Por Mónica Meló Bo, familiar de paciente de ataxia espinocerebelosa, SCA.
Nota del administrador del blog:
Mónica Meló Bo |
El argumento del relato es ficticio, aunque inspirado en personas reales… y donde la ataxia tiene un papel en el contexto. Es una narración llena de sensibilidad para cualquier faceta de la vida… pero que, para quienes “pacemos”, y padecemos, en los prados del sufrimiento, resultará de lectura casi imprescindible… para vernos reflejados en el espejo, y sacar provecho de la visión de nuestra propia imagen.
Por la amplitud del total del texto, relato largo o novela corta, para un formato blog, ha sido dividido en nueve partes… que se editarán en días consecutivos… salvo que, en el intermedio, surjan noticias que no admitan dilación.
Para recordar: Raíces(I parte) ... Raíces(II parte).... y Raíces (tercera parte).
IV
Después de ese día ya no lo volví a ver más por la sala de espera. Me hubiera gustado hablar más con él. Dentro de mí sentía un caos aterrador, una confusión de voces, de pensamientos... Era una lucha interior de fuerzas que no acababa de reconocer del todo. En la última conversación que tuvimos alguna parte de mí comprendía lo que me estaba diciendo, una parte de mí reconocía que había algo dentro que no funcionaba. Lo que me decía sobre la esencia resonaba en algún rincón interior, e incluso intuí algún tipo de fuerza sutil que me tiraba hacia adentro. ¿Eran las raíces? ¿Por qué ahora, sola, no lograba sentir la parte de mí que latía mientras él hablaba? Era difícil discernir entre tantos pensamientos y sensaciones, flotando desordenadamente como los bultos incoherentes de un naufragio. ¿Quién era yo realmente? ¿Por qué sentí ese día una especie de añoranza? Lo que tenía claro es que ya nada volvería a ser como antes. Sabía que tenía que indagar, y la única pista que me podía ayudar era sentir las raíces y seguirlas hacia las profundidades. Sin embargo, cada vez que lo intentaba, me entraba un miedo paralizante: ¡estaba tan oscuro ahí dentro! Y desistía.
Además, a Andreu le irritaba mucho que estuviera triste o nerviosa, para él era una pérdida de tiempo, siempre decía: “¿De qué sirve estar mal?". Y, si me enfadaba por su falta de empatía, se encogía de hombros y decía: “Si quieres sufrir, allá tú...“. Para él era debilidad estar decaído o deprimido. Expresar los sentimientos era mostrar vulnerabilidad. Lo que más me exasperaba era que me dijera ”¿ya estás igual otra vez?” con expresión asqueada. Odiaba que fuera así, pero, en el fondo, le admiraba por tener tanto autocontrol y aquella capacidad de olvidarse rápidamente de las ofensas. Con los años aprendí a no mostrar nunca tristeza ni ansiedad, sobre todo con él, e intentaba ser más despreocupada, pero desde la conversación con Miquel intuí que solo había enterrado el malestar. Y me aterrorizaba desenterrarlo, verme en un espejo que quizás no me gustara.
(Continuará pasado mañana).
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2- Sección ’PowerPoint de humor del día’.
Cantan 'Los Albas'.
Para visionar y/o guardar el archivo PowerPoint, pinchar en: Materialistas.
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