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sábado, 10 de agosto de 2019

8- AUTOBIOGRAFÍA DE UN ATÁXICO (Al echar la vista atrás..., IV)

Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.

Notas:
Esto es la autbiografía de un atáxico, como se dice en el titular. No es un trabajo nuevo, sino un cambio desde el formato web, al de blog, buscando la seguridad "de enlaces permanentes". Sin embargo, no ha sido tan fácil el cambio como un copy-paste: He estado dos veces a punto de tirar la toalla.
La redacción nunca fue concebida como autobiografía en sí, sino como serie de artículos individuales. Mi objetivo era decir a los demás atáxicos que la vida con ataxia es difícil, pero no imposible. Y, con el paso del tiempo vemos cómo nos hemos agobiado por cuestiones nimias al lado de nuestras dificultades actuales. Y hasta aprendemos a reírnos de nosotros mismos.
Se podrá apreciar cómo la autobiografía se corta mucho antes de apagarse mi vida. Es cierto: Choqué contra un escollo insalvable: No es ético biografiar acontecimientos en los cuales habría de referir comentarios negativos relativos a terceras personas
.

Enlaces a capítulos de esta autobiografía:
1- Autobiografía (Primera parte). &&&&& 2- La escuela rural. &&&&& 3- Santo Domingo de Silos. &&&&& 4- Segundo fracaso. &&&&& 5- Al volver la vista atrás, (I). &&&&& 6- Al volver la vista atrás, (II). &&&&& 7- Al volver la vista atrás, (III). &&&&& 8- Al volver la vista atrás, (IV). &&&&& 9- Tiempo cero. &&&&& 10- Historias de la obtención de mi carnet de conducir, I. &&&&& 11- Historias de la obtención de mi carnet de conducir, II. &&&&& 12- Historias de la obtención de mi carnet de conducir, III. &&&&& 13- Historias de la obtención de mi carnet de conducir, IV. &&&&& 14- Historias de la obtención de mi carnet de conducir, V. &&&&& 15- Historias de la obtención de mi carnet de conducir, VI. &&&&& 16- Historias de la obtención de mi carnet de conducir, VII. &&&&& 17- Historias de la obtención de mi carnet de conducir, VIII. &&&&& 18- Mi voz disártrica, I. &&&&& 19- Mi voz disártrica, II. &&&&& 20- Mi voz disártrica, III. &&&&& 21- Mi voz disártrica, IV. &&&&& 22- Mi voz disártrica, V. &&&&& 23- Autobiografía (II parte). &&&&& 24- Curanderos y ataxia. &&&& 25- El sexo de los conejos. &&&&& 26- Autobiografía (III parte). &&&&& 27- Autobiografía (IV parte). &&&& 28- Hispano-Ataxia e HispAtaxia. &&&& 29- Autobiografía (V parte).

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8- AUTOBIOGRAFÍA DE UN ATÁXICO (Al echar la vista atrás..., IV)

Si en el capítulo anterior he reseñado la intransigencia disciplinaria en el Seminario en determinadas faltas, se era más tolerante con las trampas educativas. En cualquier caso, ese asunto era totalmente diferente en cuanto a la falta no ser incumbencia de la dirección. Pasaba a ser competencia del profesor de cada asignatura. Algunos profesores se comportaban como si el fenómeno de copiar en los exámenes allí, entre seminaristas con hipotético alto sentido de la ética, no existiera... leyéndose su periódico tranquilamente mientras la prueba. Mientras otros, por el contrario, paseaban, ojo avizor, por los pasillos, y advertían, en plan ogro, que nadie osara copiar en su examen, y que a quien pillaran copiando, se le iba a caer el pelo: le pondrían un cero en esa asignatura en las calificaciones de final de curso.

Sí se copiaba, a pesar de tácitas teorías de alto sentido de la ética y/o de terribles amenazas. Se copiaba, es cierto. No obstante, cada cual debía saber qué o dónde se la jugaba. Por sistema yo no copié, porque no lo necesitaba para aprobar, porque me jugaba demasiado debido la supresión automática por parte del estado de ni beca por la presencia de un cero en las calificaciones finales del curso, y porque a cualquier preatáxico de Friedreich le falta tanto la habilidad manual como la sangre fría requerida para efectuar esa trampa.

