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lunes, 29 de julio de 2013

El poder del recuerdo (primera parte)

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Mayte P. V., paciente de Ataxia de Friedreich, de Valencia.

Mayte P. V.
La otra noche, tuve un sueño extrañísimo. Al recordarlo, siento... tristeza, alegría, protectora y protegida. Escucha, que te lo cuento, y...

Me encontraba en un bosque. Buscaba un río, o manantial de agua, pues estaba sedienta. Tras 15, o 20 minutos, de búsqueda, al fin, pude calmar mi sed.

Allí, junto a aquel estanque de agua rica y pura, había un hombre, que sujetaba en una de sus manos, las riendas de su caballo: un hermoso corcel blanco... con... ALAS... ¡Oh, Dios, pero si yo creía, que dicho animal era solamente producto de cuentos infantiles!.

Bebí agua para aclararme... pero cuando volví a mirar, vi exactamente lo mismo. De modo, que dirigí mi mirada al hombre, que sujetaba las correas de tal lindo ejemplar caballar. Esperaba... ¿Yo qué sé lo que esperaba...?

Era un hombre como los demás. Quizás, la única diferencia fuera su atuendo: Vestía como un guerrero nativo, e irradiaba luz. Sí, su cuerpo despedía alguna onda de luz... creo que azul. Y también portaba una espada, cuya empuñadura dorada era como si formara parte de su vestimenta.

Sigilosamente, me había arrodillado junto al río, para beber, y llenar mi botella de agua... evitando cualquier ruido que pudiera molestar a aquel señor... que estaba allí sentado sobre una gran roca, con la cabeza gacha. Sus hombros estaban pesadamente caídos. Sin embargo, aquel hombre no dormía, pues sujetaba las riendas del caballo. Lo más probable es que estuviera pensando.


En fin, que cuando terminé de beber y recoger agua, y ya me iba a retirar, escuché una voz que decía:

- ¡Ay Dios, no se puede hacer nada!.

Aquellas palabras, que resonaron fuertes y firmes en mis oídos, no provenían de lejos. Por eso, curiosa, firme y velozmente, alcé la cabeza, y miré en derredor. Había sido aquel hombre. Parecía estar hablando, o dándole explicaciones a alguien. Sin embargo, allí sólo estaba yo... bueno, y su caballo... Pero no, no hablaba con Pegaso. El animal, ni siquiera estaba en la trayectoria de sus palabras: por la dirección de su mirada, la intensidad, fuerza y ese movimiento ocular, que normalmente se emite hacia la persona o cosa a la que nos dirigimos. Me quedé allí, quieta, de pie y sorprendida. ¡Se dirigía mí!.

Tardé varios segundos en reaccionar. Y, en vez de huir confusa y temerosa, porque me pareció buen hombre, aunque desconocido guerrero, permanecí allí. Y, secamente, le ofrecí mi ayuda:

- ¿Necesita usted ayuda?.

- No. ¿Para qué? Es inútil ya -rechazó mi ofrecimiento, muy desesperado.

Volví a insistir, sin prestar la más mínima atención a su desesperanzada negativa.

- Por lo menos desahóguese... puede que escuchando su problema, usted mismo encuentre solución, o respuesta.

Su reacción ante mis palabras, sí, que me dejó de piedra. Aquel hombre me había escuchado bien. Se estaba tomando su tiempo: para atenderme, o pasar, una de dos.

Lentamente, se puso en pie, y sonriéndome, se acercó a mí. Me miro a los ojos, tan dulcemente que no se puede explicar, ni con mil palabras. Se agachó pacíficamente, él era más alto que yo, y me susurró al oído:

- Será mejor que lo veas, pues no sé cómo explicarlo.

“¡Dios!, ¿que pasa con este hombre -pensé-, que me dice cosas tan sorprendentemente confusas? Sin embargo, casi no tuve tiempo de analizar tal confusión: pues unas imágenes, de lo más interesantes, aparecieron en el reverso de mis ojos. Era un recuerdo, de mi infancia, casi olvidado:

(Continuará mañana)

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2- Sección 'PowerPoint del día'.

Para visionar y/o guardar este archivo PowerPoint, pinchar en: ¡Celos son celos... no importa dónde!.

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