Por Miguel-A. Cibrián), paciente de Ataxia de Friedreich.
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Nota previa: "Villanueva de Odra es la población rural donde nací, en el año 1954... y, salvo los cursos que estuve en internados durante mi época de estudiante, he vivido hasta mis 61 años. Actualmente, resido en la ciudad de Burgos".
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Villanueva de Odra (la carretera)... Foto de autor desconocido |
Según la enciclopedia Wikipedia: Villanueva de Odra es una localidad española situada en la comarca Odra-Pisuerga, perteneciente al municipio de Villadiego (provincia de Burgos, comunidad autónoma de Castilla y León). Está situada 13 km al oeste de la capital del municipio, en la carretera BU-620, tramo de Sasamón a Sotresgudo.
Bueno... ya tenéis tanto la numeración, como el tramo, por si queréis buscar el año, o la época, de la construcción de esta carretera. Sería un dato interesante, puesto que yo he fracasado en un intento de búsqueda, que confirme, o desmienta, mis ideas preconcebidas. Las cuales son tan vagas, que ni siquiera sé si han surgido de algún sueño... Tal vez, todo sea más simple y preciso, y lo recuerde de alguna conversación con personas mayores del pueblo. No lo sé.
Puente de la carretera e iglesia al fondo... Fotografía de autor desconocido, realizada hacia 1980... Obsérvese que aún está el Sagrado Corazón sobre la torre... también se ven las traseras de la casa de la Cofradía (ambas cosas hoy inexistentes)
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Por tales ideas preconcebidas, la carretera de Villanueva de Odra dataría del final de la segunda década de 1900. O sea, por ahora se cumpliría la onomástica de su centenario de existencia. Eso suponiendo que se tratara de un trazado nuevo, porque por algún sitio irían, hacia aquí y hacia allá... En algún punto al menos, da la impresión de que el trayecto sí fue nuevo: La obra más llamativa de la carretera, en Villanueva, el puente sobre el río Odra (puente nuevo), así lo aseguraría.
Puente de la carretera sobre el Odra... se halla a la salida de una curva... Foto de autor desconocido |
De todas formas, dicha carretera tiene al menos un siglo. Y un siglo sin que se haya hecho en ella más que los lavados de cara de dos asfaltados... el primero de ellos, ya en la segunda mitad de la década de 1970, e incluía una peligrosa gravilla que hacía derrapar a los vehículo al menor despiste del conductor... aún queda una muestra de tal chapuza: el llamado camino vecinal... un auténtico barbecho... Dos lavados de cara... sin renovar el firme... sin un conveniente ensanchado... sin enderezar ni una puta curva... a veces tan cerradas, que en poco más de 110 grados te meten en un puente sin cabida para dos vehículos... En fin, es lo que es, una carretera construida para carros tirados por vacas o mulas, "un coche de línea" (autobús), a paso casi de tortuga, que no superaba los 40 kilómetros por hora, y algún que otro automóvil de ciento en viento, tanto, que te hacía dudar sobre si el conductor se habría perdido.
Aparcaré por un momento la visión bucólica de mi niñez, para recordar que tenemos un punto negro. Cien años son muchos años para no haber adecuado la vía a las actuales circunstancias automovilísticas. Así, en los tres kilómetros más cercanos al pueblo ha habido cuatro víctimas mortales por accidentes de tráfico. Aunque eso, nuestras normales autodefensas nos hagan olvidarlo... Ciertamente que el atropello a Amalia (la Montoriana) pudo ser fortuito, pero en los otros tres casos, sí influyó el mal trazado de la carretera, o, mejo dicho, no estar adaptada a los usos del momento: uno, contra un chopo, en la curva del puente sobre el río... otro, un taxista en la curva a la salida del pueblo... y un tercero, un tractorista de Guadilla que volcó al arroyo, en Fuentemuriel, tras la curva que emboca con el puente... El trazado es inadecuado. No obstante, el Sindicato de Putas del Reino ha advertido que los políticos no son hijos suyos. Yo creía que... Estas cosas bien pudieron arreglarse aprovechando los inevitables cambios provocados por la concentración parcelaria. Ya no se reformará. No queda población en estos mundos rurales.
Puente de la carretera, en Fuentemuriel, sobre el arroyo que viene desde Sotresgudo... está situado en una curva...
