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jueves, 10 de agosto de 2017

12- Villanueva de Odra (La escuela, I parte)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Miguel-A. Cibrián), paciente de Ataxia de Friedreich.

Para acceder al índice de artículos del serial historiador sobre Villanueva de Odra, pinchar en: http://ataxia-y-ataxicos.blogspot.com.es/2017/12/indice-del-serial-historiador-sobre.html

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Nota previa: "Villanueva de Odra es la población rural donde nací, en el año 1954... y, salvo los cursos que estuve en internados durante mi época de estudiante, he vivido hasta mis 61 años. Actualmente, resido en la ciudad de Burgos".

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Las antiguas escuelas de Villanueva de Odra (ante de 1943, aproximadamente), o el lugar donde se impartían las clases escolares, eran las dependencias de una casa situada donde hoy se encuentra la báscula municipal para animales (ver foto), construida hacia el final de la de cada de 1970... De hecho, varios años antes, cuando ya había escuelas nuevas en el pueblo, una báscula con idéntico uso, estuvo en otra dependencia de dicha casa: los animales a pesar, entraban por una puerta y salían por otra.

Tal casa tenía un soportal, donde, después de dejar de ser escuela, acampaban los gitanos en tiempo frío. En tiempos medianamente cálidos acampanan al aire libre en el descampado de la fuente de la fragua. Por no sé que ley, a los gitanos no les permitían acampar más de dos días en la misma población. Por ello, llevaban una vida nómada... con sus carromatos y sus mulos y galgos. Unas familias (siempre numerosísimas) se iban... pero enseguida venían otras. Aparte de vender cestas, tejidas con mimbres del río, las gitanas también pedían limosna de puerta en puerta, siempre rodeadas de niños (churumbeles, llamaban ellos... estos niños nunca iban a la escuela... ni sabían leer, ni les interesaba aprender).

Muchas veces, pensando en los gitanos, me he preguntado sobre el quid de la felicidad: Aparte de no tener nada de nada, salvo piojos (eso se decía... parecían tener alergia al agua y a los peines... ¡ozú, lavarse y peinarse!), aquel inacabable ejercito de churumbeles en torno a la hoguera tenían una sonrisa de oreja a oreja... y se burlaban de nosotros por sólo mirarlos... Enseguida te reprendía otro niño mayor: "¡Venga, marcha de aquí, que vas a coger un piojada!".

Por sus prácticas ilegales, los gitanos tenían mala fama. Sin embargo, eran buena gente: no es lo mismo, cazar y pescar sin licencias, o incluso robar, para malcomer toda la familia, que para hacer fortuna.

Finalmente, reseño que al lado de la casa antes citada (detrás de la fuente de la foto), hubo otra vivienda: la casa de maestro, que quedó deshabitada hacia el año 1960... causando ruina poco después

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Con anterioridad a la antes citada ubicación de la escuela en dicha casa del soportal, según consta en el catastro del Marqués de la Ensenada (catastro realizado entre los años 1749 y 1759), estuvo ubicada en el Hospital.

Tal Hospital en la actualidad ya no existe. Fue propiedad de una Cofradía. Finalmente, ésta se disolvió y vendió sus propiedades a personas particulares. Mi bisabuelo compró los edificios.

El Hospital de Villanueva de Odra y, por tanto, también la escuela, estuvieron ubicados en lo que actualmente es la casa de Antonio Cibrián (mi tío).

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Ahora pego un archivo (de mi autobiografía, de un total de tres), referidos a la escuela, esperando que algo sirva para historiar Villanueva.

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Escuela rural (I parte):

Tengo muy pocos recuerdos de mi infancia, y ninguno de los primeros años de la misma. Tal vez sea normal este tipo de desmemoria. Si en gran parte pudiera deberse a nuestra formación mental aún poco desarrollada en las etapas infantiles, también es cierto que los seres humanos adultos, con el paso del tiempo, vamos perdiendo los gases de las reminiscencias por algún poro del neumático mental. Sea como fuere, solamente consigo traer a mi memoria flashes sin la menor importancia en mi vida, y sin conexión de ninguna especie con nada de nada. Me pregunto por la razón de que tal puñado de instantáneas, casi absurdas, haya quedado en mi cabeza. No tengo respuesta. A lo sumo, podría aducir teorías basadas en que la capacidad del recuerdo humano es limitada, y se van perdiendo reminiscencias viejas a medida que introducimos nuevos datos en el almacén cerebral. Tal hipótesis, se seguiría explicando con que cada vez que sacamos una instantánea del viejo baúl de los recuerdos, la volvemos a rearchivar como dato nuevo. Ésa podría ser la causa de que antiguas cuestiones, sin importancia, parezcan tener fuerza inusitada a la hora de recordar.

