La pagina web de "Ataxia y atáxicos" (información sobre ataxia, sin ánimo de lucro) es: http://www.ataxia-y-ataxicos.es/


jueves, 31 de octubre de 2013

Guardando la memoria de nuestros seres queridos

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de la provincia de Burgos..

Las malas lenguas, entre las que se incluye la mía :-) , dicen que tengo 59 años. ¿Sólo...? A mi primera frase, sumo la de otro, fuera del grupo de los deslenguados, que dijo lo de: “Quien no es revolucionario a los 20 años, no tiene corazón, y quien sigue siéndolo a los 50, no tiene cabeza”. Tal vez sea por ambas cosas por lo que me cae muy poco simpática esa costumbre, importada, que, año tras año, se va imponiendo en nuestra cultura hispana. Me refiero al Halloween.

Y si a lo dicho sobre la edad, añadimos que padezco Ataxia de Friedreich desde la adolescencia, no pienso hacer el gamberro disfrazándome de esqueleto, o de de Frankestein... y burlarme de la muerte.

No me interesa Halloween ni lo más mínimo. Y, por ello reconozco saber muy poco de la cosa ésa. Sé que se dice tratarse de desmitificar la muerte. Supongo que tal idea es un pretexto solamente... Y, detrás de ello, es una fiesta. Y ahí reside todo su enorme tirón, encandilando a la juventud... a quienes ven a la parca de lejos: pues me parece tan difícil hallar un/a sesentón/a disfrazo/a de esqueleto, como imaginarlo/la introducido/a en un grupo revolucionario. Al igual que tampoco imagino a nadie, tras una intensa noche de fiesta con disfraces de la guisa citada, abandonando la cama de mañana, al día siguiente, para ir, aún con las legañas puestas, a depositar flores sobre la tumba de su padre/madre.

En fin, con cierto humor, doy mis opiniones, pero no descalifico a nadie. Por ello, lo celebréis, o no, os deseo feliz fiesta, o noche (no sé lo que es) de Halloween a todos/as.


Yo, anticuado de mí, prefiero quedarme con mi cultura: honrando con mi recuerdo a los muertos... a cuyo mundo pasaré relativamente muy pronto... Finalmente, relataré una historia de mi vida relacionada con esta cuestión:

En este pequeño pueblo no existía la figura del enterrador. Cuando moría alguien, el hoyo para enterrar al difunto lo debían hacer los familiares... si bien, se ofrecían voluntarios los vecinos.

No obstante, el momento más duro, una vez introducido el ataúd en la fosa, y cuando el sacerdote concluía los ritos religiosos, era cerrar el hoyo echando la tierra encima. Ahí la familia no intervenía... quienes cogían las palas para realizar la tarea eran adolescentes y jóvenes (mis compañeros). Yo nunca lo hice. No era que la Ataxia de Friedreich me lo impidiera (que por entonces era aún muy leve). Lo que no me lo permitía era mi falta de valor.

Inserto aquí una de mi “imágenes decorativas” (pequeños cuadros), de las que hablé en el blog hace pocos días. Para mayor información, pinchar en: Láminas decorativas - Pasando el tiempo.


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