Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Ana Fernández, paciente de Ataxia de Friedreich, de O'Grove (Pontevedra).
Extraído (excepto material gráfico) de: Blog de Ana Fernández. Fecha, 30/06/2012.
Original en: Mi etapa como psicóloga.
La vida es como un juego de cartas, nunca sabes cuáles te tocarán, pero debes jugar igual.
Para recordar el capítulo anterior de esta serie, pinchar en: Mi etapa como psicóloga (I parte)
Ya en O' Grove, viviendo en casa de mis padres, ahora, sabiendo qué era estar fuera de casa, me resultaría más difícil acostumbrarme de nuevo al hogar. Otra vez me había quedado sin amigos. Pero tenía suerte: ¡iba a empezar a trabajar, aunque sólo fuera haciendo prácticas!.
Ahora comenzaba una nueva etapa en mi vida. La vida de estudiante ya había quedado atrás. Estábamos a finales del año 99, y tenía 24 años. Unos días después, fui hasta el centro de drogodependientes en mi silla de ruedas a motor, que ya habíamos traído de Santiago.
Esta silla llamó mucho la atención. En un pueblo tan pequeño, se supone que todos nos conocemos, pero la mayoría de la gente no me conocía, o no se acordaba de mí. Hay que recordar que cuando empecé a estudiar en la universidad todavía caminaba. Además, era la única silla con motor que había por aquí. Por supuesto las calles estaban muy poco adaptadas, y los lugares públicos tampoco lo estaban.
Hablé con la psicóloga del centro, y decidimos que empezaría en unos días. No sabía cómo me iba a ir allí. Era la primera vez que iba a trabajar: ¡Tendría una jefa, y compañeros!. El edificio no estaba adaptado, y todos los días me tendrían que subir con la silla por las escaleras.
Al cabo de unos meses, comencé a hacer prácticas una compañera de la Facultad. Aparte de la falta de adaptación del local, me encontré muy bien trabajando con todos mis compañeros.
Mientras seguía de prácticas, presenté un proyecto para trabajar, como psicóloga, en un centro de la tercera edad. En teoría, las personas con algún tipo de minusvalía tenemos preferencia para conseguir un trabajo sobre aquellas sin problemas físicos: es la llamada discriminación positiva. Así que, conseguí mi primer contrato durante ocho meses en el ayuntamiento de O' Grove para trabajar como psicóloga para la tercera edad.
Esta etapa no fue tan bien como las anteriores: La gente mayor aún no acepta que una persona en silla de ruedas pueda estudiar y trabajar.
Un día entregué mi currículum en COGAMI (Confederación de Minusválidos de Galicia), y allí me dieron el correo electrónico de Javi, un chico de mi edad, que también padece Ataxia de Friedreich, para que me pusiese en contacto con él. Nunca había conocido ni oído hablar de nadie, que tuviera la misma enfermedad que yo.
Hacía poco tiempo que me había comprado un ordenador, y no sabía bien cómo utilizarlo, pero poco a poco fui aprendiendo. Javi me dio una dirección de una página web sobre ataxia. Conocí a muchos afectados por esta enfermedad, de España y Latinoamérica: Madrid, Huelva, Bilbao... México, o Argentina... pacientes, familiares, o amigos. Me fui enterando un poco más de todo lo relacionado con mi enfermedad, ya que nunca había querido saber nada de ella.
Conocí a muchas personas afectadas: primero a través de Internet, pero luego en persona: ya que cada año nos reunimos. En la primera reunión en Madrid estaba muy nerviosa. Iba a conocer en persona a todos los compañeros con los que había chateado durante tanto tiempo, y que, además, tenían la misma enfermedad que yo. Todo fue muy bien. Aunque cada uno tiene su forma de ser y de pensar, todos tenemos en común una cosa: la misma enfermedad.
Por entonces, abrieron un hotel-balneario en La Toja, donde trabajaba una fisio y un médico, entre otros. Empecé a ir allí todos los días para hacer algo de ejercicio.
Cuando acabé mi primer contrato de trabajo, estuve preparando unas oposiciones convocadas por la Xunta de Galicia, donde ofertaba varias plazas para psicólogos, de entre las cuales, una era para minusválidos. Conforme se acercaba la fecha del examen, más nerviosa estaba. No sabía si quería aprobar, o no: Tenía miedo de no poder realizar el trabajo. Al final, suspendí ya en el primer examen.
Al poco tiempo me llegó una carta, donde decía que estaba admitida para trabajar, como psicóloga, con un contrato por un año, en el ayuntamiento, por el Plan Labora. Al final organizamos un grupo de autoayuda para discapacitados. Todo fue muy bien ese año. Me sentía bien en el trabajo, y con mis compañeros, que me ayudaban mucho. Organizamos muchas cenas, y salíamos todos juntos.
Con el grupo de autoayuda también iban bien las cosas. Estaba muy orgullosa de lo que hacía, aunque no era mucho: Estas personas se sentían mejor y más apoyadas. Pero se me terminó el contrato, y, además, se disolvió el grupo. A pesar de ello, yo seguí en el ayuntamiento, como voluntaria, unos meses más.
FIN.
Nota del administrador del blog:
Pinchando el enlace indicado podrá hallarse (en cuatro capítulos) algunas experiencias de Ana Fernández: Una época de mi vida de la que estoy muy orgullosa
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2- Sección "PowerPoint del día":
Seguimos con el tema de la psicología :-)
Para ver y/o guardar este archivo PowerPooint, pinchar en El poder de la mente.
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¡Adelante, Ana, adelante!.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.