Posiblemente no haya desvariado demasiado teorizando. No obstante, la realidad, que es tozuda, guarda muy poca relación con cualquier explicación más o menos psicológica. Y me pregunto, por ejemplo: ¿qué sentido tiene que el único recuerdo, con respecto a la edad escolar, que tengo de Paulino (que emigró a Barcelona) sea que, sentados en el refuerzo de la torre, junto a la escuela, con el índice hacia el cielo, le dijera a Carlos: "¡Carlillos, parece que nieva!". No recuerdo más de Paulino en esa edad escolar. ¿Acaso no es absurdo? ¿Qué motivo hay para este breve flash intranscendente permanezca intacto en mi memoria? ¿Por qué?.

Siempre he tenido la idea de que entré el la escuela antes de tener la edad marcada por la legislación de aquella época. La edad escolar entonces era a los 6 años. Por supuesto, aquella normativa no podía tratarse de algo rígido... a no ser que el funcionario docente aplicara las leyes a rajatabla. Si los cumpleaños pueden caer en cualquier fecha del año, los cursos solamente se inician a primeros de septiembre. Esa diferencia no parece ser de ninguna importancia en mi caso, pues cumplo los años en el vacacional agosto. ¿Cuándo comencé entonces exactamente mi etapa escolar? No lo sé.

Pudo ser que, como no existía guardería, al llegar la primavera y comenzar las tareas en el campo, como una forma de tenerme controlado, mi madre le pidiera al maestro que me admitiera en la escuela. Otra posibilidad sería la de haber comenzado el ingreso escolar a primeros de año, una vez pasadas las vacaciones navideñas. Me inclinaría por esta segunda probabilidad citada, por cuestiones climáticas: Recuerdo que, alguna vez, nevando, mi padre me llevó a la escuela, acuestas, tapado con una manta... y, a la salida de clase, fue a buscarme para regresarme a casa, de forma idéntica a la relatada. En cualquier caso, estaríamos hablando de 1959.

No haría falta decir, ni suponer, que en mi primer día de clase, todo era nuevo para mí. Miraba y remiraba todo con ilusión y cierto descaro. Tal vez hubiera llorado de haber sido una guardería a los 2 años. ¡Pero no casi a los 6 y sabiendo que, tras 2 horas, habría un recreo y podía recorrer los 100 metros, que me separaban, para ir a casa a buscar un trozo y un poco de queso, o de chorizo!.

Como un flash de los antes mencionados y bastante absurdos, recuerdo que me instalaron en la primera mesa de la columna izquierda (había tres). También recuerdo haberle preguntado a Maxi (otro compañero mayor), ¿qué libro era aquel que estudiaban? "Es el catón. Y leemos, no estudiamos", me respondió. Curiosamente, no he sabido nunca más de tal libro, ni me he preocupado por saberlo. Hoy, con mayores conocimientos, supongo que se titulara así en honor al senador romano Catón, y tratara de lecturas cívicas y/o moralizantes.

La escuela del pueblo era prácticamente nueva. Se trataba de un edificio aproximadamente de 30 por 8 metros. En realidad, el total, eran dos escuelas independientes, adosadas: niños y niñas. Por tanto, había maestro y maestra. Las ventanas eran grandes y situadas a medio del piso. Los ventanales sumaban un total de 12: 6 por cada escuela. Por ello, la luminosidad era muy buena. Había luz eléctrica, pero prácticamente no de utilizaba ese servicio. Las entradas estaban por la cara éste, tras sendos portalillos, llegaban las aulas. A la cara oeste, común a ambas escuelas, había un amplio jardín... con su pozo... y lleno de rosales a la orilla de la verja. Tales arbustos daban rosas blancas, y nadie los cuidaba, ni regaba, ni podaba, y ni siquiera se los hacía caso.

No obstante, había tres rosales de olorosas rosas rojas de pétalos apretados, a los cuales, por decirlo así, cual infanticidio, nosotros martirizábamos. Las rosas rojas no pasaban de su capullo casi adulto (no fuera que las cortara otro, antes). Todos presumíamos de rosas rojas en la solapa, o en los jerseys tejidos de lana... exposición que comenzaba en la boquita... pero... al final, tus dientes se había comido el rabo de la rosa... y, con un apéndice de un centímetro solamente servían para llevarlas como adorno insertadas en algún huequicito de la ropa, antes del olvido definitivo.

Cuando se tomó esta foto, las escuelas llevaban más de 20 años 
abandonadas... Fotografía de Miguel-A. Cibrián
No sé exactamente en qué año se construyeron estas escuelas. En la pared principal había un amplio escudo hecho a base de baldosas, y sobre él una placa con datos sobre su inauguración. Posteriormente, ya sin necesidad de escuela, el edificio fue derribado íntegramente para, en el solar, construir un ayuntamiento. Previamente, yo había hecho una fotografía al escudo y la placa. La foto hubiera sido aclaratoria respecto a la fechas. Lamentablemente, la placa (sobre el deteriorado escudo -ya le faltan baldosas-) no es legible en la fotografía.... De forma aproximada, cifraré la fecha de construcción de las escuelas hacia 1946.

