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martes, 30 de abril de 2013

'Vivace' (por Carmen, paciente de Ataxia de Friedreich)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Carmén Ramos Añón, paciente de Ataxia de Friedreich, de Sevilla.

 Nota explicativa del administrador del blog:

"Vivace" es un término de origen italiano que significa "vivo", y en música se utiliza como signo musical para hacer referencia al carácter y al tempo con que debe ejecutarse una pieza musical. Indica que la obra o, el movimiento donde aparece, es de carácter alegre, y, por lo general, en un tempo rápido. (Extraído de Wikipedia).

Carmen Ramos Añón
Dicen que "mejor sola, que mal acompañada". Y es verdad. Pero, seamos sinceros, es el peor consuelo del mundo mundial. Cuando se le coge cariño a la mala compañía, y te das cuenta de que ya no hay más camino por delante, sirve de poco que te digan que es mejor así, aunque sea cierto. A ella por lo menos sólo le hacía sentirse más vacía.

Y era una mala compañía. De estas personas casi antagónicas a ti... de una forma tan radical que casi duele. Y claro, de amor no se vive. Aparte de esa ilusión, hace falta algo más: Algo que de sustancia... que tome forma... que sea manejable por ambos. Sabía que no era fácil, y que todas las parejas tienen problemas, peleas, opiniones diferentes. Y se van puliendo, con esmero y dedicación. Pero no era sólo un choque de opiniones.

Él era una persona complicada. Difícil. Tenía una mirada furtiva y desinteresada... como si no te prestara atención, y pensara en otras cosas... ninguna de ellas, buena. Y una forma de estar sobreactuada. Demasiado suave. Demasiado forzado. Tenía problemas psicológicos, por no decir psiquiátricos. Eso lo veía cualquiera que conversara con él más de diez minutos... Y que quisiera verlo. Ella no había querido.

Se dejó caer en un banco del parque mientras abría una lata de coca-cola. El sonido rítmico y metálico de la argolla cortaba el cantar de los pajaritos de inicios de primavera. Cerró los ojos, y se concentró en recordar los buenos momentos que había vivido aquel año. Pero no encontró ninguno que no le dejara un mal sabor de boca.

- ¡Tonta!¡Tonta!, -le decía una vocecita en su cabeza-. ¿Cómo no lo viste antes?.

Sonrío burlona hacia esa pregunta. Eso quisiera saber ella. Amor, suponía. Por primera vez en su vida, se enamoró de verdad.

- ¡Pff, amor! -se mofó su voz interior-. ¡Todos te decían lo mismo! Y tú, cabezona... ni caso.

Bebió un buen trago de coca-cola para ahogar sin piedad al bicho de su cabeza. ¡Pues sí, amor! Que él no lo mereciera, es otra cuestión... pero ella tuvo un sentimiento sincero, bonito, y, al menos por su parte, fue real. De eso no se arrepentía. Durante este tiempo ella entregó su vida a una causa, quererle. Y este hecho hacía que se sintiera bien, en armonía con su día a día. Y, aunque fuese una ilusión, se sentía querida: Lo cual es un sentimiento muy fortificante.

- Te puso los cuernos -canturreó la voz, con tono risueño-. ¡Trastornado! -añadió dolida al ver que no provocaba reacción alguna.

- Nada tiene que ver eso con su trastorno -pensó ella de forma fiera.

- ¡Peor me lo pones! Entonces, es que, además de tener problemas, no aporta nada.

Bebió más coca-cola. Dos, tres, cuatro tragos seguidos. Eso mismo le repetía su madre, "no aporta nada". Su padre, en cambio. le decía que ese tío estaba mal de la cabeza. Sonrío de nuevo. No sabía quién de los dos estaba más loco, si él... o ella, hablando consigo misma de una forma ridícula. Bajó la mirada, y se perdió en los pequeños botones de su camisa blanca, esa camisa que a él tanto le gustaba. Se le nubló la vista. Sabía que debía sentirse dolida, como su yo interior. Furiosa, enfadada, rabiosa. Tenía todo el derecho a proyectar su ira sobe él. O a llamarle, y gritarle todas aquellas cosas feas que sabía que debía concebir. Pero no podía, por el simple hecho de que no era capaz de considerar esas cosas más que como una obligación... una reacción natural que debía experimentar, y no lo experimentaba. Otro defecto más, que explicaba que buscara en otra parte lo que ella no tenía.

- No vayas por ahí... -le advirtió, con condescendencia, la voz.

Pestañeó con rapidez para evitar las lágrimas. Y bebió más coca-cola. Su voz tenía razón, se dijo con valentía. No le faltaba nada, simplemente vivía la vida de manera diferente. No era rencorosa, ni vengativa, sensible sí, pero nada de ello le hacía débil. Él si guardaba odio, mucho odio a decir verdad. Era uno de los principales problemas entre ellos. Cuando él se enfadaba, quería alguien que discutiera de forma activa... pero ella aguantaba el tirón, y sufría en silencio sus inconsistencias... y, después, más que perdonar, olvidaba. Frunció el ceño recordando la elevada frecuencia de sus enfados.

- ¿Ves? –apostilló, con atrevimiento, la voz-. Aprovechaba cualquier momento para hacerte comentarios incordiantes. Defiende la dignidad por la que no luchabas. Sin él, ganas más de lo que pierdes. Es más, no pierdes nada.


Miró divertida su lata de coca-cola vacía. Era la primera vez que se acababa una lata de refresco entera. Se levantó justo en el momento en que empezaba a sonar su teléfono móvil. Ni siquiera miró el nombre: Cortó la llamada, porque no tenía ganas de escuchar a nadie... además, ya sabía quién era. Sintió como su vocecita aplaudía orgullosa ante su gesto rebelde. Y con un fantasma de sonrisa en su cara, deseaba que al otro lado del teléfono, fuera inmensamente feliz.

Tiró la lata vacía en la papelera adyacente, y salió del parque con energías renovadas. Y, más decidida que nunca, siguió su camino... sabiendo que, junto a "aquella" lata, en "aquella" papelera, de "aquel" parque, se quedaba enterrado un capítulo de su vida. Un capítulo intenso e interesante, pero acabado al fin y al cabo. Y no es adecuado deleitarse demasiado en el final de una pasaje, porque se vuelve aburrido, poco ameno y, en definitiva, acaba estropeando una buena historia. Incluso, puede llegar a definir un libro, por extenso que sea. Pero es necesario saber pasar página. Y ése era un momento tan bueno como cualquier otro, en aquel parque, que no volvería a pisar en mucho tiempo.

Fuente: El blog de la autora: minukanews
Texto original en: Vivace (Sección "cuentos y relatos").

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2- Sección "Video del día":

A juego con el artículo, se inseta un video músical desde el alojamiento de "Youtube". La mexicana Amalia Mendoza (la Tariacuri) (1923-2001) interpreta 'Échame a mí la culpa'. Es una canción del año 1958.



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4 comentarios:

  1. ¡Gracias, Carmen!.
    "Tenemos novelista en la oficina. Se llama Carmen, y es divina ..." :-)
    Un abrazo.
    Miguel-A.

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  2. Carmen, me entro una sed de repente jiji... Espero k sea cierto k pasaste pagina en esta historia xk aunke a veces te de el bajon y exes d menos momentos vivido (bueno, mas k momentos lo k sentías o te hacían sentir)nunca volverá a repetirse nada y aunke lo intentes retomar siempre será todo distinto y cavaras desengañandote, lo único k te aliviara de verdad sera "el tiempo" y las nuevas vivencias d tu vida.BSS DESDE CANTABRIA

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