Por Miguel-A. Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich.
Nota:
Aunque en mi página web figura una sección llamada "autobiografía", nunca fue escrita como tal... sino que fue una compilación de artículos escritos con anterioridad.
A dicha compilación, o llámese autobiografía, he añadido, con posterioridad, escritos a medida que me han ido surgiendo, o he tenido un huequecito de tiempo libre para añadir temas relativos a mi compleja existencia.
En este blog, ahora, voy a editar una serie de cinco capítulos, bajo el tema 'Mi voz', que han sido los últimos en ser incorporados a mi llamada autobiografía.
Para ir a la serie completa (los 5 capítulos), pinchar en http://www.miguel-a.es/BIO/MIVOZ-PP.htm
... El año anterior, mi vecino, y mejor amigo, había sido llamado filas al servicio militar obligatorio... a Tenerife. Ese hecho puede parecer insignificante, pero, indirectamente, tuvo gran repercusión en mi vida social: En mi tiempo libre y días festivos, desde que se fue, me encerré en casa. Son las verdades o mentiras que, en estas situaciones degenerativas, se dice uno cuando está falto de confianza en los demás y en sí mismo: “¿Para que coño voy a salir si ellos están mejor sin mí, y yo sin ellos?. ¡No quiero ser una carga para nadie!”.
Y, por supuesto, la partida de mi amigo también influyo a la hora de embarcarme en las antes citadas oposiciones: rellenar un vacío en mi tiempo. Si bien, ése es un tema complejo de explicar, y más aún de entender, a no ser que el lector se sepa ponerse en el punto de vista de alguien que, erróneamente, piensa que se le va vida.
El auténtico objetivo de la presentación a estas oposiciones era demostrarme a mí mismo mi valía, en momentos de desmoronamiento total de ánimo. Citar cualquier otro fin, sería un sinsentido. Aprobar era muy difícil, puesto que las plazas eran menos de un 1 por ciento de los aspirantes... pero ni siquiera aprobando, yo tenía la más mínima opción de tomar posesión del cargo: Nunca hubiera superado el certificado médico exigido antes de acceder al empleo: puesto que no me había presentado por el turno de discapacitados (si tal opción hubiera existido en aquel tiempo). Aun así, en mis condiciones, no hubiera tenido ganas de salir de mi familia, y enfrentarme a lo desconocido. Mi trabajo era malo, pero lo tenía, y hasta me gustaba.
Sobre el examen de las oposiciones: (copy-paste de otro capítulo de mi autobiografía):
”El examen de las oposiciones me salió fatal. De nada sirvió mi inteligencia y mi buena preparación. Todos mis planes quedaron por los suelos. La primera prueba era un dictado donde contaba ortografía y caligrafía. Yo era bueno en ortografía, pero malo en caligrafía si me hacían correr, pero suficientemente bueno (había sido muy bueno) si lo hacía muy despacio. Por tanto, según mis planes, tomaría apuntes y, luego, aunque tuviese que desquitar tiempo a otras cuestiones, como las matemáticas, lo pasaría a limpio.
Mis ideas quedaron sistemáticamente destrozadas: no se admitía lápices ni gomas, sólo plumas o bolígrafos, y el papel era único, no podía utilizarse ningún otro como borrador... en el margen debían constar hasta las operaciones aritméticas realizadas. Aquella medida era como si premeditadamente hubiesen adoptado tácticas contra mis posibles estrategias.
No quise correr en el dictado, en beneficio de poder hacer una mejor caligrafía. Mi nueva táctica consistía en escribir algunas palabras dejando huecos para adivinar las otras una vez acabado el dictado... pero con el nerviosismo del momento, no acerté a recomponer el texto. Se me olvidaron la mitad de los datos.
Además, yo nunca tuve dificultades con las matemáticas, incluidos los sistemas de ecuaciones y las ecuaciones de segundo grado, pero no fui capaz de coger el problema que se dictó de palabra. Por la cara de los otros examinandos, creo que fue una incomprensión general. Las incesantes preguntas individuales sobre el enunciado del problema, fueron inútiles, y acalladas de forma tajante: " - Aquí no se repite nada, ni se dan explicaciones".
Esa duda sobre la incomprensión general respecto al enunciado de la prueba matemática, me quedó asegurado en los comentarios de la salida de los juzgados de la plaza de Castilla, en Madrid, lugar del examen. Nadie había entendido nada, y para todos faltaba algún dato en aquel problema. O sea, que ése no fue despiste mío...
En geografía y en historia creo que respondí bien, como también lo hice en los temas judiciales. Con tres temas fallados de seis, creí absurdo esperar a puntuaciones para saber si tenía derecho a una segunda convocatoria, y me vine inmediatamente a Burgos a continuar ingresado en el hospital.
Jamás me interesé por saber de mi puntuación. Di el caso por cerrado y, como en el lema del deporte, me dije que lo importante era haber participado :-) .”
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Durante su estancia en Tenerife, me había carteado con mi amigo en varias ocasiones. Un día en su carta me dijo que lo iban a licenciar ya, y se ofrecíó a comprame un radio-cassette, siempre que le girara (en la mili en asuntos de dinero todos los reclutas estaban a dos velas) el importe de la compra. Aducía lo supersabido: que allí, en las islas Canarias, estas cosas eran muy baratas por no pagar aranceles de importación... o quizás por ser de contrabando... eso yo no lo sé.
Un radio-cassette no me hacia ninguna ilusión, pero, como esa clase de pequeños gastos carecía de importancia para mi bolsillo, pensé que era un aparato útil para casa... al menos, mis hermanas lo disfrutarían... Le contesté que mirara un aparato bueno, no uno corriente... me dijera el precio... y yo se lo enviaría por giro postal.
Acordamos en 14.000 y pico pesetas (era 1981)... Se las envié... Y compró el aparato. Poco después me dijo, por carta, que su familia le había pedido más cosas de las previstas en inicio, y en la aduana no le iban a dejar pasar tanto. Y añadió que, por ello, me lo iba enviar por correo... ¡¡Ni él, ni yo, sabíamos el lío donde nos íbamos a meter...!!.
(Continuará).
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