Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.
Vicente Sáez Vallés |
Se dejó convencer.
Sumergido y mojado, se arrepintió.
Fueron tres largas horas de discusiones. Discusiones, a veces muy profundas, entre los invitados a la fiesta. Tras media hora de estúpidos preámbulos la orgía se redujo casi exclusivamente al debate: "propuesta de Godofredo de tirar a Emilio a la piscina".
Todos habían llegado puntuales a la fiesta.
Todos se conocían muy bien.
Todo parecía estar dispuesto para el chapuzón de Emilio.
Todo el mundo esbozó una sonrisa, esperando que, finalmente, se convirtiera en carcajada.
Al principio, Emilio no se preocupó. No le daba importancia... "típica broma", pensó.
Pero conforme avanzaba la fiesta, sí se alarmaba.
Veintitrés invitados.
Veintisiete, si contamos a "Toby", el mayordomo... a "Julián", el perro... al periquito (al cual nadie se planteó ponerle nombre)... y a Emilio, el anfitrión.
La inauguración del nuevo chalet del anfritrión fue el motivo de la fiesta.
Era un gran chalet de tres pisos, con un jardín lleno de césped, flores, árboles y arbustos y una gran piscina en forma de "o".
Todos habían quedado a las ocho, la hora "c", del crepúsculo de aquella generosa primavera.
Champán, cubatas, canapés, y demás viandas, circulaban por doquier mediante Toby.
El jardín, muy bien iluminado, era el ideal escenario... por eso, la piscina, surgió muy rápidamente como el perfecto atractivo de la fiesta.
Y por eso, alguien (el culpable) propuso tras un desafortunado chiste de Emilio: "Lo tiramos a la piscina".
Propuesta, que para cualquier fino observador, pudiera parecer hartamente contradictoria, teniendo en cuenta la general simpatía, y las remilgadas formas de los asistentes... Los colorines textiles, las destellantes lentejuelas, los interminables escotes, las corbatas... todo era noble atributo de un determinado estamento social que, haciendo caso omiso de sus características, se lanzó en masa sobre Emilio para provocar el chapuzón.
Todo el mundo olvidó sus planes, su trabajo, su vida, para entregarse al acto de lanzar al anfitrión a la circular piscina.
Emilio, involuntariamente (aunque seguramente lo deseaba), se sumó a esa larga lista de protagonistas de orgías precedentes, como cuando Pachón se comió 53 croquetas... o el baile de Pepi que, desnuda y borracha, escandalizó a la ciudad...
Emilio se preocupó por su precario estilo natatorio, por su traje nuevo, y porque le costaría mucho incorporarse de nuevo a la fiesta. Pero las negativas continuas eran motivadas por su timidez.
Todos, aliados, estiraron... y Emilio cedió ante la alternativa de tirarse, o ser tirado.
Extrañó que no hubiera trampolín, pero no fue obstáculo. Era igual: desde el bordillo.
Así que se quitó el cabezal del frac. Y "¡uno, dos y tres!"... ciego, se entregó.
¡Chof!.
Sonoras carcajadas.
Pero Emilio no salía a flote... y la gente se preocupó.
Todo el mundo se había olvidado de Charlie, el cocodrilo mascota de Emilio.
El agua tornó en un colorado muy típico de agua mezclada con sangre.
De Emilio nunca más se supo.
Pero "Charlie" merendó.
EPILOGO:
Intento de suicido de Godofredo por sentimiento de culpabilidad.
Fin de fiesta.
"Charlie" feliz.
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Nota final del administrador del blog:
Vicente falleció en el año 2006. Para acceder a una breve semblanza del autor del texto (escrita por su hermana, Cristina, también, como él, paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.
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