Por Mónica kurtis ... para "NEUROfriendly" ... (para ver el original, pinchar en el enlace "fuente" ... al final del artículo).
20 de junio de 2018.
Bom día a todos desde Lisboa, donde he tenido la oportunidad de aprender y actualizar conocimientos participando en el 4º Congreso de la Academia Europea de Neurología. Recogiendo las peticiones de los seguidores que les gustaría leer más sobre los avances en tratamientos e investigación en Neurofriendly, hoy os quiero hablar de los tratamientos genéticos (también denominados como terapia génica) en las enfermedades neurológicas. ¡Hay mucho que contar! Eso de lo que hablábamos hace unos años como el futuro, hoy es una realidad. Una realidad en evolución y llena de esperanza para muchos pacientes.
¿Qué es la terapia génica? Para entender esto es fundamental dar un paso atrás y coger un microscopio, adentrarnos en la célula y llegar al núcleo, donde encontraremos sus cromosomas. Como sabéis, esos cromosomas contienen nuestro código genético y dos copias de cada gen, una copia heredada de la madre y otra del padre. Los genes están escritos en un código que llamamos DNA.
- Este DNA se transcribe a otro código que se llama RNA.
- Este se traduce en su producto final que son las proteínas (o polipéptidos que veis en la imagen). Las proteínas son vitales para la vida de una célula ya que tienen múltiples funciones: dan estructura, defienden, metabolizan, construyen y destruyen…
En las enfermedades genéticas se produce una mutación en el DNA que hace que estos procesos se trunquen: el resultado puede ser un proteína muy corta, que funcione a medias; una proteína que funcione en exceso o una que no funcione para nada. En las enfermedades con herencia recesiva, se necesita recibir dos genes mutados (uno de cada uno de los progenitores) para que la enfermedad se desarrolle. Si sólo hay una copia “mala”, el otro gen “salva” el problema y no da pie a ningún problema. En las enfermedades con herencia dominante, con recibir una copia errónea (del padre o de la madre), ya es posible desarrollar la enfermedad.
En cuanto a las enfermedades que aquí tratamos, lo cierto es que vamos descubriendo nuevos genes a pasos agigantados. La ataxia de Friederich y las ataxias espino cerebelosas (SCAs) (esas enfermedades que producen alteraciones del equilibrio y del habla que comentábamos en Cuestión de equilibrio y Hablo raro pero no soy tonto) y la enfermedad de Huntington (que produce lo que llamamos corea o movimientos de baile continuo) tienen en común que son monogénicas (una mutación en un gen produce una enfermedad). La distonía de la que nos hablaba Alberto hace unas semanas (La distonía es un cortocircuito) y la enfermedad de Parkinson (de la que tenemos múltiples posts), son enfermedades más heterogéneas ya que conocemos decenas de genes relacionados con ellas.
Y por qué os cuento todo esto. Porque, si sabes cuál es el gen mutado, tienes una causa clara de lo que no funciona y puedes actuar sobre el problema de raíz. Es muy distinto ir al mecánico y decir, “el coche no va bien” a decir, “este coche no acelera porque falla el contacto entre el acelerador con la bujía que tiene la tuerca x”. Creo que queda claro que no sé nada de coches, pero seguro que con el ejemplo os hacéis una idea. Y la terapia génica es eso: actúa en cada uno de los pasos que os he comentado antes.
- Es erróneo el código inicial (el DNA): pues lo aporto desde fuera. ¿Cómo? a través de vectores virales que se introducen en la célula y aportan una copia sana del gen y se incorporan al DNA de la persona.
- Otra posibilidad es evitar el paso de RNA mensajero a proteína, interceptando la traducción con un RNA de interferencia (un pequeño trozo de RNA que se adhiere al de la persona e interrumpe la lectura). De esta forma, no se produce la proteína patológica.
- La proteína producida es un desastre y lo único que hace es fastidiar: la marco con un anticuerpo especifico y así le digo al cuerpo que la destruya. Que la meta en la basura de la célula para que no esté por medio y cause daño.
Y esto, que hace unos años parecía ciencia ficción, cosa de ratones, pipetas y campanas de laboratorios, ya es una realidad. La atrofia muscular espinal es una enfermedad recesiva (de esas que requieren dos genes mutados) en un gen bien identificado (el SMN) que ataca a las neuronas motoras que salen de la médula espinal para llegar a los músculos. Al no llegar bien la señal, los músculos se atrofian y en algunas formas graves llevan a la muerte en los primeros años de vida.
Hoy, gracias a la terapia génica, algunos de estos niños pueden alcanzar hitos como sentarse, gatear, incluso dar unos pasos… Se ponen los pelos de punta ¿verdad? Es maravilloso.
Y lo que se aprendió de esta enfermedad neuromuscular, hoy se esta aplicando a algunos trastornos del movimiento. En este momento hay ensayos clínicos con terapias génicas para la ataxia de Friederich, la enfermedad de Huntington y la enfermedad de Parkinson (para portadores del gen GBA o glucocerebrosidasa). En ellos se intenta restaurar la funcionalidad normal de la proteína actuando en uno de los niveles que he descrito antes.
El futuro ya está aquí. Hay razones para tener mucha esperanza. También cautela. Lo que os he contado en pocas palabras es el trabajo de años de investigación, de prueba y error, y precisa de una ingeniera que asegure que la medicación llegue bien a la diana, con las dosis adecuadas y sin producir efectos adversos. Habrá problemas por el camino, se caerán fármacos potenciales por ser ineficaces. Pero la medicina translacional avanzará y gracias a la inteligencia y creatividad humana llegará la cura para muchas enfermedades genéticas. Es cuestión de tesón y tiempo.
********************
No hay comentarios:
Publicar un comentario