(Por Cristina Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza).
Nota del admimistrador del blog: Para recordar la introdución a la serie de capítulos de 'Historias de la guerra civil española', pinchar en: Presentación....
HISTORIAS DE LA GUERRA CIVIL - CAPITULO VIII: En el hospital de Caspe (capítulo VIII).
Cristina Sáez Vallés |
Pilar, sus dos hijos, Lolín y Antonié, y la abuela Bibiana, vivían en su casa. Ya no tenían el taller de carpintería de antes... ni les quedaba comida. Cada quince días, iban a buscar alimentos con la cartilla de racionamiento: Leche condensada, aceite, café, azúcar, arroz... Era poco, pero mi abuela, Pilar, era muy trabajadora y, como sus cuñados tenían tierras, iba al campo a recoger verduras y frutas. Lo que se podía, ya que los bombardeos habían destruido parte de los cultivos. Además, tenían buenos vecinos... y se ayudaban unos a otros.
Para conseguir algo de dinero, Lolín formó un grupo de teatro con sus amigos. Hacían teatro infantil... y tuvo bastante éxito. No había muchos sitios adonde ir con los niños, y las madres estaban encantadas de tener esa posibilidad. Incluso, llegaron a actuar para mayores. Actuaban en el local de un tío de Lolín, que aún estaba en la cárcel. Lolín dirigía el grupo, escribía los guiones, y se encargaba del vestuario... El grupo de teatro duró unos meses, hasta que el colegio volvió a funcionar, una vez acabada la guerra.
El grupo teatral se llamaba “Campoamor”. Estaba formado por chicos y chicas de doce a catorce años. Unos tocaban la guitarra, otro la flauta, algunos cantaban, otros sabían dibujar... Entre todos hicieron un buen trabajo de entretenimiento, en una época triste y deprimida por una guerra cruel y terrible.
Lolín, mi madre, junto con otras chicas de su edad, iban al “Hospital de sangre”, para ayudar a doblar gasas. Uno de esos días, Lolín entró en una habitación enorme, con más de treinta camas, todas ellas ocupadas por heridos en el frente del Ebro. Uno de ellos pidió agua y la enfermera de turno, le ordenó a Lolín que mojara una gasa un poco, y le humedeciera los labios al enfermo. Lolín así lo hizo, pero cuando ya se iba, tropezó con algo. Era un saco de tela que pertenecía a uno de los encamados.
Al ir a recogerlo, el dueño del saco gritó, y se lo arrebató a mi madre, con tanta fuerza que, del empujón, cayó al suelo, y hasta se hizo daño. El soldado, que era marroquí, no hablaba español. Mi madre recuerda la mirada furiosa de los enormes ojos negros de aquel hombre extranjero. La enfermera, que observó lo ocurrido, se acercó hasta ellos, y quiso poner orden. Intentó quitarle el saco al enfermo, pero éste lo agarraba con fuerza. Llegó otra enfermera, y entre las dos se lo quitaron.
Ansiosas por saber qué había en él, abrieron el saco. Un fuerte y desagradable olor desprendió al abrirlo. Cuando supieron lo que contenía, gritaron de horror: Era la cabeza de un hombre. Llevaba dentadura de oro y, seguramente, para eso la querría el soldado: para quitarle los dientes del preciado metal.
(Continuará).
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2- Sección "Video de día":
A juego con el artículo, anterior en esta sección, se inserta un video (sonido) de la canción, de visión republicana (nótese bandera del video), muy clara y bien cantada, 'El gallo rojo y el gallo negro', alegórica a los preparativos de la 'Batalla del Ebro' con la que finalizó la guerra civil.
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Gracias, Cristina.
ResponderEliminarRecuerdos a la señora Dolores.
Abrazos.
Miguel-A.