Blog "Ataxia y atáxicos"
(Por Miguel Ángel Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de Villanueva de Odra, provincia de Burgos).
Hoy la entrada al blog "Ataxia y atáxicos", movido por un triste suceso, la dedico al recuerdo de un amigo. Ayer quedé profundamente impactado al enterarme, a través de "Alertas Google" para ataxia, del fallecimiento de Alfonso Gálvez. Con Alfonso me carteé a partir de 1995. Luego perdimos la comunicación, aunque le he seguido felicitando por Navidad algún tiempo... doble felicitación... Y digo doble, porque su cumpleaños era el 25 de diciembre, lo que permitía unir dos felicitaciones en una sola. He de decir que me telefoneó dos veces. Fue inútil... no le entendí "ni papa". Normalmente, aún puedo hablar por teléfono, pero, con mi deficiencia auditiva, me resultó imposible entender su voz atáxica, muy afónica y apagada. Y tengo la impresión de que él tampoco me entendía a mí.
Alfonso era paciente de Ataxia de Friedreich. Le conocía través del boletín de la extinta Fundación de Ataxia Adriana de Luz Caballer. En la última página veníamos, solicitando correspondencia, algunos atáxicos de la vieja guardia, conocidos en este blog y en nuestra lista de correos, HispAtaxia. Junto al mío, entre otros, estaban los nombres dé Bartolomé Poza, Hilda Gayoso, Marga Dacal, Cristina Sáez, y Rosa Escribano... y fallecidos, Angélica Baeza, Esther Busquets, Vicente Sáez, y el propio Alfonso Gálvez.
La familia más directa de Alfonso Había fallecido. Creo que era natural de la región murciana, y ya por entonces residía en el CAMF de Leganés. A pesar de habernos carteado, muy poco puedo decir de él, salvo que vendía lotería, y estaba contento por poder salir. Le noté inmensamente sólo. Sus cartas eran cortas... una cuartilla... y un tanto huecas. Era normal. En realidad, me daba cuenta de que Alfonso estaba haciendo muchísimo más de cuanto podía. Escribía con una vieja máquina de escribir de teclas duras, y la mitad de las letras o faltaban o estaban semimarcadas... aparte de que al ser manual el retorno, cambiaba de línea tras teclear palabras enteras sin papel... también se notaba que la cinta estaba mal colocada. En fin, yo le noté que le faltaba una asistencia, que, si es necesario, hallamos fácilmente en la familia. Los sobres venían escritos a maquina, pero la dirección estaba en cualquier posición... y a medio pegar... igual que los sellos.
Ya por entonces yo empezaba a jugar a Robin Hood de los atáxicos, y escribí al Director del CAMF de Leganés para que montaran un ordenador a Alfonso, para darle más facilidades de escritura. Nunca contestaron a dicha carta.
Me sorprendí un poco cuando supe que Alfonso había escrito un libro. Pensé que no estaba capacitado para actuar como escritor ni física, ni culturalmente. Lo cual, conociendo lo que se cuece en la ataxia, no es una descalificación. Por el contrario, mi decir potencia el valor de su obra y de su esfuerzo. Aunque sea prestada, le dedico mi frase favorita: "Un héroe es quien hace lo que puede". (Romain Rolland). Ahora sé que ha tenido una gran ayuda con nombres propios. ¡Gracias, Andrés, y Manuel!.
¡Alfonso, descansa en paz!.
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Original en "Gente en Leganés"
La infelicidad no borró su sonrisa
gentedigital.es/Patricia Reguero Ríos, 16/7/2010.
Se hizo escritor para romper el silencio al que le condenaba su ataxia, recuerda Carmen, pero ni escribir le salvó de ella. Alfonso Gálvez, autor de 'Jaula de Oro, una historia de infelicidad' (Patrañas, 2008), condenado a la doble pena de ataxia e internamiento, murió el viernes a los 47 años, aunque había empezado a despedirse cuando tuvo que cortarse la coleta por exigencias de la silla de ruedas. En la primera planta del CAMF, donde los adredistas -esa bandada de escritores que puede avistarse por El Carrascal- celebran sus talleres, y lo que surja, se sienten un poco más solos.
De él dicen los que mejor le conocen -y lo repiten, con que será verdad- que fue un luchador. "Nada le detenía, a pesar de su enfermedad, ni la lluvia, ni el calor, siempre estaba en la calle por muy mal que se sintiera", dice de él Chiqui. De eso sabe algo Gabriel, que iba con Alfonso al cine y a la verbena de San Isidro. Habrá quien, como Paco, le recuerde además como el chaval de la coleta que vendía lotería en el mercado. "La vida le colocó del lado de los cojos, el paradigma de los débiles, y los otros, los fuertes, le arrinconaron en una residencia", dice Paco. Contra eso se revolvió el autor de 'Jaula de Oro' "luchando en todos los frentes, en los acertados y en los equivocados, y perdió en casi todos".
Vivió intensamente, tuvo la oportunidad de extraer lo mejor de sí mismo y "al final, le tocó ser atendido por los que más le admiraban y le respetaban", cuenta Andrés, que además de monitor de los talleres ha sido altavoz de Alfonso. Carmen confiesa que nunca aguantó su obsesión con la religión. Rosa dice estar "triste porque se fue un escritor". Chiqui recuerda el día en que Alfonso volvió riéndose porque se había caído de la silla. Y Manuel -que hizo de brazos y piernas a veces- conserva cientos de páginas con los relatos de Alfonso. En ellos, Alfonso Gálvez recorría el desierto, viajaba a Nueva York o buscaba novia en el Alcampo. Por algo se le oyó decir muchas veces que "escribir es mejor que vivir".
Habrá quien recuerde a Alfonso por su obra, por su coleta o por vender lotería. Los adredistas tienen más. Porque ni siquiera su infelicidad de los últimos años, dicen, borró su belleza y su sonrisa.
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Lu siento...Cuando se pierde un viejo amigo, es algo dificil... pues empezamos a recordar todo lo mejor de esa persona; y de forma especial recordamos lo q aprendimos de el, q lo conocimos de la mejor manera manera.
ResponderEliminarDIOSA
Gracias, Diosa. La vida no se mide por minutos. Todos hemos de llegar a ese final.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.