Blog "Ataxia y atáxicos".
(Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich, natural de Jódar (Jaén), y residente en Barcelona).
Nota del administrador del blog: Para poder dar una lectura objetiva a este escrito, posiblemente sea necesrio tener en cuenta un dato epecial, que sirva de contexto. De no tener presente tal conocimiento, aparte de no entender gran cosa, los jóvenes afectados de ataxia pudieran asustarse un poco. Pues bien, el autor, Bartolomé Poza Expóxito, paciente de Ataxia de Friedreich, aunque su enfermedad pueda catalogarse de inicio tardío, tiene 72 años. Si la degeneración, en términos vulgares, se conoce como "envejecimiento prematuro del sistema nervioso", podremos comprender mejor su situación y sus sentimientos.
I
La indestructible progresión de mi enfermedad Ataxia de Friedreich, se desliza impasible, como un susurro. Eso parece mi extenso y doliente tránsito por esta vida. Todo queda en los recuerdos... evocaciones de mi tierra de nacimiento, Andalucía:
Un cielo, siempre azul... ambiente plácido, sereno, embalsamado por el perfume intenso y sensual de las flores... calles y plazas, íntimas, encaladas y solitarias, en las que cada reja, cada cancela de hierros ensortijados de dibujos, arabescos, hechos por las manos e ingenio del artesano forjador, supone una invitación al amor misterioso... tradiciones históricas... poéticas leyendas devotas... monumentos árabes, exóticos... iglesias limpias, como chorros de oro (guardado por río Guadalquivir): Semana Santa... Feria de Abril... conventos de monjas... toreros... "bailaoras"... y contrabandistas... Y, presidiéndolo todo, ese gran dedo afiligranado de la Giralda, que apunta al cielo en un ansia de sublimación de lo terrenal y lo romántico.
II
Estas dolencias no me dejan dormir. Esta aflicción lamentable, no me deja vivir. Paso la noche en vela. Si mi condena es así, me envolveré en su manto gris, y no dejaré ver la luz que se extiende en este mundo feliz... para algunos. Sé que para otros no lo es. ¿Y para mí...? ¿Realmente, merezco este suplicio...? Esta noche le he preguntado a mi madre. No ha sabido, o podido, contestar. ¡Quizás por haber fallecido... y estar en ese misterioso mundo de los muertos!.
Con el corazón en mi mano derecha, en la izquierda tengo el alma, que cada día está más amargada, probé el mal sabor de la hiel. No quiero la algarabía de este mundo. No
quiero aguantar su vacío. El viento susurra a mis oídos, mientras el polvo que levanta, danza en mis manos, y, al instante, la brisa que recorre mis pensamientos escapa, y evoca mis recuerdos de una época radiante, que tuve la dicha de vivir. Hoy, esta maldita ataxia, que se introdujo en el cuerpo hace muchos años ya, arruina mi existencia.
(Barcelona, marzo de 2011. Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich).
Nota: Para ir al libro, de acceso gratuito, "Mi pequeño diario", escrito por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich, hacer click en: http://www.miguel-a.es/BPMILI/
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2- Sección "PowerPoint del día":
Para visionar y/o guardar el archivo PowerPoint, hacer click en: ¡Que canten los niños...!.
En este archivo PowerPoint suenan 116 segundos de la canción de Jose Luis Perales, que también lleva el mismo título.
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3- Sección "Artículo recomendado":
Hoy, en esta sección, se cuenta un chascarrillo, cuyo argumento bien pudiera tener cabida dentro de nuestro colectivo atáxico. Se narra con la filosofía humorística de reírse, SANAMENTE, de nosotros mismos:
En un bar hay un hombre con todas las apariencias de estar bebido. Está completamente dormido, pero sobre su mesa puede verse tres botellas de vino, vacias, y un gran vaso, boca abajo.
Dos clientes del bar, por hacer una obra buena, deciden llevarlo a su casa. Le despietan para preguntarle cuál es su domicilio... pero no hay forma de entenderle nada. Por ello, rebuscan su cartera, esperando hallar su carnet de identidad. En él, descubren que está casado, y vive en la Avenida Matacorta, número 16.
Intentan ponerlo de pie, para subirlo al coche particular, de los propios bienintencionados clientes del bar. Pero no hay forma de mantenlo erguido... cada vez que intentan erguirlo, se les viene abajo. Ante tal contrariedad, lo llevan hasta el automóvil, arrastrándolo.
Llegados a su domilio, vuelven a repetir la operación de intentar erguirlo, pero se les vueve a caer, por tres veces. No hay más remedio que llevarlo arastras.
LLaman al timbre.
- Señora, le traemos a su esposo. Está muy borracho. No se tiene ni de pie.
- ¡Gracias! ¡¿Pero dónde se ha quedado la silla de ruedas?!.
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¡Pues... eso, Bartolomé!: "Trabajamos más que un par de mulos viejos trillando" :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.
Escribes genial Bartolomé, k bonito, sigue así, trasmites muxo en tus palabras... Cuidate.
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