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jueves, 6 de septiembre de 2012

Muchas palabras... grandes engaños (III parte)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de la provincia de Burgos..

Nota del autor:

Este texto lo escribí hacia 1993. La viñeta también es mía. Por aquella época, mal que mal y muy despacio, aún podía dibujar a mano. Las viñetas eran de tamaño hoja de blok, que luego escaneé. Hoy, ya, por la progresión de mi Ataxia de Friedreich, no sería capaz de hacer a mano ni una "o" con un canuto :-)

LA PALABRA DE LOS POLÍTICOS

Es posible que la democracia ya existiera en primitivas sociedades. Sin embargo, la noción conocida más lejana en el tiempo data de la antigua Grecia. La palabra democracia proviene del griego: "demos": pueblo y "kratein": gobernar. Se trata de un sistema político por el que el pueblo de un Estado ejerce su soberanía mediante la forma de gobierno que haya decidido establecer. La esencia del sistema democrático supone la participación de la población en el nombramiento de representantes para el ejercicio de los poderes ejecutivo y legislativo del Estado.

Ése es el quid de la cuestión y la piedra de nuestros tropezones. No significa abolir las jerarquías, sino conceder al ciudadano un hipotético poder para designar y cambiar esas jerarquías. Se puede elegir a los jerarcas, pero una vez elegidos hacen y deshacen a su antojo hasta unas nuevas elecciones. Y anteriormente se ha dicho hipotético, porque todos sabemos que tras la palabra democracia se esconden fraudes, pucherazos, y otras artimañas legales, como engaños, y manipulaciones electorales.

Como la definió el político británico Winston Churchill, la democracia es el menos malo de los sistemas. Efectivamente. Poco, o nada, hemos perfeccionado la teoría heredada de los antiguos griegos. No se trata de que el concepto haya tocado el techo de la perfección, sino de que el tope existente es la imperfección humana.

Dícese que el poder corrompe. ¡Claro que sí!... y en todas las áreas de la vida. Sin embargo, la honestidad no debiera medirse con la misma regla en la empresa privada que en la cosa pública. Jamás se podría ser honesto en la política si siempre se anda en el filo de lo que la ley entiende por delito. Por ejemplo, prometer con intención de engañar no es delito en las leyes judiciales, pero un político honesto nunca debiera hacerlo. En realidad, esto de la honestidad en plítica no pasa de ser teoría. Todos saben que en la realidad la política funciona de una manera muy distinta, y la honestidad no es precisamente virtud de los políticos.
He de reconocerme muy poco interesado por los temas políticos. No se trata de estar desencantado o desengañado del sistema. Simplemente, mi actitud podría inscribirse dentro de una cuestión puramente circunstancial: Harto dura es la enfermedad, ¡cómo para enrollarse con un mitin político!... los cuales suelen ser capaces de aburrir hasta a los muertos si no se escucha con la predisposición a unos colores, y un prejuicio hacia el partido adversario. ¡Hasta ahí podríamos llegar!. Cuando se llevan en la mente esa predisposición y esos prejuicios, se va de ciego por la vida. Y si así fuese y algo hay, ¿díganme ustedes qué político no está ciego?. Tal vez a ellos les valga lo de "en el país de los ciegos, el tuerto es rey". Da ésa la impresión cuando les ves en campaña electoral, dedicando un cuarto de hora a explicar sus virtudes de partido, y tres cuartos a descalificar al adversario.

Yo, que soy bastante cínico, me sonrío con el proceder de los políticos en campaña electoral. La descalificación suele resultarles productiva según sus indicadores de marketing. Se ponen gallitos en descalificaciones y más descalificaciones, como si fuese un patio de vecindad del peor de los suburbios. Otras medidas adoptadas causan risa al verse cosas tan artificiales, como metidas con calzador para engatusar al votante. A esta especie pertenecen los continuos saludos a "t'o quisque" ["Minero, hoy te saluda este "capitoste", mañana te dará un puntapié en el culo"]... o el reparto de flores a diestro y siniestro. Mención aparte merece el episodio de hacerse la foto tomando un niño en brazos ["¡Jodido" chiquito!, ¿seguro que no estará meado?"]. Y no olvidar el paseo por el supermercado con el carrito de compra... donde no había estado en su puta vida. Tampoco les importa dar patadas al diccionario con la pretensión de hacer énfasis en su amabilidad comenzando su discurso con: "Amigas... y amigos" [la damas primer]. Incorrección gramatical a todas luces, porque el adjetivo "amigos" engloba a ambos sexos. Pero aún así, ha de dar la nota [aunque yo le imagine años atrás al volante del automóvil gritando lo de "¡mujer tenías que ser!"... ahora ya no conducen, porque disponen de vehículo y chofer oficiales].

