Blog "Ataxia y atáxicos".
Por María Pino Brumberg, paciente de Ataxia de Friedreich, de Tenerife.
Nota: En esta serie de artículos, María Pino narra su reciente (agosto de este mismo año) viaje a Ámsterdam (Holanda).
Un viaje diferente (I parte).
Estamos disfrutando de nuestros fondos marinos en el hotel.
Como todos saben, Ámsterdam es la ciudad más plana de toda Europa. Sin embargo, ir en silla de ruedas es bastante jodido, pues muchas de estas calles están enlosadas con nuestros “amigos” los adoquines. No obstante, el centro de la ciudad está bien pensado para los que vamos rodando, pues muchos de sus ciudadanos se desplazan en bicicleta. Aún así, existen numerosas aceras que no tienen desniveles, las tiendas son en su mayoría muy estrechas, y algunas con escaleras.
La gran mayoría de apartamentos, y casas, tienen muchísimas escaleras, muy estrechas y empinadísimas... nunca había visto a mis enemigas de toda la vida tan desafiantes. Daba susto. El primer día nos tuvimos que quedar en uno de esos apartamentos tan imposibles para ir en silla de ruedas. Era en el segundo piso... sin ascensor, claro. Y subimos. Todo es posible. El segundo día, ya mis amigos buscaron otro, sin escaleras. Estaba justo haciendo esquina en esa calle. Entramos por el garaje, y dentro tenían ascensor. ¡Qué invento tan útil ése! Y las habitaciones y el baño, aunque no estaban adaptados, eran muy amplios para poder ir en silla de ruedas.
Es duro, pero se puede. Si quieres, puedes.
No encontramos casi ningún baño adaptado, ni siquiera en los restaurantes Mc Donald´s –conocidos por ser conscientes de este gran problema-. Los únicos sitios donde se pueden encontrar es en los aeropuertos y en alguna estación de tren. Una vez entré en uno de una estación –pagando, claro, en TODOS los servicios es obligatorio pagar-, y fueron tres arcadas las que me dieron por el olor fétido. Salimos automáticamente, muy enfadados, soltando sapos y culebras por la boca.
Se me ocurrió probar a entrar al baño en un centro comercial grande, pues estaba segura de que allí había baños adaptados. Y así fue... parecía que ibas al metro: sólo si pagabas -50 céntimos- se levantan las barras para entrar individualmente. ¡Llegamos!, pero qué mala sorpresa al ver que en la puerta del baño adaptado nos etiquetaban como inválidos.
Enfrentándome a desprestigio como ser humano, me entró una alegría inmensa... indescriptible... qué bueno es saber también valorar las cosas en su momento.
Al salir, me dio un ataque de risa entre mis vuelos, los comentarios de Dani, y el laberinto de pasillos del Centro impecable... la gente me miraba asustada, y se reían... espero que conmigo, y no de mí. Bueno, ¡qué más da...!.
(Continuará).
Nota Este artículo ha sido copiado de "elblogoferoz": Un viaje diferente (I parte) También se trata de un blog, por lo que es posible realizar allí comentarios
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¡Hola María!.
ResponderEliminarPadeciendo Ataxia de Friedreich, como tú, soy de los que nunca ha salido de su tierra.
Cuando he podido viajar, no podia por obligaciones laborales: Teníamos vacas lecheras, y había que atenderlas a diario. Cuando ya no he tenido obligaciones, no tenía ni salud... ni ganas.
Pero, precisamente, por no haber viajado, valoro más tu valentía.
Un abrazo.
Miguel-A.
eyyyyyyyyyyyyyyyyyy miguel, jajaja, gracias defensor.
ResponderEliminarbesitos, muchossssssssssss chaito
maría p.b