Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.
Nota del administrador del blog:
En este momento, estoy un poco saturado de textos susceptibles de convertirse en artículos del blog. O sea, hay más longanizas que días. Pero eso son cosas del azar. Pasará la racha, y otra vez habrá que rebuscar algún hueso para dar sabor a los garbanzos del puchero... Advierto esto para que nadie se impaciente esperando ver su artículo editado en el blog. Todo se "andará", o "rodará" :-)
En realidad, en principio, esta pequeña serie de textos que, mediante enlace, iba a ocupar un solo día, ahora ocupará cinco... a ser posible, en días consecutivos... Como razón, aduciré que el humor irónico y satírico de Vicente bien vale la pena ser reproducido en lugar de enlazado. No obstante, como tenía previsto, también lo he colgado para quien desee hallarlo sin particiones, ni "continuará mañana"
Para acceder al relato en su integridad ... en archivo ".doc", de Word, tal y como lo dejó Vicente antes de morir, pinchar en: Relato 'Pendientes de Pensión II'.
I Pepejuán y la agencia de inteligencia de Norteamérica. (Pendientes de pensión II)
Vicente Sáez Vallés |
Pepejuán enfiló su silla de ruedas eléctrica hacia el bar, grande, espacioso, que desprendió un hedor a la juerga de la noche anterior. En la barra le esperaba el barman Jeremías.
- ¡Hola, amigo!.
El barman musitó un sonido de desaprobación y un respingo de rechazo.
- ¿Se puede saber qué te pasa?.
- Nada, nada.
- Hoy, no me tomaría el café sólo, parece que me está llamando un chorrito de ese Chivas que tú guardas como oro en paño.
- Mira Pepejuán, un cortado es mejor…
- ¿Por qué es mejor un cortado?.
- Por qué es más barato. Ayer el jefe, el dueño nuevo, el comisario de policía, me echó la bronca, porque no has pagado la cuenta en los últimos dos meses, y me dijo que no te diera crédito…
- Pero, pero... ¡Eso es un insulto! Ya sabes Jeremías que siempre pago, puntual, cada 3 meses.
- Sí, pero ahora las cosas han cambiado, este jefe nuevo no quiere que…
- Gente en silla de ruedas se pase por aquí y que se cargue el negocio, porque “solemos estorbar”.
- Gracias por decirlo. Me resultaba difícil, pero es así, tal y como suena.
- ¡Pues ahora vendremos Lola y yo todos los días a desayunar!.
- ¿La mujer del “Caco”?.
- Sí... que también va en silla de ruedas.
- Mira, Pepe, ten "cuidao", que es el comisario… ¡No me seas paranoico!.
- ¿Quieres que me vaya?.
Jeremías otorgó con un silencio, “escurriendo el bulto”.
- ¿Es que no me has defendido?.
- Ya ves…
- ¡Joder! ¡Vaya amigos...!
- Es lo habitual. Por lo menos mi jefe es sincero… Para ver el fútbol de la parabólica hay que dejar espacio para los que consumen…
- Pero eso no quita que sea bastante desagradable... y un poco facha... y una putada propia de un gilipollas… Tranquilo, que si el negocio se va a la mierda, no será por mi culpa.
- Bueno, si lo analizas es lo normal.
- ¡Coño! Es que encima es “normal” –Pepejuán enfatizó “normal” haciendo comillas con los dedos.
- Pepejuán, por favor, no me lo pongas más difícil…
- ¡Pero bueno! ¡Esto no puede ser cierto! ¡Pero si no hay nadie en el bar…!
- Por lo visto, el jefe tiene mucho poder... por favor, el bar tiene derecho de admisión... por favor, no hagas ningún escándalo... Si quieres, quédate diez minutos, y te invitó a un café... es lo máximo que puedo hacer.
Entonces Pepejuán, visiblemente enfadado, quiso gritar y expresar su ira arrojando al suelo un vaso, pero no se rompió. Rojo de ira, quiso cargarse la luna de espejos, y levantó una silla del bar y la arrojó con fuerza contra ella. Pero la silla se rompió al rebotar en el vidrio. Pepejuán se quedó absorto mirando la silla. Entonces, le cayó encima un bote de ketchup, poniéndolo perdido.
