Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de la provincia de Burgos..
"Yo, pasada la recolección, me dejé deslumbrar por la oferta de unos cursos de capacitación agraria que daban acceso a la Universidad. Pensé que no tenía condiciones físicas apropiadas para la actividad laboral en el campo y debía buscar otros caminos para mi futuro. La inversión económica en la cosechadora, la casa, el cambio de tractor, y la adquisición de algunas fincas, no eran obstáculo: Para el resto del año se apañaba bien mi familia, y en las recolecciones, donde yo sí era necesario, me tendrían todo los veranos durante las vacaciones junto a ellos.
Y me largué a Palencia tras el verano de 1975. Tuve una enorme decepción, porque aquello allí hallado, nada tenía que ver con lo que yo había pensado. Sí, existía una posibilidad de salto a la Universidad, pero el nivel educativo era cero, y resulta un auténtico disparate ir a la Universidad sin unos conocimientos previos. Y lo peor del caso es que existía un comportamiento caótico y a veces inhumano. Debido a mi acostumbramiento a la rígida disciplina de un Seminario, a veces me daba nauseas. Y aún me queda el mal sabor de boca de haberlo dado de paso todo sin saber defender unos ideales, aunque me temo que no hubiera servido para ello, pues habría tenido que comprarme una navaja para amedrentar a gente tan cerril.
Y no me refiero a tonterías sexuales o a pequeñeces propias de juventud, sino a hacer daño por placer. El problema era que mandaban tres o cuatro llamados veteranos, expulsados de otros colegios, quienes ni siquiera sabían que existiese una muela llamada del juicio, ni cosa parecida".
Los párrafos anteriores forman parte de mi autobiografía. Y, salvo añadir que sólo aguanté en aquel Centro hasta las vacaciones navideñas (poco más de dos meses), lo utilizaré como preámbulo para situar una de mis historias atáxicas o preatáxicas, pues aún no estaba diagnosticado con Ataxia de Friedreich.
Y, si ni yo, ni los médicos sabían lo que me ocurría, no podía pedir a los demás que lo supieran. Algunos se burlaban de mi debilidad física, mi torpeza, y mi forma de moverme. Si bien, con buena parte de los novatos no tenía problemas. Eran chavales de 15 o 16 anos, recién salidos de su población rural, tímidos, y con un enorme grado de humildad por todo bagaje. Y si bien, no es posible comprender cosas incomprensibles... y menos en edades adolescentes, las aceptaban con respeto... miradas fijas sí, pero nada de burlas...
Era una soleada mañana de domingo del mes de octubre. Los domingos allí eran días libres. Algunos se iban a casa, pero para otros eso era imposible por descoordinación en las comunicaciones. No se pasaba lista, por supuesto. Solamente había dos reglas: sólo el que llegaba a la hora de comer, comía... y sólo quien llegara antes de la cena, podía entrar a dormir.
Aquella mañana dominical habían organizado un partido de futbol con chavales de un barrio cercano. Ignoro quién, porque aquel Centro era el colmo de la desorganización... Y allí se presentaron 9 chavales, de 12 a 14 años ... y comenzó un partido de fútbol... como de patio de colegio: todos corriendo tras del balón, sin respetar posiciones en el campo, y sin camiseta que diferenciara a ambos equipos.
- ¿Te aburres? -me peguntó un compañero llamado Jose Luis- ¿Subimos juntos a aquel cerro?.
- Vale. Vamos.
Había una vega de regadío, surtida por una acequia... y más allá todo eran fincas de secano, rastrojos de cereal, resecos en esa época de año.
A Jose Luis le apodaban “Correcaminos”... Yo no soy amigo de apodos, pero enseguida malpensé que el mote le venía pintiparado: Caminaba deprisa y a largas zancadas... y yo tenía que ir sudando y al trote para poder seguir a su lado. Pero él ni siquiera se daba cuenta de ello.
Hallamos un camino rural, y cruzamos la acequia por el puente... y luego, seguimos, campo a través, hasta a cima del cerro.
Prueba conseguida. ¡Muy bonito el paisaje desde lo alto! ... Pero es que desde allí, a Jose Luis se le antojó ir a otro cerro cercano.
- Bueno... venga... -contesté de mala gana.
Y subimos... Pero, hete aquí que se le atojó subir a otro cerro.
- Mira, es imposible ya -le respondí-. Yo tengo idea de ir a comer. Y nos queda el tiempo muy justo para llegar a tiempo. Si tú te quieres estar todo el día de cerro en cerro, allá tú.
- Vale... volvemos.
Y volvimos, campo a través, pero topamos con la acequia... Él la salto. Yo le dije no poder saltarla... que yo no saltaba tanto... Él la saltó 5 veces para demostrarme lo fácil que era... y, luego creyendo que yo no la saltaba porque no me daba la gana, se largó, dejándome solo.
Caminé hacia el sur, en busca del puente por donde habíamos cruzado la acequia al ir... Cuando llegué al Centro, ya salían del comedor... Solamente pude coger una manzana antes de que la empleada de la cocina cerrara la puerta.
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2- Sección 'PowerPoint del día':
El sonido de acompañamiento es una canción con humor de 'Nino Bravo' (1944-1973) ... 'América'
Para visionar y/o guardar el archivo PowerPoint, pinchar en: 'Eva y Adán'.
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