Por Miguel-A. Cibrián), paciente de Ataxia de Friedreich.
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Nota previa: "Villanueva de Odra es la población rural donde nací, en el año 1954... y, salvo los cursos que estuve en internados durante mi época de estudiante, he vivido hasta mis 61 años. Actualmente, resido en la ciudad de Burgos".
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En el municipio de Villanueva de Odra, hasta la mitad del siglo XX, ha habido campanero: O sea, encargado, contratado (por X fanegas de trigo -fanega = medida de volumen... en trigo, su equivalente en peso era "unos" 42 kilos y medio... dependiendo por supuesto del grado de granazón de cada cosecha- a tiempo parcial, por parte del ayuntamiento para ejecutar los diferentes toques de campanas no relacionados con actos religiosos.
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Según un dicho: "no valoramos lo que tenemos, hasta que nos falta".
Fotografía de autor desconocido |
Decía y repetía mi abuela materna, cuando venía a visitarnos a nuestra casa, que las campanas de Villanueva de Odra sonaban a gloria. Tenía razón, ya que las campanas de su pueblo sonaban, digámoslo así, a lata de conservas... Ese oficio de fundir campanas debió ser todo un complejo arte.
Sin recordar fecha, hacia el año 2000 aproximadamente, me dijeron que una de las campanas grande estaba "rajada". Quizás esa expresión no sea adecuada. Entiendo, sin haberla visto, que se habría agrietado. Tampoco sé por qué pueden suceder estas cosas en una campana que ha sonado en el mismo sitio durante casi 5 siglos... En cualquier caso, debía estar tan deteriorada, que ya nunca la voltearon (tornearon) junto a su pareja, la otra campana grande. Por tornear algo, volteaban las otras dos campanas menores, cuyo sonido es más agudo.
Supongo que actualmente el arreglo de esta clase de desperfectos sería complejo y carísimo: Habría que fundir la campana y, con el metal fundido, hacerla de nuevo, con la misma forma y dimensiones, y, por supuesto, idéntica aleación de metales, para que siguiera haciendo juego de sonido con la otra campana grande... ¡Mal asunto gastar un dineral en cosas prescindibles en una población que perdía habitantes a pasos agigantados, y su abandono, de lunes a viernes, parecía estar a la vuelta de la esquina... y, además, los antaño frecuentes toques no religiosos ya pasaron a la historia... y jamás volverán!.
El Arzobispado ofreció la campana de la iglesia de una población deshabitada, cuyo nombre no recuerdo en este momento. ¡Algo es algo!, eso pensaba yo.
Mi gozo en un pozo: La campana substituta suena igual que las de pueblo de mi abuela materna. ¡¿Cómo compaginar los sonidos de una campana que suena a gloria con otra que suena a lata de conserva!? ¡¡Sigue torneando... y no escuches... que esto no es ningún concurso!! :-) .
Vista desde el exterior del campanario. Foto del año 2009. Obsérvese que ambas campanas ya no son iguales. |
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Foto de 1967 (autor Lucinio de la Hera). Pueden apreciarse tres detalles en la actualidad inexistentes: el Sagrado Corazón, el reloj, y el campanillo. |
De escolares, en el desfile procesional íbamos en filas, vigilados de cerca por el maestro... salvo, por supuesto, cuando actuábamos como monaguillos: Entonces, el cura nunca reprochaba nada, pero era peor, puesto que ocupábamos el centro de la escena. ¡Imposible saltarse la disciplina... ni de una forma, ni de otra!.
De mayor, por haber sido estudiante de cura (por ideología, digamos) no supuso para mí ningún esfuerzo desfilar en las procesiones... Si bien, los otros jóvenes de mi edad no lo hacían... aclaro: ¿Quién no ha oído el dicho que afirma que no se puede a la vez, tornear las campanas, y caminar en la procesión?. Pues eso, los otros jóvenes subían al campanario a tornear (voltear las campanas durante la procesión... tarea que les suponía un disfrute que yo nunca he podido entender ni disfrutar (actividad peligrosa teniendo mala coordinación)...
Pero no todos... no todos subían al campanario a tornear: algunos jóvenes, muy valientes, portaban los pendones que encabezaban la procesión: Era una ardua tarea en la cual, especialmente los días de fuerte viento y para sortear los cables de la luz. A veces, el tal portador del pendón necesitaba de la ayuda de un par de escoltas, para que no se le fuera todo al carajo.