Fotografía de Rafael Alonso Motta
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En mi niñez, tras la salida de la escuela, nuestro "deporte favorito" era ir a esperar al "coche de línea", que realizaba, excepto domingos, el trayecto, ida y vuelta, entre Herrera de Pisuerga y Burgos. No esperábamos a nadie, ni que nos trajeran nada de la ciudad. Pero en la niñez se pueden fabricar ilusiones a partir de la nada. Y eso hacíamos... A las 6 de la tarde, 7 en horario de verano, llegaría el "coche de línea", conducido por Ángel, más chulo que un ocho, por el centro de la carretera, sabiendo que no iba a encontrarse con ningún otro vehículo... Los niños mayores decían que Ángel era un petardo conduciendo, que el que era bueno de verdad era Lucio (el otro conductor de la misma empresa). Pues vale. ¿Cómo hubiera podido discutirlo yo, si ni siquiera sabía quién era el tal Lucio, de quien ellos decían que "volaba"?.
Si llegábamos pronto a esperar al "coche de línea", aún nos daba tiempo de ir, haciendo el gamberro por el centro de la vía, hasta el "puente de las barras" (arroyo procedente de Tapia)... para, luego, regresar corriendo y gritando tras el autobús... El espectáculo era ver quién o quiénes descendían en la parada de Villanueva. Ángel se encaramaba a la baca del autobús, por una escalera trasera, y descendía los bultos de los viajeros con ayuda de algún voluntario que los recogía, para depositarlos en el suelo.
Uno de los vecinos de Villanueva que más utilizaba este servicio viajero era el difunto Honorio, el cual iba a la ciudad a comprar productos para vender en su tienda. A la vuelta, allí estaba esperando su hija Tere (también fallecida) con una carretilla verde, sin cartolas, para subir a casa las compras realizadas por su padre.
Cuando comencé a ir a Burgos en el "coche de línea", me di cuenta de que la comparación Ángel-Lucio, antes citada, era una auténtica majadería totalmente fuera de lugar. La realidad era que, al llegara a Sasamón, cambiábamos a otro autobús. Por tanto, Lucio conducía un vehículo más moderno y por carreteras asfaltadas... mientras a Ángel le correspondía un vehículo más anticuado y una vía que, llamarla "camino de cabras", equivaldría a quedarse corto... Sí, es cierto, Ángel era muy tranquilo y amable con los viajeros. Aquella ruta diaria hubiera hecho jurar en chino a cualquier otro conductor.
De hecho, cuando mi madre me llevaba a los internados, ella no quería ir en los asientos sobre las ruedas del autobús... aducía que allí botaba mucho. Otra tontería. Digo yo que el vehículo saltara en bloque, no sólo en los asientos sobre las ruedas... Sí, el autobús saltaba más que el caballito de un tiovivo... A mí, como niño, tal traqueteo hasta me parecía divertido. A Ángel, el conductor, no sé cómo le parecería. Él iba impertérrito... todo recto... sin intentar hacer eses para sortear los baches. Hubiera sido un mal remedio.
Bueno... era una carretera de piedra blanca, de tamaño casi de puño, compactada con gravilla. El uso hacía que la última capa en algunos punto se despegase. La ruedas de los vehículos lanzaban las piedras sueltas a las cunetas. Los baches se llenaban de agua durante las lluvias. El agua y el hielo son nefastos para estas cosas, y los socavones crecían en tamaño... A veces, la brigadas de camineros los rellenaban los baches con gravilla. Era un apaño únicamente momentáneo... aquello no se pegaba... tras las lluvias, se volvería otra vez rápidamente a lo mismo.
El primer asfaltado de este tramo de carretera no llegó hasta la segunda mitad de la década de 1970.
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Extracto de uno de mis artículos: ¡Tempus fugit!
... ... ... Las Navidades generalmente son fiestas de alegría. Sin embargo, a veces, en cierto porcentaje, no pequeño, se da el caso contrario. La melancolía se apodera de algunas personas cuando llegan los festejos navideños. En ocasiones se debe a la ausencia de un ser querido, o a otras causas conocidas, o por motivos sin conocer. Resulta evidente que padecer una enfermedad crónico progresiva, como la ataxia, podría ser una causa conocida y justificada para sufrir una melancolía navideña al recordarnos una actualidad llena de limitaciones y un futuro incierto y poco esperanzador.