Modelo político aparte, jamás se reconoce el valor de las inauguraciones del antiguo régimen. Sin embargo, para quienes conocemos estas cosas, y hay muchas en cada pueblo rural, es necesario reconocer los hechos con más realismo. Es edificante cómo se acometían estas obras con ilusión y sin apenas presupuestos. Hoy los impuestos se han disparado, y cualquier mínima obra de las administraciones lleva aparejados presupuestos de despilfarro.

Probablemente fuera un gran mentira aquel escudo y aquella placa que atribuía la obra al Estado, Franco, al Ministerio de Educación, y al gobernador No-sé-cuantos. Lo cierto es que el edificio era de adobe... y los vecinos se amasaron los adobes... lo cierto es que la madera se sacó de la chopera del pueblo... lo cierto es que todo el trabajo: albañil, carpintero, obreros, acarreadores del material, etc. fueron los vecinos del pueblo. Es decir, el Ministerio se limitó a pagar, las tejas, las baldosas, el yeso, los pupitres, dos mesas y sillas para los maestros, cuatro miniarmarios, dos fotografías enmarcadas de Franco, y otras dos de Jose Antonio.



"Esta fotografía no es de mi escuela, sino una foto de museo sobre escuelas rurales. Salvo que mi escuela, en vez de al frente, como ésta, tenía los ventanales en ambos laterales, la foto da una idea bastante aproximada. Como se aprecia cada pupitre era de dos plazas. Las mesas eran inclinadas, no planas. En la parte superior de la mesa, se observará dos orificio: es dónde se insertaba unos "vasitos" que ejercían de tinteros (un empujón a la mesa, y la tinta saltaba por los aires)... Apenas se puede apreciar los asientos. Éstos eran abatibles y de madera. Y (cosa prohibida) se podía hacer un ruido enorme al subirlos y bajarlos de golpe... También se ve el encerado (pizarra), para escribir con tiza... los mapas geográficos... la mesa del maestro... la esfera terrestre..... y el retrato de Franco...".

No obstante, fue una ejemplo de lo realizado y forma de realizarlo en cuanto a escuelas en tantas y tantas pequeñas poblaciones. En esta misma, de idéntico modo, se hizo el teleclub años más tarde, y, posteriormente, la acometida de aguas. Yo mismo he trabajado gratis, 1975, en la llamada "prestación personal" en la captación de aguas, traída al pueblo, depósito, y puesta de tuberías y desagües para la instalación de agua corriente en las casas.

Siempre se ha dicho de mí que "era muy listo". No creo ser más inteligente que los demás. Lo que sí suele suceder que por un montón de circunstancias te muestras más interesado, y aplicas más, incluso te adelantas a los tiempos, y, por ende, en cuanto al grado educativo, vas por delante de tus compañeros. Eso me ocurrió a mí. Normalmente, los alumnos iban a la escuela sin saber los elementos alfabéticos. Yo no sólo sabía leer mínimamente, también había hecho mis pinitos en escritura. El instructor fue mi abuelo paterno. Cierto que él apenas sabía leer, y cuando leía, lo hacía a "cámara lenta" y silabeando. Creo que aprendió a leer siendo adulto. No obstante, le encantaba ejercer de maestro, como si fuera su vocación frustrada.

Mi abuelo era muy autoritario. Gastaba mal genio. En este tema, era como si llevara grabado en la mente lo de "la letra con sangre entra". Sí, tenía paciencia explicando: "la redonda es la "o", la de las patas p'a'rriba, la "u"... la del punto, la "i"... pero la perdía preguntando. Si fallabas, nadie te libraba de capón, pestorejazo, o golpe en la cabeza con aquella vieja regla de madera ligeramente arqueada por el paso de los años. Su actitud servía para que a mi primo, meses mayor que yo, no lo pillara ni de broma. En cambio, yo, que era más dócil, sentado sobre sus rodillas, rellenaba parte de sus tiempos libres, ejerciendo, él de maestro, y yo de alumno.

Mi abuelo también nos hacía unos cuadernos del papel de los sacos de pienso compuesto para los animales. Cortaba él mismo las hojas, las plegaba, y luego cosía (sí, con aguja y lana) a modo de grapas. Finalmente, rayaba las hojas con aquella regla ligeramente arqueada.

Por ello, cuando ingresé en la escuela, también sabía escribir algunas cosillas no demasiado complicadas. No sé si tal adelantamiento es bueno, o malo. No soy psicólogo para definirme. Posiblemente, cada cosa haya den ser a su tiempo, y en ello, no pueda existir beneficio sin llevar un perjuicio aparejado. No entro a hacer recomendaciones. A mí aquel adelantamiento me sirvió de lo que me sirvió. Ignoro si hubo aspectos negativos. Tal vez pudiera generalizarse, pero el devenir de cada ser humano es impredecible. Desde luego, lamentablemente, mi futuro ha tenido muy poco de regla general. En realidad, la regla de mi vida ha salido muchísimo más torcida que la ligeramente arqueada de mi abuelo...


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