Pepejuán quiso llorar de rabia, pero no soportaría que Faustino pudiera verle así, e intentó calmarse. Sin embargó Jeremías, se puso a temblar, cogió el teléfono, y exclamó en un grito ahogado:
- Ahora, voy a llamar a la policía, "t'as pasao"…
Un individuo corpulento, de traje negro y gafas de sol oscuras, había entrado en silencio y con sigilo. Detrás de él, iba su compañero, también de traje negro, también de gafas de sol oscuras, y también corpulento. El de menos pelo, le dijo muy seriamente al oído:
- Ya estamos aquí. Somos “la policía”. No tiene que llamar nadie. –El individuo tenía acento chicano o americano del sur de Estados Unidos, como el presidente Aznar.
- ¡Nadie me impedirá llamar el comisario para que resuelva este asunto personalmente de una vez por todas!.
- Verá –dijo el otro agente con acento de Valladolid- somos agentes especiales antiterroristas y queremos continuar en paz con una investigación secreta. Sólo queremos que nuestros pueblos aliados puedan seguir gozando el nivel de vida que tienen.... si usted, o cualquier otro, obstaculiza nuestro camino será tratado como un simple obstáculo. Y ni el comisario, ni el mismísimo San Jeremías, podrán reconocerle después de eliminar el obstáculo -el individuo movía su boca y exhaló un gesto clínico y despiadado.
El más americano de los dos, se reía y le preguntó con un exceso de tranquilidad impropia para tal momento:
- ¿Quiere saber lo que hacemos con los obstáculos?.
El barman se escondió en un rincón de la barra con expresión de auténtico pánico, negando con la cabeza. Entonces el de Valladolid giró la mirada hacia Pepejuán qué carraspeaba nervioso.
- En el colegio enseñaban qué hablar a los minusválidos a la misma altura, es más eficiente para comunicarse, y mucho más respetuoso.
- No sé de qué planeta es usted para que le enseñen esas cosas tan maravillosas…
- Soy americano… -el del acento chicano lo dijo con orgullo, de pie, puño en pecho, como en el podio olímpico escuchando el himno.
- He dicho “planeta”. Estados Unidos no es un planeta… -dijo Pepejúan.
- ¡…Todavía! –terminó la frase el de padres españoles con un perfecto español, sólo confundiendo los géneros y hablando un poco atolondrado.
Todos rieron, Pepejuán hacía el gesto con las muñecas.
- ¿Le parece que nos sentemos en aquella mesa? -dijo el sureño.
- ¡Cómo no!.
- Vayamos…
Los tres, ceremoniosamente, abordaron la mesa y el chicano extrajo, del maletín que portaba, una foto en blanco y negro del tamaño de un folio. Le enseñó la foto a Pepejuán, y le preguntó:
- ¿Conoce usted a este individuo?.
Pepejuán sonrió, pero no dijo nada, al ver claramente la foto de Faustino. También reconoció el maletín de Faustino, y miró secretamente las ropas de esos dos “agentes de la CIA”, míseramente logrados, pero que dieron el pego. Empezó a teorizar en sus pensamientos que bifurcaban otra dirección distinta a la verdad: habían engañado a Faustinito y, tal vez estuviera en peligro.
- No, no lo he visto en mi vida.
Los dos agentes se miraron con complicidad. El uno movió el cuello, y el otro extrajo otra foto del maletín.
- ¿Y ahora? –en la foto se podía ver bailando a Pepejuán y a Faustino.
- ¿Cómo puede ser? ¿He dicho no?.
“Vamos, Pepejuán piensa algo, deprisa…”.
(Continuará)
Nota segunda del administrador del blog:
Vicente falleció en el año 2006. Para acceder a una breve semblanza del autor del texto (escrita por su hermana, Cristina, también, como él, paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.
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