Por Juan Conesa Arias, paciente de Atrofia multisistémica, de León.
Notas del administrador del blog:
Con su permiso, por supuesto, en este blog, por capítulos, vamos a editar la novela 'Los casos del teniente Llamazares', autoría de Juan Conesa Arias, paciente de Atrofia multisistémica, de León... La citada enfermedad, que causa ataxia, es una nominación relativamente moderna de una parte de las antiguas OPCA's (atrofias olivo-ponto-cerebelosas), grupo en el cual, antes de las diferenciaciones genéticas, también se incluían las, ahora, SCA's (ataxias espinocerebelosas).
El ritmo al que serán editados los capítulos en este blog, no está fijado, ni podría predeterminarse... pues la obra novelesca está aún en incipiente fase de escritura, e iremos editando a medida que los textos estén disponibles. Concluiremos cada capítulo con un "(continuará)", pero sin fecha fija. Eso sí, se hará constar cada día los enlaces a capítulos anteriores... para que nadie pudiera perderse el hilo de la novela..
Anteriores
1- Los casos del teniente Llamazares - Dúplex de Reyes - Capítulo 1 - I
2- Segundo: Los casos del teniente Llamazares - Dúplex de Reyes - Capítulo 1 - II
3- Tercero: Los casos del teniente Llamazares - Dúplex de Reyes - Capítulo 1 - III
LOS CASOS DEL TENIENTE LLAMAZARES - Dúplex de Reyes - Capítulo 1 - IV
Juan Conesa Arias |
Al parar en un semáforo cogió el CD que llevaba en la guantera y lo puso en el reproductor del coche. “Un poco de buen rock me terminará de despejar y me ayudará a pensar”. Y, según comenzaron a sonar las primeras notas del Highway Star y puso el cigarrillo de plástico en su boca, el semáforo se abrió. Metió la marcha, y siguió avanzando por la Avenida de Papalaguinda.
Le gustaba conducir a esas horas por la ciudad, que se despertaba para comenzar una nueva jornada. Como todas las ciudades, León se había convertido en un frenético ir y venir de coches todo el día. Pero cuando llegaba la madrugada, el rey de la selva se echaba perezosamente a dormir, y entonces se podía pasear en coche por sus liliputienses avenidas. Estaba claro que León no era una ciudad para coches, y que cuando mejor estaba, era cuando había pocos.
El trayecto duró poco y, cuando llegó al área deportiva, paró el coche en medio del aparcamiento. Estaba seguro que no molestaría a nadie, porque la zona quedaba un poco alejada de cualquier tipo de vivienda, así que subió el volumen del aparato de música del coche. Ian Gillan comenzaba a gritar lastimeramente en Child in Time, y ésa era una de las partes que más le gustaban del disco. O, mejor dicho, el Disco, así, con mayúsculas. Porque no conocía ningún otro que ni siquiera se acercase al Made in Japan de Deep Purple. Era su disco, el que había marcado toda su vida, desde que lo escuchó por primera vez, allá cuando tenía catorce años y aún no sabía ni cómo se pronunciaba el título.
“Algo que me llama la atención”, pensaba, “es que Blanco no me ha dicho nada de los guardaespaldas del presidente, y seguro que habían ido con él”. Era sabido en toda la ciudad que Ramiro Fernández, presidente de la Diputación Provincial de León, tenía un par de gorilas como guardaespaldas y que, incluso, en algún momento había hecho que dieran un toque de atención a más de uno. “¿Dónde estaban, pues? ¿No vieron nada? ¡Mira que me extraña!…” Ya tenía una cosa que hacer después de desayunar con su hijo. Le pillaba de camino a la comisaría. Hablaría con ellos. A ver qué le decían…
Luego estaba el asunto de la carta. “No me gusta. Pero que no me gusta ni un poquito. El que haya hecho eso está como una cabra, y tiene preparados más. ¡Seguro! Si no, ¿por qué se iba a dedicar a dejar constancia de algo por medio de un naipe?” Lo que sí quedaba claro es que el naipe se refería a Fernández. La figura era el rey, que se podría equiparar a alguien que ocupara el mayor escalafón en algún sitio. Y Fernández ocupaba el mayor escalafón político en León, siendo el Presidente de la Diputación y el Presidente Provincial de su partido. “Pero, ¿por qué el de bastos? ¿Qué quiere decir?” Fernández provenía de una familia dedicada a la ganadería allá en Babia y, que se supiera, no tenía nada que ver con la madera… Habría que averiguar si se traía algo turbio entre manos, o, al menos, deducir lo que en estos momentos se traía entre manos. Fernández se caracterizaba por estar en la sombra en muchos asuntos turbios de la provincia, sobre todo en León capital. Haría que Pepe se encargara de ello...
Otra cosa que había de hacer era ir a ver a Jesús Fidalgo, médico del Anatómico Forense. Eran amigos desde el colegio y seguro que le daría información de primera mano sobre el cadáver. Pero eso no lo podría hacer hasta la tarde, porque entre que llevaban el cuerpo al Instituto y se hacía la inspección ocular, Jesús no tendría nada hasta entonces. Y Jesús era muy concienzudo con su trabajo, por lo que convenía dejarle en paz para que lo pudiera hacer como a él y a Jesús les gustaba.
Por último, sí tenía claro que fuera por lo que fuese, alguien muy arriba quería que el asunto se ventilase lo más rápido posible y que no hiciera más ruido del imprescindible. Se lo había dejado meridianamente claro Blanco hacía un rato… Se trataba del partido actualmente en el poder. Un partido que tenía muchos de sus altos cargos bajo sospecha de corrupción, llegando alguno a estar imputado en alguna causa. Un partido que no iba a dejar que nadie hurgara más en su mierda, aunque fuera un policía de una pequeña ciudad intentando resolver un asesinato. “Pues lo llevan claro, porque han topado con Llamazares. Y Llamazares no descansa hasta solucionar sus casos… ”.
Bien pensado, le había caído un pedazo de mierda encima. Justo en ese momento, la última nota de Space truckin’ sonó. Miró el reloj del salpicadero. Las ocho menos diez. Tenía el tiempo justo para ir a desayunar con Fer. Encendió el motor, dio una vuelta al aparcamiento para salir, y condujo de vuelta a León.
(Continuará).
Fuente: Blog del autor: http://tenientellamazares.blogspot.com.es/
******************
Gracias, Juan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A