Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Vicente Sáez Vallés, paciente de paciente de Ataxia de Friedreich), de Zaragoza.
Nota del administrador del blog: Para acceder a una breve semblanza de Vicente (escrita por su hermana, Cristina, también paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.
Nota de su hermana Cristina: Vicente escribió este relato en 1982... pero debió arreglarlo en 1989, para enviarlo a algún concurso. Los nombres que utiliza, son de amigos de 1982. ¡Hasta sale el mío!
LA ESCLAVITUD DE LA INOCENCIA
-I-
De un estridente salto, Pepejuán se afianzó en la barra; en aquel movimiento vertiginoso se planteó su habilidad. Nunca, nadie de los que allí estaban, se formuló la penosa destreza que poseían. Sólo quedó la herencia de sus antiguos y una extraña pauta que, de pico en pico, se fue difundiendo como creando la única defensa ante el temor de la especie: la extinción.
- ¡Juanmanuel! ¿Te quieres columpiar más aprisa? -gritó Pepejuán dando órdenes con un ala, y bastante enfadado.
- ¡Te... tengo la pechuga hecha polvo! -musitó perplejo Juanmanuel con un gorjeo de agotamiento.
- ¡Me da igual! -Pepejuán estaba firme, y expresó la dureza que los súbditos le atribuían-. Te anquilosas. He visto muchos como tú. Yo soy viejo, y vas mal. No me discutas.
Juanmanuel no tuvo más remedio que callar y obedecer: Su plumaje ya se confundía con el color de la planta que había tras los barrotes, porque su velocidad era mayor que los ojos de los demás... que, por un momento, sólo prestaban atención a la bronca del líder al atleta mejor preparado de la accidental reunión.
No se veía ningún pico ciado. Ningún rostro triste. Mecánicamente cumplían las órdenes. Todos tenían el mismo mal: eran tontos. Víctimas de un optimismo prefabricado por aquel que estuvo siempre con ELLOS, siempre separado por unos barrotes. Tal vez por eso, nunca les habló de ELLOS. Y es que los periquitos de jaula, tienen las alas de adorno.
-II-
En la esquina, Javier intimidaba a Julia:
- Los hombres no pensáis en otra cosa.
- ¡Vaya! Mujer, decídete...
- Pero te he dicho una y otra vez que no es la época. Poner un huevo ahora...
- Si tienes temperatura...
- Pero... imagina que se me lleven, o se te lleven. ¿Qué sería de nuestro hijo?. ELLOS no van a elegirnos como una pareja...
- ¿Pareja? -interrumpió Javier-. ¿Qué es eso?
- ¡Oh! Me dijo Pepejuán que nunca comentara...
- ¡Ya sé! ¡Tus rollos con Pepejuán!
- Ya lo sabes porque te lo he contado mil veces. Yo soy la única que hablaba con él.
- ¡Y se lo llevaron! Tu pico sólo se abre para eso... ¿Eh?. Luego volvió pero muy cambiado. ¿Qué es lo que haría?.
- ¡Estúpido! Sabes que estuvo con ELLOS.
- Lo siento, pero te quiero tanto...
- Y yo...
- ¿Y Pepejuán?
- Eso ya pasó...
Ambos se picotearon de amor. Parecía sincero, pero a hurtadillas, porque en una jaula de un metro cuadrado no hay mucha intimidad. Javier rodeo con su ala izquierda a Julia y sonrió. Sus patas se agarraron más fuerte que nunca a ese alambre oxidado, acogedor por las cascaras de mijo y más cagarrutas que a veces ELLOS limpiaban provocando el pánico de todos.
Pepejuán reprochaba a Emilio su exagerada pasión por el agua. Cuando no bebía, se bañaba en ese recipiente elíptico en forma de piscina que había en el centro del suelo de la jaula. Pepejuán argüía que aparte de anquilosarse no dejaba beber en paz a los demás.
En ese momento, se acabó el entrenamiento de Juanmanuel, y fue Sonia la que le reemplazó, en un relevo de entusiasmo que todos admiraban. "¡Esa chica llegará lejos!", pensaba Pepejuán en un alarde de esperanza. Pepejuán era el líder. Se preocupaba de todos, tal vez porque estuvo con ELLOS.
Una vez preguntó Braulio:
- ¿Cómo son ELLOS?
Pepejuán tragó saliva en ademán de ese poder de individuo experto que le concedía el haber salido de la jaula y regresar.
- Todos son iguales, salvo el SER GRANDE DE LA BATA BLANCA. Yo les he visto quitarse y ponerse las plumas con una normalidad pasmosa. Lo que nosotros nos cuesta un año, ELLOS lo hacen cuando quieren. Son muy grandes.
Nadie podía saltar cerca del vértice superior derecho. Parecía peligroso; incluso Pepejuán, el líder, le dio un misterio exagerado al lugar. Tal vez porque una vez, una tal Julia se enredó en esos alambres. Pepejuán no pudo hacer nada, y cayó herida. EL SER MAS GRANDE DE LA BATA BLANCA, la tomó con su pata, la estranguló, y la arrojó a la jaula de los gatos. Fue un trauma para todo el grupo, mayor incluso que cuando alguien es capturado, porque uno de ELLOS le señala, o aleatoriamente las garras les persiguen hasta que atrapan a uno de ellos, el desdichado. La sangre de los pericos corre aún más aprisa, y todos huyen y se amontonan. Para ese terrible acontecer estaban todos preparados, pero no para un accidente y ahí, Pepejuán se sentía especialmente implicado y protector. Todo ocurrió antes de que se llevaran a Pepejuán y después de que llegó el jilguero. Julia fue la única periquito azul que llegó a la jaula.
(Continuará).
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2- Sección "PowerPoint del día":
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Un bonito relato. Muy imaginativo y muy bien escrito. Oportuno recuerdo a la memoria de Vicente.
ResponderEliminarUn abrazo.