Miguel-A.Cibrián. Foto de 1971
Sí, es cierto que en alguna ocasión hice alguna chuleta.... eso lo confieso Tampoco sabría dar una razón al porqué de este proceder, pues yo hubiera tardado poco más en aprenderme el contenido que en hacer aquellas letras diminutas de dudosa posible lectura estando atenazado por mis nervios de preatáxico en un examen. Tal vez únicamente buscara la experiencia de colocarme del lado de la infracción, o sentir la adrenalina... esa misma adrenalina que, hoy, terminaría por matarme ;-) .

Como anécdota, en una ocasión le hice un examen final de matemáticas a un compañero. Así, exacto, como suena, aunque suene a "farol de póquer" y a imposible, pero es cierto. Él se quejaba de que iban a suspenderlo en esa asignatura, y yo le tracé un plan para hacerle el examen, pero sin prometer nada. Le dije: "Mira, si me da tiempo te lo hago, pero tú hazlo lo mejor posible por si yo no lo hiciera".

Para exámenes teníamos un bloc apropiado... cuando uno acababa de realizar su prueba, arrancaba la o las hojas... las llevaba a la mesa del profesor... y, como los pupitres de clase no coincidían con los de estudio, llevaba el bloc vacío al pupitre de su propiedad... y salía de clase. Quedé en que si me daba tiempo, ademas de mi examen, iba a hacer una copia para él... luego la llevaba en el bloc e iba a levantar la tapa de su pupitre de examen y dejarla como primera hoja del bloc... sacarla, arrancarla, y depositarla en la mesa del profesor, ya serían cosas suyas.

Así lo hicimos. Hice mi examen... luego otro para él, cambiando el estilo de escritura y cometiendo algunos errores adrede para que aquello no pareciera copia de mi examen, ni que un alumno al borde del suspenso llamara la atención sacando un 9 (se lo dejé en un aproximado 6 o 7)... y entregué mi mensaje en la mesa del profesor... y llevé su copia junto al bloc al pupitre por él ocupado durante el examen, levanté la tapa, como era práctica habitual, y lo metí al cajón. Sacarlo y entregarlo fue obra de él.

En otra ocasión supe las preguntas que iban a poner al día siguiente en un examen final de física. El profesor de matemáticas y el de física, que era una misma persona, en su primer examen llevó ambas pilas de impresos fotocopiados a la mesa... repartió la de los impresos de matemáticas, pero dejo la otra intacta. Para mí, que nunca pasé de ingenuo, eso pasaba desapercibido. Cuando entregué mi examen vi que el que iba delante dejaba su examen en la mesa del profesor y cogía un folio de la otra pila. Yo (otra vez ingenuo) aprecié la anormalidad, pero seguía sin comprender el sentido de la maniobra. Fui a dejar mi bloc como de costumbre, y el asunto del robo del folio desapareció de mi mente.

Pero cuando salí al anden, a aquellas horas vacío, vi a tres alumnos corriendo de una forma casi endiablada y meterse en una sala pequeña. Allá me fui yo, curioso, a ver qué pasaba. Ellos dudaron un instante, pero al fin, compartieron "su robo" conmigo.

Lo que ya no sé si es trampa es el hecho de que en cuarto curso tradujéramos del latín "El libro VI de las Galias", de Julio Cesar, y algunos tuviéramos acceso a una versión en castellano. Y digo no saber si eso es trampa, porque el profesor no podía ignorar la existencia de tal versión de traducción libre al español. Muchos alumnos copiaban mis traducciones de latín, pero quedaban en fuera de juego cuando el profesor les preguntaba por qué traducían así. El quid no era la traducción global en sí, sino comprender cada giro. En quinto curso, en cuanto a latín, traducíamos "De senectute", de Cicerón.


También estudiamos griego clásico, con D. Teo como profesor. Lo único que recuerdo es el alfabeto: "alfa, beta, gama, delta...... iota, capa, landa...". ¡Una tontería! Para conocer el pensamiento filosófico de la antigua Grecia no se necesita tal aprendizaje. Hasta yo (sin pasar del alfabeto griego, y que, como él decía "sólo sé que no sé nada") cito a veces a Sócrates... para enterarse están los libros ya traducidos ;-) .

