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domingo, 13 de junio de 2010

Memorias de un atáxico (segunda parte)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Marc Lleida, paciente de ataxia, de Barcelona.

NOTAS:
1- La ataxia de Marc Lleida no es hereditaria.
2- En un principio, se editarán tres capítulos de esta serie de "Memorias de un atáxico". Solamente en el tercero se hablará de ataxia.

Para recordar: (Primera parte)

Memorias de un atáxico (segunda parte)

(Ser verdadero simplifica enormemente la vida)

No fue la única vez que George me contó cosas del fracaso y del éxito, días más tarde me hablaría del Triángulo, en un zoco árabe.

Recuerdo un paisaje bíblico, una colina repleta de asnos, le llamaban "el Suk el adraa". Paseábamos juntos entre sus tenderetes, discutiendo por cada céntimo. George, que trabajó cinco años en una subasta de ganado en Irlanda, se miraba las vacas y los corderos, y estudiaba las dentaduras de las cabras como un auténtico especialista. Los marroquís flipaban. Con su bastón de caña y sus botas de montañero, era un auténtico tratante de ganado irlandés en medio de un zoco árabe. Un marroquí le cogió la mano y se la besó.

En una parada compramos medio kilo de carne de camello. La piel del animal estaba tirada en el suelo delante de nosotros.

Nos encontramos con Aziz (un desastroso guía que nos acompañaba de vez en cuando), y nos propuso ir a casa de su familia, “a coté del suk” (al lado del zoco). Nos subimos a una calesa que tardó media hora en llevarnos a través de un camino entre campos de trigo, olivos y amapolas. Poco a poco nos acercábamos a una especie de cordillera. Por fin, la calesa nos dejó en mitad de un campo de tierra rojiza, un camino de chumberas y paredes de piedra llevaban a unos establos. El paisaje resplandecía, las montañas, aún lejanas, se veían fulgurantes. El sitio era verdaderamente bonito. Llegamos andando a los establos, que era donde vivía la familia de Aziz: "la hija de la hermana de mi madre", nos explicó. Se alegraron mucho de verle y nos invitaron a pasar a un sitio -un establo reconvertido en casa- con esterillas en el suelo para sentarse.

Nos trajeron un té con un pan alucinante y prepararon tajin con la carne del camello. El día pasó. Disfruté con el tajin, el pan, el paseo de vuelta entre los campos que el sol de la tarde volvía resplandecientes. De despedida, nos regalaron a cada uno un ramillete de espigas de trigo.

A la vuelta, George cogió una piedra triangular.

• Cuando falles en la vida, mírala, ¿qué ves?.

- Una piedra triangular. – dije, pero George chasqueó los labios.

• No, te equivocas. Es una Oportunidad. Dice que no serás escritor hasta que no conozcas el significado del vocabulario de la Geología ("le vocabulaire", esas palabras: cavernario, metamórfico, terciario... que todos hemos oído), – dijo George señalando las puntas –, pero dice algo más: cada punta es el descubrimiento, la acción y la aceptación, dijo. Y entonces me habló por primera vez de las Tres Reglas del éxito.

Mientras, los niños de la casa nos acompañaron hasta la carretera, donde paramos un autobús de vuelta. En el viaje, valoramos también la posibilidad de permanecer en Essauira, o no. La alternativa era perderse en el sur, pasar por Tafraut donde los almendros en flor ocupaban todo el valle, decía George, y seguir hasta Tombuctú, donde empezaban las caravanas. Viajar, escapar de la propia conciencia, desaparecer. George no paraba de hablar. Todo se movía, nadie sabía lo que pasaría la próxima semana.

Era de noche cuando llegamos a nuestro cubículo. Tomamos un té. Y fui a buscar a mi cuarto papel y lápiz para tomar notas.

Tiempo después se acabó mi año sabático, sin cumplir ninguno de mis propósitos (a saber: tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro...).

(Continuará mañana).

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