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viernes, 20 de noviembre de 2015

3- El secreto de Pandora (tercera y última parte)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Pilar Ana Tolosana, paciente de Ataxia de Friedreich, de Vitoria..

Nota previa del administrador del blog:
Para adaptarlo al sistema blog, este relato de Pilar Ana, relacionado con la discapacidad, ha sido dividido en tres partes. Aunque a las noticias referidas a la enfermedad s uele dáselas prioridad de edición, se intentará editar los tres capítulos en días consecutivos. En cualquier caso, siempre se hará constar los enlaces a las partes anteriores.


El secreto de Pandora (Primera parte).
El secreto de Pandora (Segunda parte).

- III parte -

Sin embargo, Pandora casi no recordaba a su madre. Le habían dicho que, cuando era muy pequeña, y se dio cuenta de que su hija había venido al mundo con una tara en las piernas, al no poder soportar la desgracia, los abandonó... a ella y a su marido. Si bien, estos comentarios, a Pandora, a su edad, ya no le cuadraba: Puesto que, si hubiera sido así, no la hubiese acompañado en sus primeros años... Habría escapado justo después del parto.

Un regalo... un regalo encontró un día debajo de su cama. Era la misma cajita donde ahora guardaba sus cromos. Contenía un mechón de pelo casi platino, atado con un lacito rojo, y una figurita de barro engalanada con un colorista vestido. La figurita y el mechón los había introducido en una vasija que tenía en su habitación. En la cajita metió sus cromos. La niña no contó a nadie que había localizado este hallazgo.

Algo le decía que la mujer de afuera era su madre... la misma que la había dejado como herencia la caja, "La Caja de Pandora". El tiempo se había parado en ese instante, solamente ella podía hacer eso en la mente de Pandora... sólo su madre. Y clavó sus pupilas en las de Pandora, omitiendo el perjuicio de la distancia, convirtiendo en un segundo lo inverosímil en permisible, y lo quimérico en aceptado por los dioses.

En su ensimismamiento, Pandora dejó caer el cuaderno sin respuestas, y la profesora que ya se olía la tostada, se convenció absolutamente de que la prepúber no había hecho los deberes de inglés. La vena del cuello de "la seño" se estaba hinchando por momentos, y su cara era todo un poema.
- ¡Ya está bien, Pandora! ¡Ya no sé qué voy a hacer contigo! -explosionó, desgañitada la tutora.
A todo esto, a Pandora la situación le debía parecer irrelevante, y tomó el cuaderno como si nada hubiera pasado. Hasta entonces, había sido como si estuviera levitando en las alturas, salvando las miradas y las vacilaciones de todos. Porque ella era Pandora. Y cuando quisiera, podría abrir la caja de los horrores... y acabar con todos: con "la profe" chillona, con el niño zampadonuts, con todo lo que no toleraba.

Pandora observaba con petulancia a la profesora:
- ¡Cuándo acaben las clases, te vas a quedar haciendo la traducción de todo el tema número siete! ¿Entendido?.
- Claro -respondió Pandora, sin intenciones de hacer caso a la orden.
Era cuestión de preferencias, no era nada personal. No podía hacer caso a la profesora. Tenía que ver a su madre... ya que no podía estar con ella habitualmente. Estaba segura de que aquella mujer rubia, que paseaba por los umbrales de la escuela, era su madre. ¡Tanto tiempo esperando estar con alguien que la entendiera, que la comprendiera! Y la maestrilla, ésa de pacotilla, quería echar por tierra sus anhelos. La profe no vislumbraría jamás estar anulando con ello su supervivencia... y, al fin y al cabo, sus ilusiones y utopías.

Siete, tendría que traducir el tema siete. Siete, como los siete ángeles, y las siete plagas del Apocalipsis... siete. El número favorito de Pandora... no podía ser el mismo que la condenara a seguir por la vida sin conocer a la persona que la había dado una identidad tan reavivante: Pandora, el nombre de una diosa terrenal.
También eran siete los años que Pandora habría querido tenerla cerca... y sólo siete los minutos que su corazón había empezado a latir. Parecía que le pasara algo extraño, pero era sólo que, ahora y por primera vez, Pandora tenía una razón para seguir. ¡Una razón! Casi le resultaba difícil pronunciarlo en su cerebro: una madre... una razón...

Y allí parada, de pie, Pandora aguantaba la charla de la acalorada adulta, hasta que le dio permiso para sentarse, de nuevo. Pandora esperaba que el reloj fuera un benefactor para con ella. Sacó del pupitre su caja, y la aguzó fijamente, como si se viera en la alternativa de abrirla, o no. Aplacó su ira bebiendo un chorrito de agua, aprovechando que la profesora de inglés, le había dado autorización para que se retirara un momento a los lavabos.

