Blog "Ataxia y atáxicos".Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich, residente en Barcelona.
NOTA: Para ir al libro, de acceso gratuito, "Mi pequeño diario", escrito por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich, hacer click en: http://www.miguel-a.es/BPMILI/
EL PACTO ENTRE GATOS Y PERROS
Gatos y perros estaban
contínuamente riñendo:
– “Estas espinas son mías”.
– “¡Mentira, so ladronzuelo!”. 
– “Tú unos huesos me quitaste”. 
– “¿Que yo te quité unos huesos?
¡Si eran míos!”. 
– “¡Abusones! Abusones
siempre sois, ¡malditos perros! 
Si los pobrecitos gatos 
vuestra fuerza, ¡ay!, tuviésemos, 
no nos quitaríais nada”. 
– “Reclamamos lo que es nuestro. 
Lo que pasa con vosotros,
de sobra que lo sabemos,
siempre salís con maullidos, 
que parecen lloriqueos.
Y si alguno de nosotros 
se distrae, ya esta fresco: 
le quitaríais las pulgas,
si las pulgas fuesen queso”.
– “Tal como ahora vivimos,
es vivir en un infierno”. 
– “¿Y si hiciéramos un pacto? 
Ganando todos saldremos. 
Pacto de paz que establezca 
cuáles son nuestros derechos”.
Convocados unos y otros 
acordaron un convenio
–debidamente firmado– 
que decía más o menos:
“Desde hoy en adelante 
del chucho serán los huesos... 
y las espinas del gato”. 
Quedándose el documento 
los mininos, que salían 
favorecidos con ello.
Pasaron días y meses, 
pasaron años enteros, 
y los firmantes del pacto 
ya, de viejos, habían muerto. 
Cuando los nietos perrunos 
no respetaban derechos, 
comiéndose las espinas 
de los gatos indefensos, 
los michos, desesperados, 
se tiraban de los pelos. 
Y a los canes convocaron 
para hablar del documento. 
Una vez ya reunidos, 
el pergamino extendieron, 
y los morrongos se hallaron 
con el escrito incompleto, 
por culpa de los ratones, 
voraces, que lo royeron. 
Y decía el pergamino, 
cual si adrede fuese hecho: 
“Desde hoy en adelante 
y las espinas...”
¡Mal haya! El resto,
las ratas se lo comieron. 
Y así fué cómo los michos 
tuvieron perdido el pleito.
Y mientras lo celebraban, 
con alegría, los perros, 
los gatos, muy indignados, 
hacían el juramento 
de no dejar en paz nunca 
a los autores del hecho. 
Imprudencias hay que, a veces, 
se pagan con odio eterno.
También pasa en los humanos, 
no sólo en gatos y perros.
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¡Genial, Bartolomé! ¡Qué imaginación!.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.