Tal vez en aquel tiempo sintiera algún atractivo por el mundo literario... lo cual pudiera haberme servido como futuro modo de ganarme la vida. Me aprendía de memoria los poemas de los libros de texto. Aún hoy, treinta y tantos años después, sería capaz de recitar una docena de versos seguidos de varios poemas y autores. Ahora se me ocurre "la canción de pirata", de Espronceda, y "el vaquerillo", de Gabriel y Galán: "Con diez cañones por banda / viento en popa a toda vela / no corta el mar, sino vuela / un velero bergantín", y "He dormido esta noche en el monte / con el niño que cuida mis vacas. / En el valle tendió para ambos, / el rapaz, su raquítica manta, / y e quiso quitar, pobrecillo / su blusilla y ...".

Por supuesto que por aquellos tiempos leía todo cuanto cayera en mis manos. ¡Qué cosas!. No sé quién traza los caminos de la vida, ni si los traza alguien... o, en su caso, en lugar de asfaltarlos, escabrosos senderos de cabras sólo iluminados por los relámpagos de la tormenta que en ciertos casos acompaña al peregrinaje terreno. Desde aquel tiempo no he leído más de 20 libros. Casi sale a uno por cada dos años. No soy capaz de concentrame en la lectura de cosas largas ni me apetece pasar hojas sin ser consciente de lo que acabo de leer. El periódico sí lo reviso a diario. Y solamente he comprado un libro desde entonces. Creo que los escritores y editores no hacen negocio a costa mía :-)

Mi compra fue "rimas y leyendas" de Bécquer. Quería escribirle a una joven cuyo padre (considero que yo, atáxico, no era bueno para ella... y creo que tenía toda la razón) los 24 versos íntegros (sólo recordaba 8) de "Volverán las oscuras golondrinas / en tu balcón sus nidos a colgar, / ...", y terminaban con los versos: "... / como yo te he querido... desengáñate, / ¡así no te querrán!".

En fin, esa clase de fracasos amorosos por cuestiones de salud, aunque la realidad es totalmente distinta, debieran carecer de importancia. Si embargo, los seres humanos a veces somos tan estúpidos que nos recreamos en hurgar en nuestras propias heridas, incrementando así el dolor... y entrando en un círculo vicioso sin previsible final. Pasado el tiempo, al echar la mirada atrás, hasta nos causan risa nuestra propia estupidez al hundirnos por no saber aceptar la naturalidad de algo que es como es, a pesar de las zarandajas dichas sobre la ceguedad del amor.

Durante algún tiempo en es Seminario escribí versos, métricos y de rima. Posteriormente, en una revisión años más tarde, ya en casa, me parecieron sumamente ridículos. Las palabras me parecían como metidas con calzador buscando una rima. Por ello, los rompí. Ni siquiera los recuerdo. Posiblemente formateé la memoria del disco duro de mi cerebro :-) . En realidad, conservo muy poco de aquella etapa de mi vida. Ni siquiera encuentro muchos de los libros de texto. ¡Y mira que he dado vueltas buscando un libro de la asignatura de francés en el cual, en idioma galo, había un párrafo sobre la civilización que comenzaba diciendo: "La civilization ce n'est la maison a six étages, ni l'automovil, ni le chaufage central, etc, etc". Y terminaba con, traducido, algo así como: "La civilización es el control de la materia por la voluntad, es la práctica de la solidaridad, es la paciencia ante los contratiempos cotidianos, en una palabra, es el valor (courage)".

A pesar de no tener acceso a los periódicos, estuvimos atentos a casos rimbombantes, como el llamado "proceso de Burgos" seguido contra varios etarras. Se saldó con las últimas penas de muerte impuestas por el franquismo. Nuestras preguntas se incrementaron a raíz del hallazgo en un árbol de El Parral grabadas las palabras "Gora Euzkadi Azkatuta, Zorobi". La traducción desde el vasco, salvo lo de "Zorobi" (que pudiera ser la firma), no ofrecía dudas, pues entre nosotros había un vasco, de Rentería (Cuesta), pero servían de excusa para preguntar.

