Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich, residente en Barcelona.
NOTA: Para ir al libro, de acceso gratuito, "Mi pequeño diario", escrito por Bartolomé Poza Expósito, paciente de Ataxia de Friedreich, hacer click en: http://www.miguel-a.es/BPMILI/
Nota: Insertar un poema religioso en el blog de un grupo tan diverso, como éste, pudiera generar cierta polémica. A unos les ayuda la creencia, y a otros les rechifla la temática. Es comprensible: la fe no es razonamiento, sino confianza en un ser supremo. Lo cual no es fácil asumir desde una larga y dura enfermedad... salvo que se ponga el factor confianza por encima de todo.
El presente poema jamás pretende llevar a nadie a ninguna parte en cuestiones de creencias, o increencias. Entra de lleno en los objetivos de este blog: la expresión de TODOS los pacientes de ataxia que deseen participar... o bien expresando sus expriencias y sentimientos ante la ataxia... o bien con textos literarios de autoría personal. En cualquier caso, asumo la total responsabidad de la edición del poema en el blog.
Para un mejor entendimiento del poema, aclararé que el autor, Bartolomé, es paciente de Ataxia de Friedreich... de 70 años. Es natural de Jódar, en la provincia de Jaén, y emigrado a Barcelona en su juventud. Ahora que la progresión de la ataxia le oprime hasta casi (o sin casi) no poder salir de casa, en su soledad, está rememorando la romería del Cristo de su pueblo natal.
Saetas en silencio
Querido Cristo de la Misericordia,
soy un cometa errante,
buscando alivios,
que no hallo en la vida real.
Sí los hallo en mis recuerdos,
cuando hablo contigo.
Otro año más ha pasado,
con más aflicción que gloria,
y a verte no he ido;
no por falta de deseos...
Tú sabes porqué ha sido.
Aquél, que tantas veces,
con cariño, se aupaba
para verte en tu ermita-camarín,
y rezar tu bella oración:
“El Padre Nuestro”,
–que escuchabas en silencio–,
adorandote, está contigo
–igual que todos mis paisanos,
hijos de tu pueblo,
que siguen vivos,
o a mejor vida hayan pasado–.
Venerando tu imagen
en tu regia residencia,
la Iglesia de Santo Cristo,
donde te hallas.
Con santa paciencia,
esperas a que el tres de mayo
saquen en procesión
tu dolorosa imagen,
en el madero clavada.
Toda una vida de recuerdos.
Tu costado sangra;
sangre de verdadera vida
brota misericordiosa,
de tan profunda herida.
Amando a tus hijos,
manantial dadivoso,
curando dolencias de pueblo,
que te idolatra, generoso.
Vienen a la memoria recuerdos,
sitos en el corazón,
desde que “gateaba”
siendo tan sólo un niño.
No sé si la memoria hace daño,
o la historia es nuestra memoria.
Nadie merecía,
viendo tu rostro,
la corrección de haber nacido
en el balcón de Tu gloria.
Bendita memoria;
sin ella, inmenso vacío,
la existencia sería el olvido ,
un paréntesis, sin conexión,
en el mundo que respiro.
¡Cristo de La Misericordia!
cuántos recuerdos agradables
llevo en el alma
desde que salí de Jódar,
-nuestro querido pueblo-.
¡Cuántas rogativas,
y diálogos contigo,
he consumado en mis noches
de ventisca para alma y cuerpo!
Sé que estás ahí,
a los pies de mi lecho.
No te veo, pero siento tu presencia.
Imagino tu dulce imagen,
entre nieblas de un sueño doloroso,
antesala de Tu gloria.
No me abandones...
cuando más te necesito.
Dame energías para llevar
la cruz de una infame dolencia.
Tú vives en mí...
en Ti quiero morir.
A Ti quiero unirme,
cuando lo creas oportuno,
en dulce ligadura sostén
-en el epílogo de la vida-
que nació para quererte.
Una noche deliré,
y vi en sueños
cómo, entre olivos, caminabas
bajo una luna plateada.
Soñé que veía en los cielos
mi vida representada
en una serie de escenas
que, en silencio, contemplaba.
Dos pares de firmes huellas,
en los surcos, iban quedando
mientras Tú caminabas
como un amigo, a mi lado.
Miraba atento esas huellas,
reflejadas en el cielo,
pero algo extraño observé,
y sentí gran desconsuelo.
Observé que algunas veces,
al repara en las huellas,
en vez de ver los dos pares,
veía sólo un par de ellas.
Y pude observar, también,
que aquél solo par de huellas
se advertía mayormente
en mis noches sin estrellas.
En las horas de mi vida,
llenas de angustia y tristeza,
cuando el alma necesita
más consuelo y fortaleza.
“- Te pido, Cristo Divino,
fuerzas para seguir adorando
tu excelsa imagen
sedante de mis horas de aflicción.
Tú, que velas mi sueño,
haz que sea dulce ensueño,
y no una realidad de dolencia”.
Y me contestaste con nobleza:
“- Noto, con tristeza,
que, en medio de tu perlesía,
cuando más siento tu sufrir,
veo sólo un hijo mío
en las auroras por mí sufriendo.
No te aflijas,
estarás en cielo conmigo".
Te pregunté:
“- ¿Dónde están las otras huellas,
que indican Tu compañía
cuando la tormenta azota
sin piedad la vida mía?”.
Y tus labios contestaron,
con ternura y compresión:
“- Escucha bien, Bartolomé,
comprendo tu confusión.
Siempre te amé y amaré,
y en tus horas de dolor
siempre a tu lado estaré
para mostrarte Mi Amor.
Mas si ves sólo dos huellas
en el cielo al caminar,
y no ves las otras dos
que crees deben faltar,
es que en tus horas afligidas,
cuando flaquean tus pasos,
no hay huellas de tus pisadas,
porque te llevo en Mis brazos”.
“- Señor, más que nunca,
Necesito Tu fortaleza...
Sigue posando tus manos
en mi dolorido cuerpo,
Dame de esa bendita energía,
recibida de Tu madre,
María Santísima.
Perdóname, con misericordia,
las ofensas de mis pensamientos,
a veces impuros, o deshonestos.
Haz que siga llevando mi cruz
lo más dignamente posible,
hasta que, extenuado,
pierda la noción de la existencia.
Tú sabes cómo, día tras día,
mi quebranto se acrecienta,
y complican las dolencias”.
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Pedazos de amistad.
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Gracias, Bartolomé. Trabajamos más que dos "mulos viejos" trillando. Sí... pero la paga ni sube ni baja :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguel-A.