Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.
Nota del administrador del blog:
Este relato de Vicente se editará en dos capítulos, en días consecutivos, si en el intermedio no hubiera noticias relevantes de ataxia cuya emisión no admita dilación.
Para recordar: El secuestro del reflejo (primera parte).
- II parte-
Había pasado cientos de veces al lado de la puerta del casino, pero jamás se había adentrado en sus dependencias. Tomó ansioso el pomo macizo de la puerta y lo primero que vio le inundó en una familiaridad enajenante por desconocida: las paredes estaban enmoquetadas con terciopelo rojo, y había unas mujeres, poco vestidas, con lencería fina roja y negra que llevaban bandejas llenas de vasos con bebidas a la gente que rodeaba ansiosa las mesas de juego… ésos estaban pendientes de algún naipe, algún dado, o que la bola de la ruleta se detuviera en una casilla en concreto.
Atravesaba la estancia, llena de opulencia, con la mirada fija en las sorpresas que le aguardaban, y unas mujeres bellas y de proposiciones y de tintineos y de alfombras verdes y azules y vestidos de gala y murmullos de dinero y de: “¡Apuesten, señores!”.
Había un pasillo con un cartel luminoso en forma de flecha que apuntaba a dos puertas rosas con siluetas pintadas de un hombre y una mujer, respectivamente. Atravesó, nervioso, la de los aseos de hombres, y fue directo al lavabo. Sólo había uno bajo un gran espejo: no se pudo ver… sólo vio la estrecha puerta verde de enfrente que daba al inodoro y la puerta por la que había entrado.
Estaba pálido y demacrado… la preocupación le obligaba a una ansiedad sin protagonista. Accionó el grifo, y fue como el interruptor de algo mágico que hizo titilar la luz de la estancia que olía a ambientador del barato.
De pronto, una imagen se formó en ese espejo: era un hombre joven, en una penumbra plana y con movimiento propio y ataviado con una gabardina gris oscuro.
Desde el espejo una voz eléctrica y ronca le saludó:
- ¡Hola!.
No daba crédito a sus ojos, pero le pareció ver una mirada ladina e inquisitiva.
- ¿Has traído el dinero? -la imagen sonreía burlona.
Temblando entregó la caja al espejo. La imagen cogió la caja, tomó los billetes y monedas y los contó, luego lo metió en un bolsillo de su gabardina, y arrojó la caja hacia el interior del lavabo con ruidera impresionante.
Vicente Sáez Vallés |
La imagen partió con paso decidido a gastar el dinero en el casino con alcohol, apuestas, y mujeres de dudosa reputación. Al salir, la imagen tropezó con la mano del hombre inconsciente, y, tuvo que detenerse, agacharse, y atarse la zapatilla deportiva, azul y con una estrella amarilla.
-FIN-.
Nota segunda del administrador del blog:
Vicente falleció en el año 2006. Para acceder a una breve semblanza del autor del texto (escrita por su hermana, Cristina, también, como él, paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.
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Te recordamos, Vicente.
ResponderEliminarMiguel-A.