La pagina web de "Ataxia y atáxicos" (información sobre ataxia, sin ánimo de lucro) es: http://www.ataxia-y-ataxicos.es/


martes, 13 de julio de 2010

Imágenes para el recuerdo

Blog "Ataxia y atáxicos"
(Por Miguel Ángel Cibrián, paciente de Ataxia de Friedreich, de Villanueva de Odra, provincia de Burgos).

Aunque últimamente me haya metido en este blog de "Ataxia y atáxicos" a cronista del mundial de Sudáfrica, en tono jocoso, no tengo nada de forofo futbolero. Digamos que mis aficiones futbolísticas son más exigencias del guión de mi papel de paciente de ataxia en la vida, que de pasión por el futbol. Mi interés por el deporte del balompié, aparece y desaparece en mi existencia, como los llamados ojos del Guadiana.

En niñez, hace tantos años que casi ni me acuerdo, en una población rural donde abundaba la pobreza, era necesario ser creativo jugando, pues la figura del juguete era prácticamente inexistente. Me da que ese punto no es tan malo como pudiera parecer. Crean más niños "pijos" los videojuegos y las consolas que nuestra nada. Por lo menos, poníamos en marcha la imaginación para ocupar nuestro tiempo con miles de actividades que hoy, con la mentalidad actual, pudieran resultar ridículas.

En juegos deportivos predominaba la pelota (hoy llamada pelota vasca), y el fútbol. Los medios eran precarios. De frontón servía la pared del campanario de la iglesia... y la pelota era un rollo de goma (para que botara)... forrada de hilo de lana a modo de ovillo (capa de relleno)... y un cosido exterior para que no se deshilara con facilidad. O sea, algo más duro que la pata un banco. Algo... que si recibías un pelotazo, te dejaba medio muerto... iba a decir "te mandaba al hospital"... pero... tampoco había hospitales. Los jugadores tenían las manos rojas de golpear aquel duro artefacto. Y aseguraban que solamente era doloroso al principio... que tras golpear la pelota cinco o seis veces, ya no se sentía dolor. Resulta obvio el por qué a mí, un preataxico, nunca me gustó jugar a la pelota: pillar y golpear con la mano a una diminuta pelota saltarina, era para mí casi un imposible.

El fútbol era otra cosa distinta... aunque no por inexistencia de precariedad de medios. Por campo de fútbol valía la calle... o las eras. Los porterías las marcaban unas piedras. El árbitro no existía... siempre había líos... pero nada de importancia. De camisetas y colores, nada de nada. El balón a veces estaba pinchado... servía igual... otras veces, para patear, bastaba un vacío bote de hojalata. La gran ventaja del fútbol es que podías incorporate al juego nada más llegar. Alguien llegaba, y preguntaba: "¿Y yo con quién voy?". Le contestaban: "¡Tú tira hacía allá!". Y bastaba con eso. O sea, empezaban el juego dos contra uno... y terminábamos ocho contra diez.

En esa etapa, nunca oí hablar de Puskas, o de Diestefano... a no ser a algún chico mayor que escuchara la radio... a quien, posiblemente, ni entendí... ni escuché. A principio de la década de los sesenta montaron en el pueblo un teleclub. Eso ya cambió las cosas. Al menos había un partido televisado cada domingo. Aunque he de reconocer que pasé de ellos. Y es que en el teleclub no nos dejaban hablar. Incluso nos abroncaban por nuestras constantes entradas y salidas. Y eso para un niño es un tormento... a no ser que lo emitido cautive tus emociones, y te quedes embebido ante el televisor. De tal época recuerdo que en 1964 (a mis 10 años), España ganó la final de la C opa de Europa ante Rusia, con goles de Amancio y de Marcelino.

Ya interno, en el Seminario, me volví futbolero. ¡Qué remedio! Allí el fútbol estaba hasta en la sopa... no el oficial, pues no teníamos acceso a radio, y sólo los lunes dejaban el diario deportivo "Marca" en nuestra sala de juegos. Sí lo estaba nuestro fútbol, el de nuestros comentarios, y, sobre todo, que era obligatorio jugar en un equipo dos días por semana. Yo era madridista. Aunque estaba prohibido coleccionar cromos, tenía pegada en una agenda la alineación del Real Madrid "yeyé": Bretancourt, Calpe, De Felipe, Sanchís, Pirri, Zoco, Amancio, Groso, Velázquez, y Gento. Los curas un día me requisaron los cromos. No me los devolvieron. El compañero de pupitre era culé. Su ídolo futbolero era Rexach.

Cando dejé el Seminario, pasé del fútbol, y me metí de lleno en mis cosas. Ver partidos era algo esporádico... si no tenia nada qué hacer... cosa muy difícil, pues cuando no había trabajo en el campo, había que atender a la ganadería. Ni siquiera recuerdo haber visto los famosos partidos de mundiales de la "naranja mecánica" (Holanda)... ni las finales de Argentina.

Pero las circunstancias mandan. Otra vez volví a ser futbolero cuando la ataxia redujo mi capacidad para trabajar. Recuerdo que en la radio del tractor sintonizaba "Radio Gaceta de los deportes". Recuerdo haber visto partidos pedaleando sobre la cyclostatic. Y, últimamente recuerdo que, para aliviar las posaderas, me bajaba de la silla de ruedas, y veía los partidos hincado de rodillas en el suelo, con los brazos apoyados en una silla normal. Ya era casi forofo: ¡Hasta la pierna, en gesto de tirar a puerta, se me movía cuando el delantero se entretenía con la pelota.

Y otra vez vuelvo a pasar de fútbol. Tal vez me mienta, diciéndome que el fútbol ahora es negocio... no deporte. Lo más probable es que me estén fallando las ilusiones, y esté devuelta de la vida. Y llegó la final del mundial de Sudáfrica; Holanda-España. En torno a la mesa estaba mi padre, mi hermana menor (pintarrajeada en la cara con los colores de la bandera), mi cuñado, y yo. En la mesa había un bol lleno de palomitas de maíz y varias latas de refresco. Detrás estaba mi sobrinito, emulando a Manolo, tocando, de vez en cuando, un bombo, con sonido a lata. Yo era el más tranquilo de todos. No me iba nada en el envite.

¡Ganó España! Si hubiera de rescatar alguna imagen, me quedo con la del portero Casillas, tras finalizar el encuentro, besando a su novia, la reportera Sara Carbonero.


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Sección "PowerPoint del día":

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Gesto de amor.

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