Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Migue-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de la provincia de Burgos.
En mi niñez y en este lugar rural donde vivo, el 12 de octubre era el 'Día del Pilar'... así, sin más. Y cuando digo "sin más", es que este festivo, no tenía connotaciones políticas, ni nacionales (hispanidad), ni referencias a acontecimientos históricos (aniversario del descubrimiento de América), y ni siquiera motivaciones religiosas, como pudiera parecer atendiendo al santoral eclesiástico, que dedica la fecha a la Vírgen del Pilar. No, no era fiesta de las llamadas eclesialmente de guardar, aunque el cura tocara a Misa al amanecer, para que los feligreses que lo desearan pudieran asistir al rito, y, posteriormente, acudir a la feria del Pilar a una población comarcal medianamente grande, Villadiego. Ése, por supuesto, era el objetivo primordial del 'Día de Pilar'.
La fecha, como si hubiera sido concebida adrede, marcaba un hito en el ciclo cerealístico. Si bien, en días previos se comenzaba, tímidamente, a realizar las primeras siembras, el Pilar era la fecha semioficial, desde tiempos inmemoriales, de salida en la carrera a todo trapo de la sementera, si el clima y el tempero de la tierra lo permitían...
Había que proveerse de semillas, productos para tratarlas (como el llamado piedralipe, que machacado e inmerso en agua, servía para rociar (encalar) las semillas la noche anterior a ser sembradas... (parece un proceso demasiado arcáico, pero sí tenía cierta base... el piedralipe era sulfato de cobre en forma de conglomerado cristalizado de color azul intenso... y altamente venenoso, según se decía). Y también proveerse de agunos útiles de labranza, como rejas. Aparte de realizar las compras alimenticias necesarias para afrontar el duro inverno mesetario. Sin olvidar la exposición y venta de toda clase de productos agroalimentarios o agropecuarios (y en este punto, no me refiero a ventas en tienda, sino a productos caseros, quien los tuviera... elaborados, o no... así era la vida del casi-autoabastecimiento: se vendía quesos, miel, nueces, manzanas, pollos, conejos, huevos, etc. ... para sacar para comprar otros artículos de necesidad elemental, como ropa y calzado. Y, por supuesto, feria ganadera ovejas, cerdos, vacas, mulas, o yuntas completas. Y tampoco faltaban los típicos charlatanes (que a voz en grito vendían "X", y si comprabas "X", anunciaban que te regalaban "Y", "Z", y "W"... y resultaba que entre todo apenas valía casi nada... había trucos, pero la gente picaba)... Y allá se iban todos ese día, a la feria.
Aquello parecía un homiguro de muchedumbre. Para no perderte tenías que ir constantemente agarrado a las faldas de tu madre, que llevaba las manos cargadas de paquetes. Y como la mayoría de las familias eran numerosas, lo que llevaban algunas madres parecía un reata de chiquillos agarrados unos a otros, con ella la cabeza.
Siendo niño, estuve una vez en esta feria. Y, como una breve toma instantánea, recuerdo haber regresado dormido en lo alto de un carro tirado por una pareja de vacas y cargado a tope de sacos de semillas.
Mi madre era reacia a llevarnos a la feria. Para comprarnos los zapatos, nos media los pies con una varita de mimbre: o sea: el pallito, que llevaba como muestra, debía de caber dentro del calzado a comprar... Y aquel año, con la recomendación de ir a comer a casa de la abuela, tampoco me llevaron. Tenía unos 9 años.
Cuando desperté, ya no había nadie en casa (se habían ido a la feria). Comí las sopas que me habían dejado preparadas, y salí al exterior. En las solitarias calles, solamente encontré a otro niño (de menor edad que yo). Sin rumbo fijo, salimos al campo. En principio, íbamos hacia una viña de mi abuelo, a comer uvas... pero no llegamos.
Los tiros sonaban por todas partes, pero eso no nos asustaba: sabíamos que en esa fecha, cada a año, se abría la veda de caza de liebres y perdices. Y nos olvidamos de las uvas, para seguir, a cierta distancia, a unos cazadores: para recoger sus llamativos cartuchos vacíos, tirados al suelo cada vez que recargaban sus escopetas de repetición.
- ¡Eh, venid acá! -nos dijo un cazador, tras darse cuenta de que los estábamos siguiendo muy de cerca.
Y nos entregó sendas bolsas de red, conteniendo una liebre cada una, para que se las llevásemos.
Tras aproximadamente una hora como porteadores, le susurré a mi compañero que teníamos que regresar al pueblo, a comer a casa de nuestras respectivas abuelas.
- ¡Tenga las liebres. Nosotros tenemos que irnos ya!.
- ¡Sí. Un momento...! -Y sacando su cartera, nos entregó un billete de 100 pesetas (lo popularmente conocido como "20 duros"-. Repartidlo entre los dos.
20 duros era toda una fortuna para dos niños hace cincuenytantos años... los cuales volvían a casa a más contentos que unas pascuas :-)
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2- Sección: 'Vídeo musical del día':
Como añoranza de un ser querido que se fue... ... canta el dúo 'Tercer cielo' ... 'Yo te extrañaré' ... (con letra).
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Feliz fin de semana.
ResponderEliminarUn abrazo.