Lo que la maestra ignoraba era lo bien que Pandora sabía hablar inglés en la intimidad. Su madre era londinense, y la niña conocía de sobra algunas palabras y expresiones del idioma de Shakespeare... puesto que las debió aprender en su niñez más prematura... aunque no se supo muy bien nunca por qué. Nunca quiso hacer público su nivel alto en la materia. Sin esforzarse demasiado en la asignatura, era capaz de sacar notables en los exámenes escritos. Veía constantemente programas en inglés en la MTV y en el Canal Digital, y no tenía ninguna dificultad para comprenderlos. Para Pandora, lo espinoso era hacer creer a los demás que no sabía algo que controlaba plenamente. Para ella era un juego, un reto.

- ¿Será plomiza? -solía criticar a la profesora, cuando se equivocaba en el encerado al escribir alguna palabra.
No se explicaba cómo una persona tan incompetente, podía haber llegado a tener esa profesión.
- No seas tan dura con ella. Todos tenemos fallos de vez en cuando -concluía Albertito, cuando se lo comentaba.
- ¡Parece mentira que tú seas tan tolerante con ella! -añadía Pandora, boquiabierta.
- Es que después de verla a ella con sus fallos y sus errores, me recreo en que, cuando sea mayor, encontraré un trabajo como el suyo... con tres meses de vacaciones... y no acabaré en la cola del paro a la primera de cambio.
- Pues desde ese punto de vista, ya puedes meter las patas que te dé la gana, y nadie te dirá nada, aunque se dé cuenta.
- Será que somos pocos los que nos la damos. Además si yerra en lecciones de primaria, figúrate los traspiés que tendrá en la vida... fuera de estas cuatro paredes -agregaba él.
Los dos chiquillos reían opíparamente.

Es lo malo de saber demasiado, y Pandora en inglés era un as... podía jugar a que la infravaloraran. Lo malo para los demás, era una gran ventaja para la niña. Jamás se sentiría desgraciada por no responder a una pregunta de inglés. Si no respondía, era porque no quería hacerlo, no porque lo ignorase. Ya lo dijo Paul Valéry, que la ignorancia tenía algo de extrema audacia, y algo de extrema timidez.

Pandora estaba loca por que sonara el timbre, indicando que podían salir de clase. Echaría, entusiasmada, a correr para abrazar y besar a su madre, ausente durante tanto tiempo. La alegría del reencuentro, le hacía olvidar los hierros de sus piernas. Desde que sabía que su madre la esperaba, Pandora sólo pensaba en sonreír.
Fue entonces cuando se fijó en algo que le estremeció: Dos hombres de espalda cuadrada y ropas enlutadas, se acercaban tímidamente a mamá. Ella se dio cuenta, y nerviosa sacó un pitillo... lo encendió con un mechero azul, y empezó a fumar con ansia. A menos de la mitad, lo tiró al suelo, y lo pisó con fuerza. Su estado de exasperación era palpable. Intentó alejarse, pero los hombres de negro siguieron sus movimientos, dejando completamente al descubierto que la perseguían.
Comenzó a correr... sin embargo, no llegó muy lejos, porque los dos hombres se abalanzaron sobre ella violentamente.

Pandora se levantó de su sitio, y fue hacia la ventana.
Mortificada, vio cómo a su madre la ponían unas esposas.
- ¡Pandora, qué haces! ¡Siéntate ahora mismo! ¡Pandora, obedece! -gritaba histérica la profesora sin entender la actitud de su alumna.
La niña lloraba, opinando que los oscuros hombres eran policías, y que al no tener su madre la custodia de Pandora, estaban en la obligación de detenerla. Era consciente de ello, aunque seguía siendo duro para ella.
Quiso salir, pero se le enredaron las piernas, y cayó al suelo. Se golpeó las piernas con los puños, sintiéndose impotente. No había llegado a la puerta, pero sí a su pupitre. Antes, había dejado la mochila en el suelo, y desde el suelo, alcanzó su caja. Con temor de lo que pudiera pasar, enfurecida, Pandora abrió la caja... y de ella salió revoloteando un diminuto pajarillo que se posó en las férreas piernas de la chiquilla.

Más tarde, Pandora decidiría llamar Elpis al pajarillo: Esperanza, igual que aquél de la leyenda griega. A ella le castigaron de nuevo, y las clases se perpetuaron sin variaciones. No obstante, Pandora ya era un poco más feliz, porque ahora su corazón albergaba esperanza: Esperanza de que un día podría estar con su madre que la quería, y de que sus piernas pudieran volar...

( FIN ).

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Notas del administrador del blog:

1- En el enlace: http://www.ataxia-y-ataxicos.es/ESCRIT/V-PIANTO.htm, puede hallarse la descripción y forma de adquirir los ocho libros autoría de Pilar Ana Tolosana.

2- No obstante, la penúltima novela de Pilar Ana, 'El circo de la noche' también puede adquirirse en la Tienda virtual de STOP-FA... donde se vende, por Internet... y cuyos beneficios de venta se destinaran íntegramente al proyecto de investigación en Ataxia de Friedreich
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