Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich, residente en Barcelona.
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Historia de la reina mora (I parte).
Había una vez un rey que tenía un hijo. Cuando éste llegó a la edad casadera, dijo a sus padres:
- Quiero casarme con la mujer más hermosa del mundo. Así es que voy a recorrer toda la tierra, hasta encontrarla.
El príncipe salió del palacio, y caminó hasta llegar a una fuente, donde se detuvo para beber. Al inclinarse sobre el agua, vio en ella reflejadas tres naranjas. Alzó la vista, y notó que de un frondoso naranjo pendían tres grandes y hermosas naranjas.
“¡Qué sabrosas se ven”, pensó el príncipe. Y, subiendo al árbol, cortó las tres preciosas naranjas. Partió la primera, y, como por encanto, salió del corazón de la naranja una joven muy hermosa, quien, al ver al príncipe, le dijo:
- ¡Dame pan!.
- No puedo -contesto él-, porque no lo tengo.
- ¡Entonces, a mi naranja me vuelvo! -dijo la joven... y, desapareciendo, la naranja quedó intacta.
El príncipe partió, luego, otra naranja. De la fruta salió otra joven mucho más hermosa que la anterior.
- ¡Dame pan! -pidió al príncipe.
- No puedo, porque no lo tengo -le contestó.
- ¡Entonces, a mi naranja me vuelvo! -exclamó ella. Y la naranja se cerró, quedando como antes.
El príncipe se quedó pensativo... Y decidió ir a buscar pan, por si de la última naranja salía otra joven, aún más hermosa, pidiendo lo mismo.
Iba a buscar pan, cuando acertó pasar por allí un gitano en su carro.
- Amigo -le gritó el príncipe-, te doy una moneda de oro si me das un pedazo de pan.
Presuroso, para obtener su recompensa, el gitano descendió del carro, y, corriendo, llevó el pan al príncipe.
El príncipe, ya contento y satisfecho, partió la tercer naranja. Y tal como lo había pensado, del corazón de la fruta saltó una joven muchísimo más hermosa que las dos anteriores.
- ¡Dame pan! -le dijo ésta.
El príncipe, gustoso, le dio pan a la joven.
- Ahora, te pertenezco –dijo ella, tras haber comido un poco de pan-. Puedes hacer de mí lo que quieras.
- ¡Contigo me caso! –respondió el príncipe.
Como la joven no tenía vestido, el príncipe quería vestirla para poder llevársela vestida a su palacio. Echó un vistazo a la ropa del gitano que aun permanecía allí, mirando, pero sintió que aquellas prendas estaban muy sucias. Ante ello, el príncipe entonces le dijo a la joven:
- Quédate aquí mismo, con este gitano, mientras yo voy al cercano poblado a comprarte ropa.
Mañana continuará.
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Sección "PowerPoint del día":
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El gordo de la lotería.
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¡Estupendo, Bartolomé! En circuntancias especiales, como las nuestras de pacientes de ataxia, es esencial saber volver a la infancia cuando sea necesario... por desgracia, muchas veces :-(
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.