Por Miguel-A. Cibrián), paciente de Ataxia de Friedreich.
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Nota previa: "Villanueva de Odra es la población rural donde nací, en el año 1954... y, salvo los cursos que estuve en internados durante mi época de estudiante, he vivido hasta mis 61 años. Actualmente, resido en la ciudad de Burgos".
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Hoy voy a hablar de cementerios en Villanueva de Odra. Sin embargo, antes, expondré un problema no sólo matemático, sino también físico, e incluso químico, en cuanto a la trasformación de la materia orgánica:
Si, a groso modo, calculamos la historia de Villanueva de Odra en 1000 años (poco, o nada, al lado de cuantos se dice lleva la humanidad sobre la tierra)... si seguimos calculando la media de vida de los renacuajos (gentilicio poblacional) en 50 años (lo cual parece poco visto desde la actualidad, pero no lo es desde la visión de siglos pasados, en los cuales la mortalidad infantil era altísima)... tendríamos 20 generaciones completas... y si continuamos calculando una media de población de entre 200 y 300 habitantes, saldrían un total de 4000, o 6000 cadáveres... ¿Dónde ha podido meterse tantos? Enigmática pregunta.
Cuando hablé de la iglesia de Villanueva de Odra, insinué que el piso estaba compuesto por losas numeradas con una ranura para poder ser levantadas, indicando que debajo estaba hueco y había algo. De hecho, recuerdo que cuando era monaguillo, camino de la sacristía, había una losa torcida, o mal ajustada, que, al desequilibrarse hacía un enorme ruido: Nos gustaba pisar allí con saña, para romper el sepulcral silencio de la iglesia vacía... Insinuaba también que el subsuelo de la iglesia en alguna época pudo ser utilizado como necrópolis. ¿Qué hay de cierto?.
Pues a eso yo no sé responder... Sé que en la restauración de la iglesia en el año 2014 involuntariamente se rompieron varias de estas losas, y hubo que reponerlas. Por tanto, los operarios voluntarios de la obra sabrán lo que realmente hay allí debajo...
Quien desee añadir datos que enriquezcan este serial sobre la historia de Villanueva de Odra, bien datos concretos, o artículos completos (como desee), sólo tiene que enviármelo a mcibriand@gmail.com
Añadido posterior (según Rebeca):
"Al principio de la obra de restauración del interior de la iglesia, tuvimos un fallo enorme al no calcular bien el peso de la máquina elevadora (que en un principio tampoco se iba a utilizar, pero como se vio que con los andamios el trabajo era muy peligroso por la gran altura, se decidió utilizarla). Al meter la máquina, no sólo nos cargamos el suelo, sino también los cables de gran parte de la instalación eléctrica: se rajaron 17 losas, que se pudieron pegar con masa, y otras 40 se desplomaron y hubo que cambiarlas por completo (principalmente del la zona de pasillo y las más cercanas al altar).
Posteriormente, se colocaron enormes tablones bajo la máquina, para que se repartiese el peso y ya no hubo más roturas: alguna sí se rajó, pero debió de ser porque ya estaban dañadas.
Al levantar las losas para sustituirlas, había una pequeña cámara de aire y una capa de arena fina a muy pocos centímetros de la losa. Efectivamente, en muchas de ellas aparecieron restos humanos, principalmente fémur y cadera, así me lo hicieron saber los que allí estaban de continuo toda la semana, que eran los hermanos Marcos, Fernando Barriuso, Paulino, y Luis, (porque yo sólo aparecía por allí el fin de semana).
Como curiosidad, me explicó Óscar que en esa época sólo se enterraban a los más pudientes en el interior de la iglesia... al resto los sacaban por la puerta que apareció en el lateral del altar, o sea, al cementerio viejo... Cuanto más se tenía, o se pagaba, más cerca del altar colocaba la familia al difunto. Las losas tienen un nÚmero tallado (menos las sustituidas, claro). Tal número está escrito en un libro, y corresponde a una persona. Este libro dicen que se encuentra en la iglesia".
De todas formas, se utilizara, o no, en algún momento, la iglesia como necrópolis, para nada resuelve la cuestión-problema enunciada al inicio de este artículo. Supongo que aquello en cuanto a número de posibles cadáveres daría juego para muy poco. Si realmente hubo sepulturas en el subsuelo del templo, imagino que pertenecieron a canónigos o benefactores eclesiales... y añadiría que posiblemente perteneciesen a la época no de la actual, sino de la primitiva iglesia de estilo románico, de la cual se conserva muy poco.