¡Ah, sí!. Ya, ya, el chiste:

Cuentan que un partido mandó a unos cuantos políticos a apoyar a un candidato de la misma ideología en cierto acto de una campaña electoral de distinta Comunidad Autónoma. Sacó billetes de avión para éstos y sus esposas, y contactó con un hotel de cinco estrellas en la ciudad de destino. Pero no contaban con una huelga de pilotos de aviación que obligó a cancelar el vuelo hasta la semana siguiente. Indignados y aprisa, fletaron un autobús, dejaron a las damas consortes en casa en contra de su primera intención, y se lanzaron a los 700 kilómetros de carretera.

Tampoco contaban con que una manifestación de mineros había cortado la carretera a 600 kilómetros de la ciudad de origen. El jefe de la expedición telefoneó a la Comisaría. El Señor Comisario estaba allí mismo, intentando resolver el conflicto. Cuando le localizaron telefónicamente, se acercó al autobús. No sólo aseguró que la policía se veía incapaz de disolver aquel disturbio, sino también que los manifestantes estaban muy exaltados, y si se enteraban de que allí había un grupo de políticos gobernantes, no tendría efectivos suficientes para protegerles. Cagados los pantalones por miedo a una escabechina, el jefe de expedición dio la consigna:

- Bien, vamos a dispersarnos, id de dos en dos. Dentro de 4 horas nos reuniremos en el Hotel Bellavista de la ciudad que acabamos de pasar.

- Yo soy de esta comarca -terció el conductor- y conozco una red de caminos rurales que nos devolverán otra vez a la carretera pasados 30 kilómetros, y podremos continuar un vez eludidos los piquetes.

- Bien, nosotros escoltaremos el autobús -ofreció el Señor Comisario.

- No, gracias -respondió el jefe de la expedición-. Una escolta podría despertar sospechas entre los mineros, e iniciar una persecución.

Perdida una hora en la cola de la manifestación, y como las prisas no son buenas para nadie, el desenlace de aquel atajo fue un patinazo en la gravilla del intransitable camino vecinal, cuatro vueltas de campana, y una caída por un terraplén de 100 metros hasta un campo sembrado de trigo.

El granjero, propietario del trigal, por aquello de que una de las bienaventuranzas habla de enterrar a los muertos, los enterró, y siguió con su trabajo en el campo.

Durante una semana, por todo el país se estuvo buscando un autobús blanco con una franja horizontal azul, donde viajaban 22 políticos. Incluso los periódicos, radio, y televisión, hablaron de secuestros terroristas, chantajes al Estado, y demás zarandajas sin fundamentos. Otros, menos afortunados, lanzaron sus suspicacias sobe los piquetes de los mineros, sugiriendo algún linchamiento secreto.

Por fin, una llamada telefónica de alguien, que no quiso identificarse por el mal olor del asunto, avisó de haber visto al autobús volcado, y describió el lugar del hallazgo a la perfección.

Presentada la policía en el lugar donde tuvo lugar el accidente, no halló ni rastro de cadáveres, ni tampoco personas con vida. Perplejo, el Señor Comisario llamó, preguntando, a la puerta de la granja.

- ¿Los políticos? -dijo el granjero-. ¡Ah, sí, los he enterrado!.

- ¿Y cómo no ha avisado?. ¿Usted no sabía que estaba cometiendo un delito?.

- Bueno... ¿delito...? Yo no entiendo de papeleos -se excusó el granjero-, ni siquiera sé leer. Sólo sé ordeñar las vacas y sembrar cereales. ¡Y como los curas dicen no sé qué de las bienaventuranzas y de enterrar a los muertos...!.

- ¿Enterrados...? ¿Y dónde están enterrados?.

- Aquí -respondió el granjero, señalando una sola tumba.

- ¡Cómo, a todos los ha metido en un fosa común!.

- No. Al conductor le he metido aparte.

- ¿Y cómo ha sabido usted que era el conductor? -preguntó el Señor Comisario.

- ¡Coño, qué preguntas...! Porque estaba en el asiento al lado del volante.

- ¿Y todos estaban muertos?.

- Bueno -contestó el granjero-, de eso no estoy muy seguro. Yo les fui preguntando uno por uno. El que no respondía, supuse que estaba muerto. Hubo tres, o cuatro, que respondieron no estar muertos. Sin embargo, no les creí... ¡porque ya se sabe que los políticos son todos unos mentirosos!.

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2 comentarios:

  1. Veo con expectación la progresiva toma de conciencia política por parte del colectivo. Nos sobran razones para estar indignados, doblemente.

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  2. Y una transcendente reflexión tibetana: "Vivimos como si no fueramos a morir, y morimos como si no hubiéramos vivido"

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