Allí iba yo, en cabeza, junto a los pendones. Por más compleja que se pusiera la situación, nunca intenté ayudar a los pendoneros: en vez ayuda, lo mío hubiera sido un estorbo... Pero allí iba yo... a distancia prudencial para no estorbar... era un sitio que me satisfacía, porque no sentía miradas observadoras de mis raros andares atáxicos. Allí cada uno iba a lo suyo. Además íbamos totalmente descolgados del cortejo procesional... tanto que, a veces, algún hombre se adelantaba para gritarnos:
- ¡Coño, parad ya... que no os siguen!.
Y el cortejo procesional continuaba con su orden prestablecido: los pendones a la cabeza... luego los hombres, en silencio, con la boina en la mano... detrás la imagen o imágenes religiosa/s... luego el cura y los monaguillos... y finalmente, niños niñas, y mujeres, que eran las únicas que rezaban y cantaban. Era así... así eran aquellos tiempos.
Cuando mi degeneración me dificultaba el caminar, comencé a subir al campanario... cosa que hice durante varios años. Ya se que va a sonar paradójico y hasta peligroso. Y realmente lo era... ambas cosas, además: En determinadas ocasiones nos vemos obligados a compaginar la presunta valentía con la inconsciencia. En realidad, no es más que una huida hacia adelante... Lo peligroso y penoso de aquella escalera de caracol de 80 y tantos grandes escalones, sin barandilla donde apoyarse, para un atáxico, no era subir, sino bajar... tendiendo el cuerpo hacia atrás, tratando de guardar equilibrio...
Pero allí iba yo. Subía el último para que nadie agobiara mi ritmo de ascenso... poco a poco... apoyando ambos pies en cada escalón antes de iniciar un nuevo peldaño... Arriba el ruido de las campanas en volteo era ensordecedor... La vistas desde lo alto del campanario eran inmejorables... Calculaba el tiempo... había que descender a mi ritmo... sin presiones... tenía que llegar abajo antes de que los demás iniciaran el descenso...
Villanueva nevada, vista desde la torre del campanario |
Casi abajo, me sentaba a descansar el penúltimo peldaño... Las campanas dejaban de sonar... Ahora lo que sonaba a través del tubo de la escalera de caracol, como si fuera una estampida de elefantes, era el ruido de los demás bajando a toda velocidad... ¿Qué hubiera pasado si, hacia la mitad del descenso, yo hubiese ejercido de tapón...? ¿Habrían saltado por encima de mí...? La escalera de caracol tenía un metro de anchura. Yo lo ocupaba todo: llevaba una mano apoyada en el eje de la escalera... y la otra apoyada en la pared. Sí... hubiera tenido que sentarme en el escalón... y que pasarán por donde pudieran.
Parecen historias de la puta mili. La capacidad de adaptación del ser humano es casi infinita...
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Sobre la sala de campanas hay una trampilla para acceder a la cúpula de la torre. Nunca he subido allí... En el piso, hay otra trampilla para bajar a la sala del inactivo reloj. Allí sí he estado, siendo un niño de 11 años.
En la escalera de caracol hay dos puertecillas que daban (ya no hay palomas) acceso a los palomares... no en la torre, sino sobre la cúpula de la iglesia. Allí nunca he estado.
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En mis paseos con mi silla de ruedas solía ir al alto de la torre. "¡Qué triste y melancólico se ve todo, pensaba... ni niños (las escuelas estaban allí)... ni palomas... ni gorriones... Mira al cielo a ver si ves vencejos persiguiendo a los mosquitos... Nada... ¿Será que no hay mosquitos...? Éste no es tu mundo... ¿Y a esta mierda lo llaman progreso...? ¿Pero estás seguro de haber estado alguna vez aquí...?". ¡Qué cosas más raras se piensan cuando se lleva a la soledad por compañera...!
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EL CAMPANARIO: (Este texto lo escribí en la primera mitad de la década de 1990).
Es muy difícil imaginar una población sin campanario. Desde éste se dirigía la vida del pueblo, pues los toques no solo eran religiosos, también les había horarios, y otros de función estrictamente social... Todos ellos conocidos por los vecinos... Cada campana tiene un sonido característico, pero, a pesar de ello, los toques no difieren mucho entre uno y otro pueblo.