Recuerdo que mi hermana mayor, como yo, estaba interna en un colegio de monjas de Burgos, y mi madre estaba muy preocupada por ambos, porque ETA había amenazado con envenenar el agua de la ciudad. También recuerdo que en una visita a la Catedral nos meábamos de risas llamando la atención de unas señoras mayores debido nuestras alusiones a ETA. ¡Cómo cambia la vida! Aquellos, héroes para nosotros, capaces de cantar en pos de unos ideales mientras eran condenados a muerte (con independencia de las opiniones sobre el régimen político condenador), hoy no pasarían de ser calificados como hijoputas desalmados. Pienso que "patrias, himnos, banderas, y nacionalismos" son un maquiavélico invento de algunos gilipollas para justificar armamentos, guerras, patadas en la espinilla, y mirar por encimo del hombro a quién no sea "de los nuestros".

Llevo varios años en Internet con amistades en todo el mundo, en 5 idiomas... y todo el mundo es igual... goza, sufre, llora... son humanos (sencillamente eso)... y se solidarizan unos con otros sin importar nacionalidades, razas, clases, ni ideologías. ¿A qué coño vienen tales inventos separadores por parte de quienes "no ven más allá de los 200 metros de su terruño"?.

También recuerdo de aquella época haber hecho una especie de manifiesto republicano. ¡¿Pero qué se me habría perdido a mí en tales cuestiones?! ¡A mí que ni siquiera me preocupo de votar, porque los políticos me parecen una panda de embusteros mentirosos compulsivos ansiosos de tocar poder como sea y a costa de lo que sea, y porque creo que quienes tenemos "una rueda (dicho por la silla) aquí y otra allá", si nos conviene, podemos estar exentos de obligaciones ciudadanas! :-) Tal asunto del manifiesto es un fiel reflejo de lo afirmado por el dicho: "Quien no es revolucionario a los 18 años, no tiene corazón... y quien sigue siéndolo a los 50, no tiene cabeza" :-) .

No obstante, no soy consciente de que allí existiera el más mínimo movimiento prodemocrático o antifranquista. Sencillamente, nosotros dábamos por bueno lo que había, porque ignorábamos que hubiera otras opciones. Nuestro aislamiento de opiniones del exterior era casi total. Éramos libres en los periodos vacacionales. Sí, es cierto, pero en las poblaciones rurales no existían periódicos, ni tampoco absolutamente nadie introducía el tema político en sus conversaciones. Desde luego, no teníamos acceso a la prensa, pero no creo que los periódicos editaran informaciones subversivas o, de haberlo hecho, hubieran sido censurados y cancelados.

Vivíamos los tiempos en los que el NODO, de emisión obligatoria en los cines antes de las películas, cantaba a voz en grito las excelsitudes de régimen y las obras inauguradas por sus dirigentes. Jamás escuchamos voces discordantes ni vimos panfletos subversivos.

Quinto curso fue, a partir del segundo mes, un tiempo malo para mí. Es difícil dar una explicación sobre el motivo cuando no se tiene. Simplemente hay momentos en la vida en que la mente te juega malas pasadas. Lo ocurrido tenía bastante relación con la enfermedad que, sin saberlo muy bien, estaba sufriendo, sólo que ya no pude aguantar el estrés al que ésta me sometía. Me comporté como un imbécil al querer aparentar que no me ocurría nada y, por tanto, negarme a recibir una ayuda que sin duda hubiera necesitado. Sentí las depresiones (curiosamente la hora negra era a la caída de lo noche), apenas comer, dormir mal, no estudiar, y no atender en clase, nerviosismo, falta de equilibro (físico), temblor (manual) etc. Nadie se dio cuenta, y todos se dieron cuenta.

Así, D. Alipio, me abordó un día y me preguntó: "¿Qué te pasa que antes sacabas buenas notas y ahora he de ponerte un 5 raspadillo?". Fiel a mí manía de querer ocultar mi problema, le contesté con una salida de tono de las dichas sin premeditación para que te dejen en paz: "¡Es que no me gusta la asignatura!".

O D. Procopio que se olvidó la libreta de notas sobre la mesa tras su clase de literatura, y sobre mi ponía: "a este chico no hay quien le entienda, sé que sabe las cosas, pero nunca levanta la mano en clase".

