Feliz de vivir como he vivido

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Diego Sánchez Cordero, paciente de ataxia, de Don Benito (Badajoz).


¿Qué hubiera sido de mi vida si me llegan a meter en un seminario cuando era un niño? Estas cosas pasaban en las familias pobres que tenían niños con caras de angelitos buenos. No es que mi rostro fuese de los más favorecidos, pero también con cara de diablo y buen comportamiento, se podía ser cura... y, si además eras obediente, podías llegar a santo.

Sin embargo, para mí estaba el inconveniente que entonces ya me gustaban las niñas, lo mismo que ahora me gustan las mujeres. Entonces a los niños ni se les daba explicaciones. ni se les decía nada. Por rumores, de esos que los niños exageran tanto, me enteré que una familia de ricos del pueblo estaba empeñada en verme con sotana y la coronilla pelada, y trabajando para ellos... que para eso iban a pagar mi carrera.

Durante el tiempo que duraron los rumores, viví asustado con la iglesia y con el cielo. No me atrevía ni a pensar, porque me parecía que todo lo que pensaba era pecado, de esos que llevan al infierno directamente. No me atrevía ni a entrar en la iglesia, porque pensaba que todos aquellos santos tan serios, podían ver mis pensamientos, y enfadarse conmigo.

¿Y la fe? Bueno, a edad tan temprana podía ser cuestión de costumbre y de tiempo, de misterio, y de miedo.

Don Miguel, antes que cura, había sido niño de padres pobres. Todos le llamaban Don Miguel, menos su benefactora que lo seguía llamando Miguelito. Para ella sólo había cambiado que los padres de su protegido ahora van a la iglesia, y antes no iban... el padre blasfemaba, y ya no blasfema. Mucho mayor que yo, pero fuimos buenos amigos, y lo seguimos siendo, aún con sotana y a pesar de lo mucho que lo habían cambiado.

Aún así, no podemos dejar de preguntarnos cómo hubiera sido nuestra vida de haber hecho esto, o aquello. Lo que podría haber sido el futuro, siempre será uno de las grandes misterios.

Lo pasé muy mal, y gracias que no siguieron insistiendo. Si lo hacen, yo hoy, sería un cura jubilado. No estaría casado, ni tendría hijos, ni nietos, ni hubiera vivido mi vida. La mía, y no la que otros hubieran diseñado para mí.

Vivir es pecar, y arrepentirse, es perdonar, y pedir ser perdonado, es caer, y levantarse. Es poner al cielo como testigo de que siempre te has comportado como un ser humano. Y no eres culpable de nada, porque tus errores ya venían incorporados a tú naturaleza.

Motivos tengo para estar contento de vivir como he vivido. Sin haber sido persona importante, ni haber tenido en mis manos el futuro de nadie. Mi único dueño es el destino... y mi norma de conducta, el respeto a todos los seres humanos.

Fuente: Blog del autor: Cachos de vida.
Original en: Feliz de vivir como he vivido.

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Comentario del aministrador de este blog:

Este artículo, escrito por Diego y colgado en su blog, es sumamente hermoso Y, mírese con el color de cristal que se mire, podemos deducir que lo escribe un bellísima persona.

A bote pronto, y ya que hay algo similar en la historia de mi vida, en su apartado para comentarios escribí: "Yo estuve 5 años en un seminario. Pero no sé por qué lo analizas por la tremenda. Solamente un 98 por ciento de quienes cursaron conmigo, ha llegado a "vestir sotana"". Diego me recordó que mi época es posterior a la suya: Su edad es unos 15 años superior a la mía. Y no hace falta demasiadas cavilaciones para caer en la cuenta de que tal periodo de tiempo supone mucho en la comparación de las mentalidades sociales entre los respectivos momentos... y más en los tiempos de postguerra, donde los cambios fueron notables.

Sí, he visto algo sobre este mecenazgo religioso en películas y novelas. Si bien, sospecho que tienen más de argumento novelesco que de realidad. Por mucha comedura de coco que supusiera una formación sacerdotal, siempre queda a salvo una parte de la libertad personal. Son bastantes los seminaristas y curas que se van (se salen), incluso después de su ordenación sacerdotal.

En mi tiempo, no existía tal mecenazgo directo, aunque evidentemente sí lo había en forma de limosnas y donaciones anónimas... nada que obligara. Estas entregas, en anonimato, compensaban el gasto que nuestras familias, de no ser así, no hubieran podido costear. Digamos que allí nadie era hijo de “papá”. Las familias pudientes llevaban a sus chicos a otros sitios a estudiar.

En mi época, los primeros años de seminario no éramos demasiado presionados vocacionalmente. La mayoría estábamos allí para recibir una formación... y luego... ya vería.

Eso sí, había que soportar una rígida disciplina... porque... quien traspasara las normas... ¡a la calle!. Visto desde mi hoy, de adulto, la tal disciplina era necesaria: Sin ella, nadie hubiera podido controlar a los 400 chiquillos que éramos en el centro. Un fenómeno curioso era el que los indisciplinados siempre coincidían con los de peor rendimiento académico por negligencia. Este hecho se explica por sí sólo: No tenían miedo a perder nada, si eran expulsados. Y he puntualizado lo de negligencia, porque, a quienes suspendían, si se veía aplicación y buen comportamiento, les permitían repetir el curso.

Añadía, en mi comentario: "Todo lo vivido marca en la forma de ser... para bien, o para mal... Yo, al menos, creo que ese periodo de seminarista me ha resultado positivo".

El mismo Diego, haciéndose eco de mi comentario, en su blog, responde: "Mis recuerdos son mucho anteriores a tú experiencia, aunque creo que la mayor diferencia estaba en las necesidades de la gente. En cuanto a lo de ser cura, o no serlo, lo importante era adquirir una buena preparación para enfrentarse a la vida".

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