El campanero era un contratado por el Ayuntamiento (concejo) por una cantidad de fanegas de trigo, y encargado de subir cada vez la larga escalera de caracol y tocar las campanas, ejecutando el sonido correspondiente, exceptuando los toques estrictamente religiosos, lo cuales no estaban asignados a su tarea. También estaba a su cargo el cuidado del reloj de números romanos de "la torre", como se conocía al campanario.
Entre los toques religiosos tenemos: misa, rosario, y procesiones, con torneos y repiqueteos: llamaban de la primera manera, cuando hacían girar toda la campana... y de la segunda, cuando daban movimiento solamente a los badajos... Normalmente, a través de una polea, dejaban atada al badajo una larga soga que llegaba hasta la base del campanario. Por tanto, no necesitaban subir por la larga y empinada escalera de caracol para hacer sonar una sola campana.
Como señales horarias había tres: "maitines", a las dos o las tres de la mañana, según la época del año. "Mediodía" ("a comer", también lo llamaban), todos los días a las doce y media. Y "oraciones" (o "ángelus", a las ocho, nueve, o diez de la noche dependiendo del mes... El primer toque y el tercero, se suprimieron en mi más tierna infancia. La verdad es carecían ya de sentido para el devenir de los tiempos. Quedó el de "mediodía": hora de regresar a casa, desde, el campo, para comer... entonces no existían los relojes de pulsera...
Entre los sociales: "Vísperas", la tarde anterior a las fiestas a las tres, más conocido por "¡mañana fiesta!". "Tentenublo", para llamar a la oración contra el riesgo de pedrisco de algún nublo (tormenta) amenazante, el sacerdote hacía plegarias para calmar la tempestad y encendía el Cirio Pascual, en casa hacían lo mismo con la vela que en la noche de Jueves Santo pusieron para velar al Santísimo, guardada para ese fin en su palmatoria. "Quema", convocando para intentar sofocar un incendio, podía tocar cualquiera en ausencia del campanero, ante él todos acudían en aportación solidaria contra el fuego, dejando su trabajo, desde casa o desde el campo. "Concejo" (también llamado "hacendera"), para la reunión de vecinos, y para llamar a los trabajos en común del vecindario. "Clamor", anunciando una muerte o para pedir una oración por el difunto, este toque fúnebre se repetía varias veces a distintas horas. Y "gloria", el cual era una variante del anterior, cuando quien fallecía era niño. ¡Todo un lenguaje!.
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Toque de quema - Anécdota - Añadido posterior:
El día 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, de 1981, hubo una quema (incendio) en una casa de la plaza de Villanueva de Odra... En el capítulo 51 de este serial, remontándonos al año 1950, definimos tal casa como propiedad de los fallecidos Eustoquio Gútiez y Evarista Pérez... Si bien, en la fecha citada, ya era propiedad de Vitorino Marcos, que la utilizaba como almacén... La tal casa estaba situada entre las viviendas de Mauro Fraile, y del propio Vitorino (ambos fallecidos)... Al parecer, el causante del incendio fue un silencioso e inesperado cortocicuioto...
Lo anecdótico del caso, es que la mayoría de la gente del pueblo en ese momento estaba en Misa solemne. Y, alguien, que no había ido al rito religioso, alertado por la humareda, fue a avisar del incendio a la iglesia... y, en consecuencia, el cura, se quedó sólo con sus cosas: Los feligreses de inmediato se fueron a cumplir con su obligación solidaria de ayudarse en tales circunstancias.
El incendio alcanzó grandes proporciones. El agua vertido por las pequeñas mangueras conectadas a la red de abastecimiento público era insuficiente. La quema amenazaba con propagarse a las viviendas colindantes... Por la izquierda, los hijos del difunto Mauro estaban sobre el tejado intentando cortar las conexiones con su vivienda. Por la derecha, el fuego ya había alcanzado dependencias del corral... y se estaba vaciando de enseres la vivienda de Vitorino... los menos frágiles (ropa, sábanas, mantas, colchones) eran arrojados por las ventanas...
Por fin, llegaron los bomberos y ayudaron a sofocar el incendio. Las viviendas quedaron indemnes. De la casa donde se originó la quema no quedó nada, salvo la pared frontal.
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Torre del campanario... Fotografía de Jose Félix Ruiz |
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