Esto sucede porque los seres humanos buscamos puntos de referencia para ubicarnos nosotros mismos. Resulta que, por contraste, la tristeza justificada se incrementa al observar y compararla con la gran alegría de los otros individuos circundantes. También, aunque en menor medida, puede ser posible hacer la comparación con nuestro propio pasado. Siendo paciente de Ataxia de Friedreich, aunque creo que superada, también he sentido una extrema melancolía navideña. Era como apreciar en la observación de la alegría de los demás que el suyo ya no era mi mundo. Tal vez la clave esté en ser capaz de abstenerse de comparar tanto con los demás como con el propio pretérito. Recordar el pasado es un arma de doble filo. Revivir en nuestra mente los momentos felices puede ser muy grato, pero a la vez revertir en desasosiego si en nuestra mente los ponemos en contraste con las limitaciones actuales y falta de esperanzas futuras.
Y referente a la Navidad, recuerdo, recuerdo sin hacer comparaciones, los gratos momentos vividos en familia con mis padres en plena juventud y yo, como mis hermanas, aún niño... aquel belén que instalamos en un auténtico pesebre de nuestro establo donde, al calor de las vacas, nos refugiábamos de los rigores climáticos del diciembre del norte castellano... recuerdo aquel otro belén de siluetas sobre una cartulina blanca que nos enseñaron a hacer en la escuela, y clavábamos en la pared, encalada de superficie imperfecta de adobe, del portal de nuestra casa... recuerdo aquella noche de reyes en que simulábamos dormir mientras mi madre dejaba en nuestros zapatos los escuetos caramelos... nada de balones de fútbol o de muñequitas Barbie... que nuestra economía no daba para ello... ni siquiera la publicidad azuzaba nuestros deseos de niños de posesión de juguetes... solamente teníamos una radio... como elemento publicitario sólo me queda de esa época, soniquete incluido, lo de: "es el colacao desayuno y merienda ideal... si lo toma el ciclista se hace el amo de la pista, etc, etc"... y mi madre nos compró siempre colacao para que creciéramos fuertes y vigorosos [creo que conmigo el colacao no tuvo éxito :-) ]... y recuerdo cuando iba con mi padre a cortar ramas de pino para tener un árbol navideño al único pinar existente de tan sólo cinco pinos... eran de esa clase en que las ramas crecen hacía arriba y no resultan nada propicios para el fin requerido, pero con mucho trabajo atando cinco o seis ramitas entre sí, quedaba un pseudo-árbol de Navidad de más de metro y medio de altura donde colocar nuestros humildes adornos navideños ineléctricos.
Y ya adolescente, recuerdo, recuerdo sin hacer comparaciones, cómo interno en un colegio, íbamos tachando en un calendario los días pasados, y contando a la baja los que restaban para las vacaciones navideñas que siempre comenzaban hacia el 20 o 21 de diciembre... la bajada aquel día al centro de la ciudad a buscar la terminal de autobuses y la contemplación asombrados y absortos de las adornaciones públicas y las de los centros comerciales... la terminal de autobuses estaba repleta hasta tener que abrirnos paso a empujones, porque todos los centros educativos daban vacaciones a la vez y éramos muchos los estudiantes que vivíamos fuera de la capital y habían venido nuestros padres a buscarnos y a realizar alguna compra especial... y los autobuses siempre llenos exigiendo la espera de un segundo... o un tercero... y, aún así, medio viaje de pie por insuficiencia de asientos, como sardinas en lata... y la carretera sin asfaltar y llena de baches poniendo a prueba los amortiguadores del coche y nuestro aguante físico casi ilimitado... y los chopos escoltando la carretera con apariencia desde la ventanilla del automóvil de ser quienes corrían... y por fin, el no va más de la felicidad: la entrada en el pueblo y el contacto familiar, incluidos hermanos, tíos, y abuelos...
Y el inconfundible sonido lotero con el que los niños de San Idelfonso por la radio te despertaban la primera mañana mágica de vacaciones: "16.324... 25.000 pesetas".
¡Qué cosas! ¡"Tempus fugit"! Yo ya lo sabía, pero ahora me queda un poco más claro.
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