Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.
Nota del administrador del blog:
Este relato de Vicente se editará en dos capítulos, en días consecutivos, si en el intermedio no hubiera noticias relevantes de ataxia cuya emisión no admita dilación.
II
Vicente Sáez Vallés |
Me cuesta concentrarme en ir o venir: es una bruja, porque esparce miedo, y está difuminada. Carece de los contornos que dibuja mi pasado. Tengo que soportar no ir hacia ella, pues me engaña su amor: es falso, y sé que va a la caza. Ella disemina frío, su aliento frío le delata… y, cuando me encojo o me estremezco en mi jersey, sonríe. Puedo imaginarla entre los difuminados, frágil como ese canto lejano.
Cuando el sudor empapa mi piel y mi contorno, ahora lleno de brillo, se levanta con gracia, y viene hacia mí: sus pasos son graciosos, cortos. Su sonrisa, en esos ojos de seguridad, se clava en mi rostro… ese rostro imperfecto del deseo con el que jamás me he podido enfrentar.
Tengo frío, y sumisión cuando la joven me da sombra de la penumbra de esos pocos vatios de luz fría. Mira mí mísero cuerpo, y tiemblo: sé que soy suyo y obedeceré cualquier exigencia. Está a pocos centímetros, y mis ojos enfocados en sus caderas. Si miro hacia arriba, me choco con esos hermosos ojos que brillan exultando seguridad: se afianza en mi deseo. Ella lo sabe, pero, ¿cómo lo sabe?.
En medio de la luz fría y del traqueteo del tren, coloca los brazos en jarras, las manos en sus caderas. No sé si excitarme, o gritar. Ella, en una sonrisa triunfal, se acerca más. Mi vista choca con su pubis… sus pechos desde mi abajo… o su triunfo impreso en su mirar.
De pronto, todo se obscurece… no hay luz, es un túnel en la noche. Unas luces tintinean en la ventanilla: son las mil farolas quietas en el túnel, que mi vista fija en el desplazamiento del tren. El traqueteo se hace más evidente, pero escucho como un susurro de ultratumba que cesa repentina y bruscamente.
Instintivamente, al mirar por la ventanilla, veo un tren pasando por la vía anexa. Va en dirección contraria, y la chica está ahora en ese tren de difuminados. Los trenes se cruzan en un instante, y sus manos se aplanan en el vidrio de su ventanilla. Su nariz se pega al cristal como un niño glotón en el escaparate de una pastelería. Ella me mira instantáneamente con pánico atroz. Pierdo sus ojos difuminados en la lejanía. Casi siento alivio.
Vuelve la luz de mi tren. Está anocheciendo. Me cuesta acomodar mi mira. Froto mis párpados, y ella no está. Estoy solo en el tren.
(FIN).
Nota segunda del administrador del blog:
Vicente falleció en el año 2006. Para acceder a una breve semblanza del autor del texto (escrita por su hermana, Cristina, también, como él, paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.
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2- Sección "PowerPoint del día":
Para visionar y/o guardar el archivo PowerPoint, pinchar en: El espejito.
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Gracias, Vicente.
ResponderEliminarMiguel-A.