En la cara norte, adjunto a la iglesia, hay un pequeño cementerio (yo siempre lo he visto totalmente abandonado y lleno de abrojos verdes... es el sombrión). De hecho, la pared de la iglesia estaba recubierta totalmente por una hiedra trepadora... (que ha tenido que cortarse para evitar humedades al templo)... Nunca he entrado a este tétrico lugar. Siempre lo he observado desde la preentrada cubierta (edificio de adobe en la foto). Y he dicho tétrico, porque aparte de ser intransitable por estar lleno de abrojos, por menos de nada se puede tropezar con huesos humanos y calaveras. Dejando bien a las claras las normas que existieron para los enterramientos: Prescrito un tiempo estipulado y necesario para la mediana corrupción del cadáver, se levantaba una tumba, y se metía otro cadáver en ese espacio... Es decir: Todos iguales tras la muerte, al más puro estilo... allí ni siquiera hay lápidas... a lo sumo, queda alguna cruz de madera maltrecha por el paso del tiempo.
El nuevo cementerio, construido al otro lado del río, ignoro de qué fecha data. Supongo que tal dato no será difícil de hallar. Por mi parte, presupongo que este cementerio no tiene demasiada antigüedad. Presupongo que puede datar del siglo XIX... Ignoro quién es el propietario: si es del Municipio, o propiedad compartida con la Institución eclesial... Vulgar e irónicamente se le conoce como el cuadrado, por su forma geométrica. "A todos no llevarán algún día al cuadrado, con los pies por delante", se dice en Villanueva.
Puerta enrejada del cementerio. Foto de Seve Manrique |
Este cementerio hasta tiene apariencias de modernidad: Hacia la década de 1980, convirtiéndose en moda, comenzó a poder comprarse las sepulturas "a perpetuidad". Ahora está lleno de pequeños mausoleos. A pesar de ello, al contrario que en las grandes ciudades, debido a la despoblación rural, el camposanto nunca se llenará... Si bien pienso que mis restos acabarán allí... ¡Pero no hace falta que corráis para morir... que hay sitio para todos!.
Yo, que de niño me daba miedo los cementerios, he ido, a diario, en mis paseos de verano, a detenerme ante la oxidada puerta enrejada del camposanto: "¡Qué paz hay aquí... seguro que aquí vas a estar mejor que en vida... no pienses tonterías... ponte la visera, y lárgate... adiós, abuelo... adiós, abuela... mañana vuelvo!"... No, no son cosas de locos... son cosas de la enfermedad y la soledad.
Por cierto, según me han contado, la citada oxidada puerta enrejada de ese camposanto (la que se ve en la foto anterior) es originaria de la misma iglesia: de un diminuto patio que, en el exterior, entre muro y muro, había en la puerta sur... que como hemos dicho, parece ser la entrada de la primitiva iglesia románica.
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Y termino con una pregunta de ésas que nunca te haces, porque lo has visto así desde siempre: ¿Qué es eso de guardar la sepultura? Me refiero a aquellas mujeres enlutadas arrodilladas, que junto a cirios encendidos, tenían sus sitios en la iglesia ante el altar, en primera fila... Como por arte de magia, esta costumbre secular desapareció hacia 1970... me temo que tal abolición no provino de iniciativas parroquiales, sino de órdenes eclesiales. Sí, el humillo de aquellos velones, más de sebo que de cera, me parece poco higiénico.
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Extracto de uno de mis escritos, no publicados, de mediados de la década de 1990:
Confieso que los cementerios siempre me han sobrecogido y puesto la piel de gallina y los cabellos erizados. Recuerdo los entierros de mi pueblo. No asistíamos a ellos más de un centenar escaso de personas. El oficio de enterrador no existía. La fosa la cavaban los familiares del fallecido. Pero, respetando el dolor de la familia, la tierra la echaban encima tres o cuatro voluntarios de forma que cuando el cura acababa los responsos por el descanso eterno del difunto, la tarea del sepelio estaba casi finalizada... Pues bien, esta misma labor, en su juventud, la practicaban amigos de mi edad, pero, aunque aún estaba en condiciones físicas de poder hacerlo, nunca me encontrado con la fuerza de ánimo suficiente de coger una pala. ¡Que no... y que no!.
Debido a mi silla de ruedas, hace muchos años que no acudo al cementerio a acompañar en el acto de dar sepultura a un difunto. Sin embargo, últimamente estaba percibiendo un cambio en las costumbres. La asistencia a estos actos se estaba incrementando a pasos agigantados. Sin duda, la principal causa del incremento era la facilidad para viajar concedida por el aumento masivo de vehículos particulares. Ya no eran los entierros íntimos del centenar escaso de asistentes como en el pasado. Por contra a la mayor asistencia de personal, el acto perdía en sentimiento: La gente se saluda, se besa, y se grita, en el mismo camposanto. Da la sensación de no estarse a lo que se celebra. A veces, me suena a hipocresía y a modas tontas.
De verdad, da la impresión de querer reparar in extremis el olvido al que el difunto ha sido sometido durante la vida: ¿Por qué todos, cuando se mueren, son buenos? ¿Hay que morirse para que te reconozcan la valía? Lamentablemente, sí...
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