Hay dos anécdotas de esta época bastante expresivas de cuanto me sucedía. Por entonces, ambos en cama, compartí habitación en la enfermería con un compañero de curso, nuevo, Delgado, que tenía gran facilidad de palabra y componía versos. Estuvo toda una tarde hablándome de romanticismo, poetas románticos, y leyéndome sus poemas. Pero no sé qué dijo. Yo no podía escuchar. Mi cabeza era como un hervidero presentando cientos de pensamientos en forma de retales que se pisaban unos a otros impidiéndome centrarme en nada concreto.

También recuerdo un partido de fútbol de copa de Europa, todos apretujados, y la luz apagada para mejor visión del televisor... aquel me parecía un mundo que no era el mío... y si se cae el cielo y pilla debajo a los asistentes al espectáculo, yo ni siquiera me entero... no estaba allí... la depresión que me coge... y yo, como un tonto, a buscar aire para respirar y a llorar al patio... de noche y lloviznando.

Algunos detalles de esta época reafirman lo dicho al comenzar esta historia sobre la gran humanidad de estas personas y su interés más por formar jóvenes que sacerdotes. Una de las tonterías hechas (porque mi cabeza entonces no estaba capacitada para el planteamiento de tal tipo de reflexiones) fue plantearme mi vocación y estancia en el Centro. Se me dijo, que para mi formación educativa no me era conveniente abandonar entonces... que por su parte no existía ningún problema para que yo acabara allí el curso.

Cuando se nos planteó la posibilidad de realizar una reválida de cuarto en el Instituto de Enseñanza Media fui uno de los que se ofreció voluntario. Pero, como mi cabeza no estaba en su sitio, mandé posteriormente la idea al cuerno... simplemente porque por el procedimiento normal de pedir a mi familia en la bolsa de la ropa sucia y serme enviadas en la de la lavada, no me daba tiempo a recibir las 1.000 pesetas del importe de la matrícula... pude llamar por teléfono, o cualquiera me las hubiera prestado, o incluso tenía un familiar dando allí clase... a quien podía ver a diario... y quien me las hubiera prestado gustoso si se las hubiese pedido... pero me cerré mentalmente, y lo di todo por perdido.

Faltando sólo dos días para la finalización del plazo de inscripciones, el superior me preguntó por qué, a pesar de haber presentado la intención, no me había matriculado. Le dije: "Es que no tengo las 1.000 pesetas que cuesta la matrícula". Me respondió: "¡Tú te ahogas en un dedal!". A continuación buscó la cartera en su bolso, me dio las 1.000 pesetas, y añadió: "Toma, anda, vete a matricularte al Instituto". Ni siquiera me dijo que se las devolviera. Por supuesto que se la devolví... pero ahí queda en detalle de involucrase a tope en mi educación, aunque el asunto significara mi abandono vocacional.

Esta cifra reseñada en el párrafo anterior ratifica mis explicaciones dadas al inicio de este texto, aportando la existencia de una diferencia abismal entre las tarifas de los distintos centros educativos de la ciudad. La enseñanza en el Seminario cobraba precios casi testimoniales en relación a otros colegios no exigentes de presunta vocación. Aquí, por ejemplo, estamos hablando de 1.000 pesetas por unos trámites, un examen de una hora, y un título o diploma. Mientras, en el Seminario eran solamente 10.000 anuales, por profesores todo un año, manutención al alumno en régimen de internado durante nueve meses, y mantenimiento del edificio. ¡Abismal diferencia! ¿Es, visto así, comprensible quejarse de cualquier tipo de deficiencia o imposición disciplinaria?. Sinceramente no. Cada cual era libre de quedarse o marcharse.

Pocos días después del comienzo del segundo trimestre del curso quinto, llamaron mis padres para que me llevaran al médico. Y el Dr. aconsejó mi vuelta al hogar. Y regresé a casa abandonando el Seminario

Algunas cosas no me gustaron, pero me es sumamente fácil hallarlas explicación y comprensión. No me gustó que se avisara a mis padres sin contar conmigo. Pero es posible que por entonces mi mente no fuera apta para este tipo de reflexiones y decisiones. Tampoco me agradó que desde la dirección del Centro en el tiempo inmediato posterior a mi abandono no se preocuparan por interesarse en preguntar por mi salud. Pero tenían otros 450 alumnos a su cargo por quienes preocuparse, sin necesidad de añadir uno más que ya ni siquiera estaba allí y había dicho no querer continuar.


