en lado contrario del punto de toma de la imagen.
Más tarde llegó el invento de la beldadora ensacadora... el cual, basándose en la máquina anterior, introducía grandes mejoras: Un elevador, un "bombo" adicional para dar viento a un segndo juego de cribas, dando lugar a una segunda limpia, e introduciendo directamente el grano en sacos, limpio y listo para almacenarlo, y un motor de gasolina... En fin, una máquina bastante más moderna y avanzada... En mi familia compramos una en el año 1968, jubilando a la antigua beldadora "Ajuria"... Pero si me preguntáis por la marca de la nueva, he de deciros que no lo sé... allí solamente ponía "Casasola de Arión" (Valladolid). ¿Población... taller mecánico...? No lo sé... Por cierto tal máquina beldadora ensacadora, con motor de gasolina incluido, aun está muerta de risa, en la caseta de nuestra era.
Villanueva de Odra (beldadora ensacadora... en la era del difunto señor Teodomiro)... Fotografía de autor desconocido |
Esta fotografía, de autor desconocido, es una beldora ensacadora en funcionamiento. Está tomada en Villanueva de Odra, en la era del difunto señor Teodomiro... Teodomiro, de cara, con una garia en la mano, va vestido de oscuro... su hijo, de espaldas en la foto, es quien suministra material trillado al elevador de la máquina... los demás me parecen turistas sumados a la fiesta fotográfica, eso sí, disimulando con herramientas en la mano.
Ambas máquinas citadas podían beldar con poco viento o con relente, pero nunca con aire en contra, porque devolvía la paja, o su polvo, sobre los trabajadores. Aunque las dos beldadoras tenían ruedas para desplazarlas, para trabajar debían quitarlas, y fijar con calzos la beldadora en el suelo... Lo cual era una lata... imposible... con vientos variables. "¡Mejor no empezar hasta que saliera el cierzo!".
Finalmente, el grano limpio se podía guardar en el trojero, para consumo de los animales, esperar mejor oportunidad para llevar al mercado, para siembra, pan para todo el año, o llevar al SENPA (Servicio Nacional de Productos Agrarios), que en contraposición al estraperlo, se reservaba el monopolio del trigo (de política es mejor no hablar).
La siguiente tarea era guardar parte de la paja en los pajares, situados en la segunda planta de la vivienda (digamos llenarlos a tope, en prevención de un crudo invierno). Los suplementos del carro para transportar paja eran zarzos, o tableros, los primeros eran de tejido de mimbre, los segundos de tablas, ambos hacían el carro más alto, ensanchándolo a la vez. La paja, con el carro acondicionado para ello, era trasladada hasta el bocarón por donde la introducían al pajar con una garia (bielda) grande. Había herramientas de esta especie de todos los tamaños para usar la adecuada según el peso del material a tratar. El pajar repleto serviría para alimento del ganado y sus camas (empapar sus orines), o para atizar la estufa y el horno.
Aún sobraba paja para regalar algún carro de ella al cura, al maestro, o a cualquier necesitado... El carro de paja al rentero de fincas, y al pastor, casi siempre formaba parte de los acuerdos verbales... Y aquí, aunque aún quedaran algunos flecos, se acababan la prisas de la recolección: A partir de ahora, la jornada dominical sería festiva... y de camisa blanca.
Si aún quedaba paja sobrante, fue buena la cosecha ese año, según afirma el dicho: "Donde hay paja hay grano".
Después de trillar y beldar las granzas", había que dejar la era barrida para la próxima campaña (tarea necesaria para que no se estropeara el césped durante el invierno).
Villanueva de Odra (rastrojos resecos al fondo, indicando el final de la campaña agrícola)... Fotografía de Jose Félix Ruiz |
Los frutos de la viña cerrarían la campaña agrícola.
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Pego, a continuación, uno de mis antiguos textos:
'Deja obrar al maestro...':
"No sé por qué esta pequeña anécdota ha venido a mi mente con tanta nitidez. Tal vez algunos acontecimientos en mi vida hayan suscitado tal recuerdo. Sin embargo, no es de mi interés hablar de los citados hechos, sino de la historieta evocada.
No tengo claro cuando ocurrió, pero lo situaría hacia la mitad de la década de la década de 1970. La aparición de los tractores en nuestro mundo rural, apenas había cambiado nada en la tareas de la recolección. Los procesos de segar, trillar, y beldar, seguían siendo los mismos. En cuanto a la trilla, la diferencia era que antes una pareja de vacas, o mulas, arrastraba un sólo trillo.. y un tractor una trailera de 4.
Si el lector/a fuera un poco perspicaz, se daría cuenta de que las proporciones de trabajo no cuadran. Y así es, efectivamente. El tractor, visto a nivel personal, no evitaba trabajo. La demanda de mano de obra en la ciudad, facilitó la emigración rural en busca de mejores oportunidades. Quienes quedamos, arrendamos las fincas de quienes se fueron. Y, si como hemos dicho, los procesos de recolección eran los mismos, había que hacer esfuerzos casi sobrehumanos... para realizar trabajos que antes hacían entre 4, o 6 personas... y todo sacar adelante los préstamos de la compra de los tractores agrícolas... que, en teoría, iban a evitar trabajo. ¡Paradojas de la vida!.
La paja (residuo de los cultivos, una vez separado el grano, mediante aire) se dividía en "blanca" y "negra". Eran nominaciones, no colores. La blanca, de color muy claro, era de cereales... apenas tenía valor... algún año ni la compraban. La negra, de color dorado, era de leguminosas, y mas valorada... la compraban para pienso de los animales durante el invierno... en su totalidad, una vez comprada, iba destinada a la región cántabra... y claro, el precio guardaba relación con la humedad primaveral y el volumen de hierba almacenado por los ganaderos para el invierno.
Envasar aquellas pajitas trilladas, para poder trasportarlas, era una dura tarea, que hoy no realizaría nadie... y si lo quisiera hacer, los salarios actuales harían completamente inviable la operación de compraventa. Algunos jóvenes de mi edad lo llevaban a cabo: se ganaban algún dinerillo extra para sus gastos durante el año. El envasado consistía en meter la paja, prensándola con sus propios pies, en sacas de unos 30 kilos.
La anécdota a contar, es que estaban cargando con paja un camión en nuestra era... mejor dicho, ya habían atado la carga. Eran cinco filas de sacas sobre la caja del camión... varios atados transversales, y dos longitudinales. Cansado de estar de pie, por mi incipiente Ataxia de Friedreich, me senté en el suelo... detrás del camión,... a su sombra, pero a una distancia prudencial, para no estorbar.
Los operarios arrastraban las sacas con las uñas. El pajero (comprador), que era más fino, usaba para ello un garfio de pirata. De pronto, se vino hacia donde yo estaba, la trasera del camión... y se lió a rasgar sacas con el gancho... y a tirar al suelo paja por los agujeros hechos. Ante mi mirada, atónita, me dijo:
- ¡Tú, deja al maestro obrar, aunque sea un burro!.
Se fue... Y... volvió con una gariada de paja selecta.... y rellenó, a mano, uno por uno, los huecos antes realizados.
Os considero con inteligencia más que suficiente como para no necesitar explicación de la treta con que pretendía embaucar a los ganaderos, presuntos compradores"
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