Monólogo

Blog "Ataxia y atáxicos"
Por Cristina Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.

Nota de la autora: Este monólogo lo escribí hace años para una amiga que se presentaba a un casting.

Aparece Angela. Se sienta en la silla, ante el teléfono que está sobre la mesa:

(Mirando el reloj en su mano izquierda). Creo que ya estará en casa. Ya habrá salido del trabajo. Aunque hay días que se le hacen las tantas, y no come. Menos mal que yo le lleno la nevera de comida buena... como Dios manda. Los domingos viene a comer, y yo ya le he preparado comida para toda la semana... y sólo tiene que meterla en la nevera. Así, del microondas al plato, y del plato a la boca. Si no fuera por mí, no sé lo que sería de él.

(Descuelga el teléfono y comienza marcar). Ya sé que no le gusta que le llame tanto, pero no puedo evitarlo. No quiero que le pase nada. No sé por qué se ha querido independizar tan pronto... con lo bien que estábamos los dos en casa.

(Marca el número y espera) Soy yo, mamá. (Hablando al contestador como si fuera un robot). Quería saber si estabas ya en casa. No te olvides de llamar, te estaré esperando.

(Cuelga el teléfono). No estaba. Era el contestador. ¿Le habrá pasado algo? Qué raro que no esté. A lo mejor me he confundido de número.

(Marca el número de nuevo). Hijo, soy yo otra vez. ¿Porque tú eres mi hijo, no? Llamo otra vez porque no sé si antes he marcado bien. Llámame en cuanto llegues. (Cuelga el teléfono).

No está... que, definitivamente, no está. (Cambiando de expresión). ¿Y si está en casa, y no coge el teléfono porque le ha pasado algo? ¿Se habrá caído en la bañera al oír el teléfono?. Por mi culpa se habrá golpeado en la cabeza, y por eso no contesta al teléfono. (Llora un poco, cambia de expresión, pensando).

O quizás todavía no haya vuelto a casa, porque ha tenido un accidente con el coche viejo... porque está muy viejo... y no se quiere comprar otro. ¡Claro, que con lo que gana! Si tiene que pagar el alquiler del piso, un piso asqueroso y viejo... no sé por qué ha tenido que irse de casa. ¡Con lo bien que vivíamos los dos juntos! Ya se qué es ley de vida... que ya es mayor. Pero no lo puedo evitar. Es mi hijo. Sólo le tengo a él. Desde que mi marido murió, sólo he vivido para él. Y así me lo paga: No cogiendo el teléfono, porque no lo quiere coger. Sabe que soy yo, y no se quiere poner... ¡Pues me va a oir! ¡Ahora verá!.

(Vuelve a coger el auricular, marca el número, con énfasis). Soy yo, mamá. Si no quieres hablar conmigo, por lo menos dímelo, que soy tu madre... (dramática), soy tu madre. Ya sé que soy una pesada, que te llamo muchas veces, que me preocupo por ti demasiado, pero... ¿qué quieres...? Sólo te tengo a ti, y te quiero mucho, hijo mío.

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Revolución feminista.

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