Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich, residente en Barcelona.
Notas del administrador del blog:
Debido a la progresión de la enfermedad, Bartolomé ya no está en condiciones para usar ordenador. Este poema está fechado en abril del 2007, y forma parte de su libro 'Sentimientos de una vida'.
Bartolomé nació, y vivió hasta en los 25 años, en Jódar (provincia de Jaén)... Reside en Barcelona...
Es este poema se puede apreciar cómo Bartolomé pone en verso sus sentimientos provocados por la situación personal en un momento de progresión de su ataxia bastante avanzado.
*****
Se disfraza la palabra en la mirada,
que hablar quiere.
Melancólico misticismo,
suspirando sin lágrimas,
habla, en silencio,
de la expresión del alma.
¡La penuria, en su mutismo,
al cielo clama!...
¡Bendita la oración de la palabra escrita,
cuyo sonido es una súplica
a través de la mirada perdida!...
El alma,
manantial de sonidos y ternuras,
se duele, presa de la mudez
a la que está sometida,
por la falta de eufonía
de la expresión "dormida".
¡Ingenua y límpida mirada!.
Con palabras y silencios nada puedes evitar.
El viento, con suspiros, calla...
El mar,
acariciando la playa con susurros,
habla con sonidos de espuma blanca.
En rubio lecho,
agoniza, dulce, su letargo soñado.
Sonidos en el aire con gestos anhelantes,
entre suspiros del alma y en silencio.
Sus dulces ojos,
profundos como la eternidad,
hablan solos,
mas, sus gestos son anómalos.
Trémulas manos dibujan en el aire
cenefas, de extraña belleza.
La mirada es loa que al alma llega.
El silencio es lírico que el espíritu llena.
Su encantamiento, es silencio
hablando, en calma,
de la desventura omitida...
Se diluyen las penas,
soñada la voz,
la expresión lo dice todo...
todo, y nada...
La quietud hiere cuando en ella miras,
se ve una profunda eternidad
llena de sigilos y palabras inexpresadas.
En el rostro se ha de leer mensajes
que la brisa marina se lleva en sus olas
a los confines de la tierra.
Se eleva el silencio.
Expiran los suspiros,
entre nebulosas brumas.
Se disipa la palabra,
como entre hojarasca de invierno.
La tarde queda en silencio
de un crepúsculo tardío...
tardío, e incierto...
Entre celajes de un indefenso corazón,
adolecen inspiraciones
con prematura longevidad.
Languidece un remiso anochecer
entre hastío y desaliento...
En el aíre,
suspendida queda la palabra,
que se pierde donde habita el olvido.
Brilla apasionada la mirada
de unos ojos enojados por el mutismo,
súplica de un silencio obligado.
La oración de la palabra queda en el recuerdo.
Sólo subyuga la afonía
de una voz con sonido de suave cefiro.
Las dicciones adormecen su emotivo matiz...
Oigo el rumor del mar, a poca distancia.
Sé que es él.
¡No puede ser otro!
Aunque no pueda verlo,
oigo su especial eco con suave nitidez...
¡Qué más quisiera yo que gritar a los cuatro vientos,
para que mi gozo oyera!.
Mas todo es quimera,
de una mente por la ataxia desquiciada,
ahora sosegada
por la placidez del alma en disnea adormecida.
En busca de un paraíso voy,
donde la dicha se esconde,
y, de momento, rehuye la presencia
de quien le está vedada la palabra,
pero no el silencio.
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que hablar quiere.
Melancólico misticismo,
suspirando sin lágrimas,
habla, en silencio,
de la expresión del alma.
¡La penuria, en su mutismo,
al cielo clama!...
¡Bendita la oración de la palabra escrita,
cuyo sonido es una súplica
a través de la mirada perdida!...
El alma,
manantial de sonidos y ternuras,
se duele, presa de la mudez
a la que está sometida,
por la falta de eufonía
de la expresión "dormida".
¡Ingenua y límpida mirada!.
Con palabras y silencios nada puedes evitar.
El viento, con suspiros, calla...
El mar,
acariciando la playa con susurros,
habla con sonidos de espuma blanca.
En rubio lecho,
agoniza, dulce, su letargo soñado.
Sonidos en el aire con gestos anhelantes,
entre suspiros del alma y en silencio.
Sus dulces ojos,
profundos como la eternidad,
hablan solos,
mas, sus gestos son anómalos.
Trémulas manos dibujan en el aire
cenefas, de extraña belleza.
La mirada es loa que al alma llega.
El silencio es lírico que el espíritu llena.
Su encantamiento, es silencio
hablando, en calma,
de la desventura omitida...
Se diluyen las penas,
soñada la voz,
la expresión lo dice todo...
todo, y nada...
La quietud hiere cuando en ella miras,
se ve una profunda eternidad
llena de sigilos y palabras inexpresadas.
En el rostro se ha de leer mensajes
que la brisa marina se lleva en sus olas
a los confines de la tierra.
Se eleva el silencio.
Expiran los suspiros,
entre nebulosas brumas.
Se disipa la palabra,
como entre hojarasca de invierno.
La tarde queda en silencio
de un crepúsculo tardío...
tardío, e incierto...
Entre celajes de un indefenso corazón,
adolecen inspiraciones
con prematura longevidad.
Languidece un remiso anochecer
entre hastío y desaliento...
En el aíre,
suspendida queda la palabra,
que se pierde donde habita el olvido.
Brilla apasionada la mirada
de unos ojos enojados por el mutismo,
súplica de un silencio obligado.
La oración de la palabra queda en el recuerdo.
Sólo subyuga la afonía
de una voz con sonido de suave cefiro.
Las dicciones adormecen su emotivo matiz...
Oigo el rumor del mar, a poca distancia.
Sé que es él.
¡No puede ser otro!
Aunque no pueda verlo,
oigo su especial eco con suave nitidez...
¡Qué más quisiera yo que gritar a los cuatro vientos,
para que mi gozo oyera!.
Expresión gráfica de una degeneración avanzada |
Mas todo es quimera,
de una mente por la ataxia desquiciada,
ahora sosegada
por la placidez del alma en disnea adormecida.
En busca de un paraíso voy,
donde la dicha se esconde,
y, de momento, rehuye la presencia
de quien le está vedada la palabra,
pero no el silencio.
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