La pagina web de "Ataxia y atáxicos" (información sobre ataxia, sin ánimo de lucro) es: http://www.ataxia-y-ataxicos.es/


viernes, 19 de junio de 2015

Patos

Blog "Ataxia y atáxicos".
Por Vicente Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, de Zaragoza.

Nota primera del administrador del blog: Supongo que en este relato, Vicente hace alusión tácita a uno de sus síntomas característico como paciente de ataxia: la disartria. Ya no puedo preguntárselo.

Vicente Sáez Vallés
Cuando salió del médico, y visitó al psiquiatra, y se denunció a la policía, y abordó al sacerdote, decidió que no iba a volver a comentar su caso.

- ¿Para qué? Si no me entienden...

Se encogió de hombros, y la desdicha le sobrepasó. Se percató de que nadie le entendía. Las señales que emanaba eran inconclusas e incomprendidas. Hasta se olía raro.

Fue al parque de la ciudad gris para pensar. Quiso respirar eso: pocos pinos desperdigados en señales, anuncios escritos que, paulatinamente, dejó de entender. Hasta una niñita rubia, que practicaba gimnasia rítmico-deportiva sobre el césped, le dijo a su mamá:

- ¡Qué raro mira ese señor!.

Vestía traje marrón sufrido y un abrigo gris de Príncipe de Gales. Enarcó sus cejas al ver la arcilla que preludiaba el estanque. El cielo era azul, y el otoño hizo su acto de presencia decorando el parque con la hojarasca de mil plátanos y agujas dobles de mil pinos. El viento era fuerte, y vio sorprendido el oleaje de aguas verdes. se apoyó en la baranda, y musitó un sollozo.

Llevaba a cuestas el fenómeno de que nadie le entendiera casi una semana, y eso que siempre se había destacado por ser buen comunicador. Jamás le hizo falta saber cantar, ni siquiera hablar en un tono mayor que el de su interlocutor, pues se expresaba fácilmente. Tan locuaz era, que sabía que todos le conocían por su feliz uso de la retórica. Pero en ese lapsus nadie le entendía.

Se sentía aislado y con la fugaz ilusión de que daría media vuelta y podría telefonear a su amada a contarle esto. Siempre le narraba cualquier cosa por banal que fuere: Desde su indumentaria hasta el estilo de lavarse los dientes, todo. Su amor era la indiferencia, llegar a un estado en que su vida fuera la de ella. Tal vez, fantaseaba que ella hiciera lo mismo por él. Cuando su vida se poblaba de absurdos, él encontró una respuesta: Entregarse a ella por entero. En esos días, no pudo, porque no le entendía. Incluso ella lloró, gritó... Él supo que la perdió, y ella le perdió.

En el trabajo, en la calle, con los amigos, con su familia... La gente se reía y burlaba en una cruel sorna. Un fatídico día, empezó a hablar mal y a entender mal. Supuso que era un problema de lenguaje, pero no dio a entender nada de lo que le pasó... y todos los médicos se encogieron de hombros. Esa mañana había ido al hospital, a por los resultados del scanner cerebral, pero no lo entendieron.

Desesperado, recordaba confusamente que solía resolver sus problemas dialogando consigo mismo y mirando los patos del parque. Pero dudaba que se entendiera al dialogar consigo mismo y, en esa época del año, no había patos.

Era fascinante ver cómo se deslizaban mágicamente, haciendo surcos perfectos en la pulimentada superficie del agua, que llegaba a ser el mejor espejo... pero, aquel día, no había patos.

Miento, pues había solamente uno, que le miraba fijamente. Tenía brillos verdes en su cuerpo gris y negro. El pato chapoteaba en la superficie... el viento gélido le mataría, y aleteó como último recurso:

- ¡Ayuda! -gritó.

Le entendió, y se enorgulleció. Brincó de alegría, y corrió a buscar conversación. Vio a la niña que se entrenaba con ágiles piruetas sobre el césped, y habló con ella.

- Te he visto hacer gimnasia tan bien, que me pregunto si hay algún campeonato pronto...

La niña abrió los ojos y, de soslayo, intentó catarle:

- ¿Es usted extranjero?.

El pesar volvió a invadirle, y su desazón fue insoslayable cuando cabizbajo tuvo que volver a pensar al estanque ya que nada había cambiado. Ese pato consiguió llegar a la orilla, a su orilla. Los colores fueron suaves en medio del simulacro natural del parque... en esa penumbra la vida empezaba continuamente. Un oasis en el que siempre preludiaba la destrucción. Pareció que el pato quiso hablarle:

- Tengo frío... ¿Puedes ayudarme?.

Él quedó atónito, y no pudo suponer que se refería a él mismo. La instantánea era curiosa, porque el hombre tenía que agacharse para poder escuchar al pato.

- ¿Te refieres a mí? -dijo temblando.

- No hay nadie más en cien metros a la redonda, y no pongas esa cara de tonto que pareces un cisne...

- Es que me parece raro hablar con un pato...

- A mí me parece raro hablar con un hombre...

- Verás, tengo problemas... problemas de verdad. Nadie me entiende...

- Bueno, lo tuyo no es de vida o muerte... lo mío sí. Yo dirijo la bandada de patos que vuela al sur en busca de tierras más cálidas. Me he perdido y no sé volver... Mis hermanos que emigran conmigo morirán de hambre y frío... -en un ademán inexplicable jamás visto por seres humanos, el pato, lloró y el hombrecillo se conmovió.

La penumbra beneficiosa hizo que el hombre viera claro lo que pasaba y, con la delicadeza con la que aprendió a tratar a su amada, abrazó al pato, y se lo llevó en gran carrera hacia su casa, al desordenado y sucio hogar, ya que durante los días del malentendido general, lo había descuidado.

Penetró en una habitación y soltó al pato:

- ¡Ponte cómodo!.

En un santiamén cogió tres o cuatro libros grandes de geografía, atlas y algún otro. Luego, se sentó junto al pato en un sofá verde de algodón, y conversó con él largo rato. Después, regresaron al mismo lugar dónde se habían encontrado, al estanque.


El pato voló, subió a lo más alto, y, tras quince minutos de infinita espera, el hombre contempló al pato descender suavemente hasta su demarcación, y mil hermanos más que se posaron en el estanque de sombras y en sus inmediaciones.

- Gracias -se acercó con el cuello chato el humilde palmípedo-. ¿Cómo puedo pagarte el favor inmenso de habernos mostrado el camino?.

Y así fue cómo los patos enseñaron a volar al hombre.

Fuente: http://www.fedaes.org/bol/bol138/patos.htm

Nota del administrador del blog:

Vicente falleció en el año 2006. Para acceder a una breve semblanza del autor del texto (escrita por su hermana, Cristina, también, como él, paciente de Ataxia de Friedreich), hacer click en: Semblanza de Vicente Sáez Vallés.

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