Pues sí, tengo a gala haber sido seminarista... no sólo no lo oculto, sino que también tal dato suele constar en mis presentaciones informales de amistad.

Aún en un arranque de genio, puesto que había aprobado con notable la reválida de cuarto, me matriculé por libre de quinto curso en el Instituto de Enseñanza Media. Sin embargo, cuando intenté coger los libros, vi que no podía ser. Seguía sin poder concentrarme: Podía hacer una sesión de estudio de una hora sin estar metido en el libro y sin al final tener una mediana noción de lo que había estado leyendo o estudiando. Por ello, decidí dar por terminados mis estudios... comprarme unos buzos (monos de trabajo) azules... y ponerme a las órdenes de lo que me fuera mandado en la explotación agrícola familiar.

Solamente estuve en un reunión de ex-compañeros de curso del Seminario. Fue en 1981. No me gustaría asistir en la actualidad a dichas reuniones. Tengo deficiente el habla y oigo poco en circunstancias normales, y no descifro los sonidos con ruido de fondo o si hablan dos o más a la vez. Tampoco, a más de innumerables dificultades físicas de gran calado, podría controlar mis emociones y rompería a llorar como un niño.

Es evidente que no querría, ni por ellos ni por mí, ser llevado a una de estas reuniones a ser expuesto allí como bicho traro de zoológico. No quiero. Mi dignidad me aconseja estarme quietecito en mi casa. Padezco una enfermedad genética degenerativa llamada Ataxia de Friedreich. No obstante, quienes no tenemos futuro, o es tan negro que ni siquiera es bueno comerse el coco pensando en él, echamos insistentemente la vista al pasado. Y, por ello, me he preguntado a menudo por el devenir de las vidas de los ex-compañeros... y, más aún, me he interesado... y he realizado preguntas. ¡Claro que me agrada saber de los ex-compañeros del Seminario!.

Sé (salvo que sea un fatídico sueño de dormido) que falleció Del Val. Sé que D. Procopio llegó a ser rector del seminario, pero después abandonó el sacerdocio y se casó. Con Lamberto estuve en una Escuela de Capacitación Agraria en Palencia. A Vela lo vi en la estación del tren en uno de mis viajes a Madrid por asuntos médicos. Con Carmelo me he encontrado en Burgos y estuvimos casi una hora juntos. A Vélez lo encontré en la estación de autobuses. Y con Miñón he tenido comunicación por carta a lo largo de estos últimos 30 años. Por citar algunos nombres de la reunión de 1981: Tomé, Marcos, Álvarez, Cogollos, Aguilar, Sicilio, Santos, Arsenio, González López ("Peque"), etc. Y a Tobar, que me acercó con su coche a la estación de autobuses (caía aguanieve aquella tarde).

Sé de quienes llegaron al sacerdocio: Elías, y Fermín (uno en Burgos tras su paso por Salas de los Infantes, y el otro por el sur de la provincia), Viñé Pérez (por Perú), Martín ("Zeque", por Brasil), y posiblemente Albertito (que repitió segundo curso y tal vez no se considere de esta "hornada"). Sé de otros que estaban trabajando en mi anterior gremio agrícola: Inocente, Vidal, Ausín, y Cobo. Con Arnáiz hablé por teléfono a cuento de un problema familiar con una póliza del seguro agrario (asunto que quedó solucionado). En 1992 (cuando ya hacía cinco años que yo utilizaba silla de ruedas) vinieron a visitarme a mi casa Miñón, Calvo Pérez, Carrasco (casi vecino de población de nacimiento), y Ajates. Sé que Marañón (en cuarto curso compañero de pupitre) trabaja en un banco, y Ayala y Barrasa estaban por Valladolid, Castro por Fuenlabrada, y Demetrio por Vitoria. Y ahora veo en la lista de correos "Seminario-67", además de algunos ya citados, a Requejo (Fabri), Chema, y a Ginel.

¡Me encanta saber de los ex-compañeros de curso del Seminario, y que les va bien en la vida!.

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