Por Carmén Ramos Añón, paciente de Ataxia de Friedreich, de Sevilla.
Carmen Ramos Añón |
He tenido un día agotador: todo el día en la escuela haciendo trabajos en grupo... y para quién no tenga experiencia aclararé que son lo peor del mundo mundial. Desde primera hora de la mañana debatiendo con mis compañeros cuestiones innecesarias de discusión, o haciendo de profesora particular con alguno de ellos... 14 horas delante de la pantalla del ordenador, negra y llena de rayitas de colores. Y la comida nos la hemos saltado a la piola. A todo esto se le suma que ayer tuve clases, hice deporte, y dormí solamente cinco horas.
Así pues, he llegado a mi límite, y esta noche, mientras salgo de la escuela, me siento enferma. Soy más consciente que nunca de lo que puedo y no puedo hacer, de que he perdido facultades. Me duelen las piernas, como si mis músculos se negaran a sujetar mi esqueleto y se estuvieran derritiendo. Hablo mal, veo peor, y tengo frío, aunque la gente se pasea en manga corta.
Podría decir que eso no me gusta... que estoy harta de las dificultades... que quiero ser normal y poder cansarme sin llegar al dolor físico. Y tampoco sería mentira. Pero no voy a decirlo.
Voy a decir que estoy contenta. O mejor dicho, orgullosa. Exacto. No me agrada estar enferma, pero sí me siento orgullosa de ello... ¿Y ¿por qué? Volved a leer el primer párrafo. ¿No es maravilloso? ... Sé que algunos no habrán entendido lo que quiero decir, me explico pues.
Antes, en un párrafo de ese tipo, yo veía un montón de cosas normales y corrientes, asequibles para cualquiera, pero que a mí me superaban; me vencían. Pero ahora no lo entiendo así. Cuando releo ese párrafo veo un montón de cosas normales y corrientes, asequibles para cualquiera y que a mí me cuestan mucho más hacer, pero las hago. Y las hago porque puedo. Llamadlo cabezonería si queréis, me de igual, sigo pudiendo. Y eso me gusta. Me siento contenta. Y me he dado cuenta de que no soy más frágil, ni más débil, ni más inútil que cualquier persona. De hecho, soy más fuerte, más valiente: porque me enfrento a algo que el común de los mortales ni siquiera sabe que existe. Bueno, tengo que corregirme. Yo no soy más fuerte. Nosotros somos más fuertes. Somos como superhéroes.
Sí, superhéroes. Pensadlo bien. La película de los X-Men acaba diciendo que nuestra especie avanza gracias a las mutaciones, pero que cada cierto tiempo la cadena evolutiva daba un salto tan grande que conseguía seres excepcionales. Y la frase se ajusta al detalle, somos excepcionales. Es cierto que no freímos huevos con la mirada, ni creamos tormentas, ni leemos la mente, ni volamos, ni cambiamos de forma, y muchas otras cosas guays. ¿Pero quién ha dicho que las cosas sobrenaturales, que se adjudican a los superhéroes, tienen que ser tan vistosas? ¿O que hace falta un uniforme ajustado y lo más llamativo posible? ¿No sería factible que quién fuera que tuvo la idea de hacer comercio con esto se equivocó de apariencia? Yo estoy convencida de ello... que se lo digan a Charles Xavier. Y a mi modo de ver, eso es problema de otra gente. Quiero decir, que si la gente espera ver en el cielo una capa roja, y tiene una idea equivocada, es problema de los que esperan equivocadamente, ¿o no?.
Los superhéroes de verdad se visten de forma normal, tienen nombres normales, y hacen cosas normales en situaciones anormales. Yo conozco a varios: Dani, María, Marta, Bryan, Belén, Álvaro, Eunice, Jonathan, Henar, Luis, Iván, Miguel... mi hermanito, mi tía... muchos. Y también estoy yo, claro.
De hecho, voy a buscarme un sobrenombre para presentarme en sociedad.
Fuente: El blog de la autora: minukanews
Texto original en: Superhero.
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2- Sección "PowerPoint del día":
Para acceder al archivo PowerPoint, pinchar en: Animalitos peleones.
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Excelente!!! Si somos superheruesssss
ResponderEliminarGracias, Carmen.
ResponderEliminar¡Sigue con tu buen estado de animo!.
Un abrazo.
Miguel-A.