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domingo, 11 de marzo de 2012

Para buscar fantasmas (IV)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.

Para ir a partes anteriores de este relato, pinchar en:
I- Para buscar fantasmas (I).
II- Para buscar fantasmas (II).
III- Para buscar fantasmas (III).

Llegó el cambio de turno... la mañana gris y el olor típico a "donut". Los suelos azules resplandecían con los reflejos blancos de enfermeras, auxiliares, enfermeros, médicos... y los tintineos de vidrio de carritos plateados que llevaban medicinas, termómetros, análisis de orina, o el café... y la presencia de los ingresados en aquellos pasillos modernos del hospital, que olía a eso: a hospital.

Cuando llegó, se despertó del todo.

- He dejado el coche en doble fila... el señorito no está en su cuarto. Espero que no tarde mucho.

La compañera no se imaginaba dónde estaría el de la setecientos veinte.

- Tranquila, no irá muy lejos –le replicó en tono agresivo la hermana de la setecientos veinte.

- ¿¡Pero usted es jilipollas, o qué!? ¡Ya sé que está enfermo, y que no puede andar!

- No sea susceptible. Perdone las formas, pero no quise decir nada malo... mil disculpas.

- Encima con sorna... la tía ¡Será cretina!

Había una algarabía tremenda, porque un enfermo había desaparecido, y habían venido a buscarlo. El médico de guardia sólo se preocupó de si firmó el alta, y de cuál sería su responsabilidad ante los altos mandatarios.

Empezaron a tomarse la cosa en serio, cuando esa joven guapa, la hermana del enfermo de la setecientos veinte, que vino a buscarlo, empezó a gritar, porque su hermano había desaparecido. No se resistió a temblar, e insultar a todo aquel sanitario que se le pusiera a tiro de lengua viperina. Cómo la chica era guapa, todos los hombres le daban la razón, y eso le cabreaba más.

Un médico, jefazo, dejó de soñar en los muslos de cierta enfermera, y, con gran fastidio, comenzó a dar órdenes a diestro y siniestro por el interfono, pulsando una tecla color lila. Como el aparato de plástico gris estaba estropeado, dio golpes sin ton ni son sobre la mesa de su despacho de formica beige.

Las batas blancas se movían desesperadamente desprendiendo adrenalina, buscando al enfermo perdido en ese hospital de la seguridad social, con nombre de sabio buscador: un investigador de los que cambiaron el mundo, buscando alguna cosa y, tal vez, encontrando otra distinta, pero alguien que retó a las fuerzas del universo, en búsqueda de algo que decir a los demás.

El celador de la puerta principal, aseguraba, a golpes de puño en pecho, que nadie había salido de ese lugar en toda la noche. Nadie vio a ese chico irse, con lo que celadores, médicos, auxiliares, y demás personal sanitario, incluso el camarero de la cafetería, que siempre estaba enterado de todos los asuntos, inteligentemente, concluyeron que el enfermo debía encontrarse dentro del hospital.

La hermana del enfermo era una joven de cuarto de siglo, muy alta. Un celador tuvo que mirar hacia arriba para poder atenderla. Era castaña, de ojos claros, de grandes formas bien resaltadas con la justa blusa, y la justa falda, y las también justas sandalias claras. Nadie diría que era una competente licenciada en farmacia, en paro. Ella no llevaba bien lo de su autoridad sobre los demás gracias a su cuerpo, pero no se molestaba en cambiar su imagen. En el fondo, no le importaba ir seduciendo al personal. Iba a llevar a su hermano a la biblioteca del lugar, antes de despedirse.

La biblioteca era el lugar perfecto para anunciarle su próxima boda: él se movía como pez en el agua allí, y siempre estaba de buen humor. Allí, no se sentiría abandonado.

Ella quería ir a la playa con su amante: el divorciado informático. Bueno, no habían hablado de boda, ni nada, pero ya sacaría el tema, pues siempre conseguía lo que quería de los hombres... de todos, menos de su único hermano.

Al saber que su hermano no estaba, se estremeció por dentro, y su ilusión quedó en puntos suspensivos. Sorbía café del vaso de plástico blanco que se deformaba continuamente mientras cruzaba las piernas envueltas en ese vaquero de rebajas.

- ¡Este café es asqueroso!

- Está usted nerviosa. ¿Quiere qué la enfermera le traiga un calmante? -preguntó amablemente un A.T.S. que parecía el cura construyendo otra arruga en el traje de pana gris.

- ¿Cómo quiere qué esté? Han perdido a mi hermano mayor, que venía al hospital a que le cambiaran la sangre del cuerpo, porque tiene una enfermedad "de esas qué van a más".

La joven quería ser simpática y no quiso hablar de sus conocimientos de medicina: Quería ocultar ese saber, y no demostrar nada con lo que hablaba, pero siempre estaba escuchando demostraciones de saber. Bosquejó unas lágrimas de compromiso, y estiró su camiseta de tirantes para taparse el ombligo, aunque no lo consiguió.

- ¿Degenerativa? -propuso el de las gafas de pasta, polo y americana, mientras anudaba sus dedos.

- Sí -la chica se sorprendió, y abrió su boca de cuarto de siglo sin dar mucho crédito a lo que sus oídos se dispusieron a recibir:

- Las enfermedades degenerativas del sistema nervioso se escapan a la medicina, y son incurables en las puertas del siglo XXI, lleno de adelantos técnicos y progreso. Poco se sabe de ellas, porque se trata de mecanismos complejos de conexiones neuronales en la que la transmisión de impulsos...

- ¿Oiga! Está usted muy puesto.

- Es que soy enfermero, y debo estar al día.

- ¿De verdad es enfermero?

La chica se puso muy cínica, y decía las cosas con sorna y el cura, inocentemente, no se quería enterar.

- En efecto.

- Pues le falta la cofia.

- Es divertido lo que ha dicho. Ya la veo más tranquila. Además ha acertado... soy enfermero.

- Y, demás, tiene voz de cura.

- Lo soy. Soy sacerdote: el padre Capellán.

- Pues sigo pensando que le hace falta la cofia.

(Continuará mañana).

Nota del administrador del blog:

Para acceder a una breve semblanza de Vicente (escrita por su hermana, Cristina, también paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.

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2- Sección "PowerPoint del día":

Hoy se enlaza con un PowerPoint, alojado en "Xa.ying", mediante envío a la lista de correos HispAtaxia, por Diosa Bedoya, paciente de Ataxia de Friedreich, de Colombia.

Para ver y/o guardar el PowerPoint, pinchar en: ¿Qué es hacer el amor?.

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