La pagina web de "Ataxia y atáxicos" (información sobre ataxia, sin ánimo de lucro) es: http://www.ataxia-y-ataxicos.es/


martes, 19 de mayo de 2015

Apuesta

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.
Editado (excepto el material gráfico) en el boletín número 136 de la Federación Española de Ataxia, FEDAES.

El amor pasa por todo, pues todo lo electriza, lo absorbe, y el cuerpo brilla y se siente uno más humano (supongo que las ardillas, si son ardillas enamoradas se sentirán más ardillas).

Era un casino enorme y moderno: allí se vivía. Había ciento quince tragaperras escandalosas de color plata brillante, dispuestas en hileras alegres y en pasillos anchos. Había ruletas, mesas de dados, mesas de billar, mesas de black-jack... Era de noche, pero nunca había luz.

Un cartel hiriente en su fosforescencia y efervescencia naranja, anunciaba que ése era el casino de la vida: Cualquier paso que das en la vida, cosas que, por nimias que sean, son apuestas, es un riesgo.

Enfrentarse, arriesgar. Ésa es la única manera de saber que sigues vivo y con posibilidades de luchar, no sólo de ganar.

Fue al casino con su gabardina gris, porque nunca había visto ninguno. Fue a apostar, pero al cerciorarse de que había que comprar fichas, comprobó que no tenía dinero suficiente para jugar.

- ¡Oiga!, si no tiene suficiente dinero, no cause problemas... ¡Váyase! -Decían los guardas de la empresa del casino. En especial había uno grande, musculoso, bigotudo y totalmente riguroso. Llevaba una verruga rectangular que le hacía oscurecer su semblante, oscuro de por sí; la verruga escondía su nariz, y le hizo aún más amenazante.

Un rechazo, una patada en el trasero y mi tristeza de no poder jugar. La noche era fría y el viento empujaba las ramas y papeles de un pasado repleto de sensaciones. El viento silbaba por los locos intersticios de las callejas del barrio viejo. Era un lamento ensordecedor que producía sonidos estremecedores.

La pobreza de no poder apostar percutía sus sienes con el llanto contenido. Se paseó por los arrabales del casino lindante con un arroyo sordo repleto de detritus y con el lamento de miles y miles de personas que no pudieron jugar. No, lo que se oía, no era el sonido del viento, sino el gemido unísono de miles de personajes, envueltos en capas del siglo XVIII que habían sido rechazados. Entre ellos, reconoció al guarda jurado, de la verruga cuadrada en la nariz, que lloraba desconsolado musitando para sí una y otra vez: "¡He perdido...!".

Se armó de valor y le preguntó:

- Oiga, ¿cómo es que ahora está aquí, si hace un rato trabajaba en el casino?.

- He apostado a la ruleta... he perdido, y he sido rechazado...

- No acabo de entender... ¿por qué has apostado?.

- Por el riesgo.... para ganar...

Algún idiota dijo que uno siempre se arriesgaba para ganar... Siempre estaba la ilusión por ganar: ganar, ganar, ganar, ganar, ganar, ganar, ganar, ganar, ganar...

Lo curioso es que la gente lloraba y lloraba por ganar, por querer triunfar. Y la gente por querer triunfar, lloró. Y con sus lágrimas construyeron un arroyo que fue a dar a un lago bordeado por espesa vegetación inaccesible para los humanos, sólo para monos-tití. Era un lago lleno de tristeza, de llanto, de aullidos sordos. El oleaje era tan intenso que los barcos y las barcas naufragaban, y salían despedidos hacia el casino... devueltos al casino.

Y así, se completaba el círculo de los lloros y de los rechazados, porque todos somos perdedores alguna vez. Se preguntaba quién era el que ganaba en la apuesta de la vida...

- Los que hacen trampas -dijo el guardia entre sollozos.

- ¿Qué clase de trampas?.

Trampas abiertas, trampas simples, trampas engañosas, trampas amarillas, trampas mayores, trampas militantes, trampas delicadas, trampas amorfas, trampas suntuosas, trampas falsas, trampas indecentes...

El guardia verrugoso se alejó cabizbajo, y, con paso cansino se dirigió hacia la trastienda del Gran Casino que llevaba a las lágrimas.

El paisaje desolado le indujo a pensar en su crédito pobre, minúsculo, y cómo no podía apostar. Penetró en el enorme edificio de la sala de juegos y recreativos, y se fijó en cómo los visitantes no llevaban nada de ropa de cintura para abajo, y es que iban a ejecutar una trampa:

Vicente Sáez Vallés
- ¿Qué trampa estáis dispuestos a poner en marcha? - La trampa universal... -dijo una bella rubia ataviada con un minúsculo traje negro ceñido al pecho.

- ... aquella que todos conocen cuando nacen... -dijo una grulla que conocía a una cigüeña que sabía de los deseos de los bebés.

- es aquello por lo que los seres humanos sois humanos... -dijo un pastor alemán con brillo en su pelo.

- ... la trampa en la que tarde o temprano todos caen... -dijo un trampero profesional que conocía a la perfección las características de las trampas en las que no dejaban de caer las víctimas menos listas.

- ... la trampa del deseo.

Fuente: http://www.fedaes.org/bol/bol136/apuesta.htm

Nota del administrador del blog:

Vicente falleció en el año 2006. Para acceder a una breve semblanza del autor del texto (escrita por su hermana, Cristina, también, como él, paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.

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2- Sección '... de apuestas y trampas':

Para visionar y/o guardar el archivo "PowerPoint", pinchar en: ¡A cara descubierta!.

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